La desesperación de los Moyano explica muchas cosas. Ellos también se aliaron con el kirchnerismo en busca de su propia impunidad y el horizonte se ve con nubarrones. Cristina Fernández puede asegurarse fueros siendo candidata a senadora y obteniendo un mandato por seis años. Ese incentivo es lo que la aleja de la conveniencia de pelear la presidencia, a riesgo de quedar en la intemperie.
Pero Moyano, sin cobertura del poder, la tiene mucho más complicada. La paritaria trabada en la que Pablo Moyano arrancó reclamando 131% de incremento, fue sólo la antesala de una amenaza que mostró hasta dónde cruje la alianza interna. Sin modales, luego del fallido día de la lealtad, les pidió a Alberto y Cristina que hagan algo y se dejen de joder.
Sólo ayer se supo la traducción real de esa ansiedad repentina que no tuvieron en todo este tiempo. La confesión vino de boca de su padre. “Con Pablo estamos convencidos de que si vuelve Macri vamos presos” dijo Hugo.
Lo que están anticipando los Moyano es lo que se disimula o se pospone en otros sectores del Gobierno donde incluso aunque se dé por descartada la derrota en 2023, se pelea por el liderazgo de lo que quede, en un partido de truco con disimulos, mentiras y agachadas. La interna repercute con una onda expansiva radiactiva a la “gestión” de gobierno, si es que se puede llamar así.
En las últimas horas, el Gobierno le replicó a La Cámpora que no está caído el acuerdo con el Fondo. Cualquier distraído diría “pero, che, si La Cámpora es el Gobierno”. Dejar caer el acuerdo con el Fondo, es la misma presión que hacían en tiempo de Guzmán. Están en juego los fondos disponibles que permite no cumplir con los objetivos y está en juego el plan tierra arrasada al que asuma en 2023. Mauricio Macri le dijo a Radio Rivadavia que este gobierno prepara una bomba macroeconómica peor que la de 2015.
¿Quién manda hoy en el Gobierno? Aunque el Presidente y el ministro de Economía busquen asegurar que el acuerdo con el Fondo se mantiene, se ven obligados a negociar el presupuesto con la oposición y sólo basta ver los lineamientos de las medidas relacionadas con los precios para confirmar que, aunque resisten, Cristina ganó la pulseada. A días de que dijera que no le gustan los congelamientos de precios porque no funcionaron, Sergio Massa debió aceptar que el Ahora 30 llegue con un congelamiento de 90 días. Y el secretario de Comercio, que asumió jactándose de que no iba a andar con el chipote chillón persiguiendo empresas, anunció inspecciones en los comercios y quiere que los municipios (adivinen qué) controlen precios.
Congelamiento y controles de precios son exactamente las medidas que reclamó por Twitter la vicepresidenta. Está claro quién manda y quién resiste.
A los sectores económicos la pulseada los pone en guardia por más congelamientos. Y eso también tira para arriba los precios, que buscan acolchonarse por si el rumor de un congelamiento general que tanto desmienten termina realizándose. La interna del Gobierno multiplica la incertidumbre y termina de destruir cualquier expectativa. Es un gobierno sin rumbo, porque no se ponen de acuerdo con el rumbo y, como no se sabe quién terminará ganando la puja, todos se preparan para todo. En ese contexto de guerra larvada interna no hay plan que resista. Pero sobre todo, como nadie puede responder qué pasará y se toman recaudos para lo descabellado, es muy difícil pensar en una moderación del ritmo de la inflación y, por lo tanto, de la crisis.
La desesperación de Moyano es, en definitiva, un termómetro que se enciende a un año de las elecciones, augurando una retirada que suma otro factor de conflicto en la presión sindical. Su cruce con Macri refleja una inquietud más profunda que las paritarias. La alianza de Moyano con Alberto Fernández y los Kirchner luego de haber estado distanciado está basada en mantener un status quo que le permite mandar en la economía y que así describió el ex presidente: “Moyano ha desarrollado un poder mafioso en el cual atropella a las empresas de logística, encarece todo el trabajo del transporte con beneficios para su gremio, para su familia, y todo eso termina en que todos los productos que compramos y pagamos todos los argentinos salen más caros, porque él está en el medio y no acepta trabajar dentro de la ley y tratar de ser competitivo”.
Ese imperio fuera de la ley a pulso de patota es el que defiende Moyano. Que ya esté peleando con Macri es el mejor termómetro de que da por perdidas las elecciones aunque falte un año para ese escenario. Un año que el país todo está viviendo como una larga agonía que el Gobierno, lejos de calmar, produce con sus propias peleas encarnizadas.
¿Quién está en mejores condiciones de dar pelea al modelo que los Moyano representan en sintonía con el kirchnerismo? En la respuesta de esta pregunta se cifra la clave de quién será candidato en la oposición. ¿Quién está en mejores condiciones? ¿Patricia u Horacio?
Sea o no sea candidato, el expresidente está marcando el tono del liderazgo y anticipando el perfil que apoyará si no es él quien finalmente se lance. Lo que nadie puede perder de vista es que Moyano empezó por anticipado la guerra con el poder que viene y que lo mismo pasa en los sectores más duros del kirchnerismo. Porque Moyano, en el fondo, presiona por lo mismo que Cristina: poder e impunidad. Sin votos propios, lo que te tira encima de antemano es el camión.