Se empezó a discutir sobre la bomba económica que recibirá el próximo gobierno. Impulsado por economistas de la oposición, se empieza a transitar por la calamidad que se avecina, dado que el Gobierno actual tiene la clara estrategia de patear todo para adelante.
Es notable cómo el engendro que encabeza el indescriptible de Fernández ha renunciado a cualquier otra pretensión que no sea la de hacer tiempo y tirar para adelante los problemas, encomendándose al destino para que la explosión no sea antes de diciembre. Fernández ya no resiste análisis político.
Se ha convertido en persona que sólo navega en las alas del patetismo. Es, sin más, la encarnación misma del ridículo. Hace unos días, una periodista le preguntó qué tipo de relación tenía con su ministro del Interior (el cristinista, De Pedro), a lo que Fernández respondió que no iba a hablar de internas. Todo el mundo sabe que no se hablan y eso adquiere una gravedad inusitada, dado que los ministros deben llevar adelante políticas de un Estado, cuya parte ejecutiva está encabezada por el presidente.
Ante la disparatada situación y sabiendo que no puede pedirle la renuncia al ministro porque CFK no lo permitiría, el despojo humano llamado Fernández opta por contestar que él gobierna con los ministros que le hablan (que tampoco sirven para nada, que sólo dejan que el tiempo pase y que, mientras tanto, tratan de no llamar la atención).
El Gobierno argentino es el ámbito de la idiotez institucional, y los argentinos saben que no pueden esperar nada de un grupo de gente que fuera de la política no podrían trabajar de nada honesto.
Es muy importante empezar a hacer una descripción de la herencia que dejará este gobierno. No resultó buena la estrategia al inicio del gobierno de Macri de comenzar a gobernar sin describir los flagelos que había dejado CFK. Se debe hacer todo lo contrario. Es decir, hay que describir todo en detalle, porque de esa forma los ciudadanos entenderán la situación terminal del Estado argentino y comprenderán la situación atroz de endeudamiento del país.
Hay, en estos momentos, una notable desconexión de los ciudadanos con la política. La forma de empezar a sanar esa situación no es disimulando ni dejando el terreno libre a formas populistas que se manifiestan a través de discursos de antipolítica. La manera adecuada es diciendo la verdad. Cuando una persona tiene una enfermedad grave, es importante que sepa la verdad para poder enfrentar un tratamiento duro que le dé la posibilidad de salvarse. Argentina está enferma y necesita que la política explique los diagnósticos y la terapia que se aplicará en cada caso. Cuanto más duras sean las medidas más necesario será explicarlas.
En las campañas electorales se usan estrategias de marketing. Argentina necesita el marketing de la verdad encarnada en políticos honestos y corajudos. No se puede hacer campaña en Argentina como si fuera Dinamarca. Además, habrá que ver cómo se pasa de un Estado fallido a un Estado que sirva a los ciudadanos. Hay que pasar de este extraordinario fracaso de país a uno que de esperanzas y donde las personas puedan imaginar el futuro de sus familias. Este país expulsa jóvenes, que parten a otros lugares para tener un futuro, destruyendo, así, una inmensa cantidad de familias.
La inseguridad es un flagelo. Cada ejemplo que se puede dar muestra la complejidad de la situación. Veamos el caso de Santa Fe: años de ineficiencia política dejaron a esa provincia quede en manos del crimen organizado. ¿De verdad cree alguien que esa situación, que dispara las cifras de muertos por crímenes, se puede solucionar con medidas cosméticas? La intervención federal de provincias, donde la vida de la gente está en peligro, es una medida que el próximo gobierno deberá evaluar.
Lo mismo ocurre con empresas del Estado, que pierden millones de dólares por día y que solo sirven para que las mafias políticas vivan como reyes. El próximo gobierno deberá decidir, acerca de muchas de ellas, si va a cerrarlas o privatizarlas.
Es profundamente injusto que los ciudadanos luchen por conservar sus empleos o sus negocios, y que una banda de inescrupulosos vivan como ricos en esos antros de corrupción. Habrá que tomar cartas en cuantiosos asuntos: la cuestión sindical, el desastre económico, la pobreza sin esperanzas y la recuperación de valores cívicos y democráticos, entre otros, que el kirchnerismo destruyó. La lista de temas es inagotable.
La manera de recuperar la confianza pública por parte de la política es diciendo la verdad de los problemas y la terapia o tratamiento que se aplicará. Argentina es un enfermo grave y los enfermos graves no se curan con placebos; se curan con la verdad y con tratamientos de shock. Es duro en el momento, pero es lo que hace que el futuro sea posible. Recuperar la idea de futuro es lo que dará esperanza a la gente.