Dos datos en el mismo día. Por un lado, la realidad deja en claro cómo pasará a la historia el kirchnerismo gracias a la condena de CFK a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos. Por otro lado, la aparición del informe de la UCA, que marca de manera inapelable el desastre humanitario en el que está la Argentina. Pese a los planes sociales, la pobreza aumentó un 43,1% en este año. En el país hay 18 millones de pobres y 3,3 millones de indigentes.
Al final, la realidad nos dio la razón a muchos. La Argentina fue sometida por los K, que son una organización mafiosa con una incapacidad manifiesta de gobernar de manera virtuosa. En otras palabras, son un grupo de delincuentes que se ha convertido en una máquina de fabricar pobres.
Siempre han sido eso. El gran problema de la Argentina es que tiene un establishment que contiene, en partes iguales, la idiotez e inescrupulosidad. Periodistas, empresarios, formadores de opinión celebraron, allá por mayo de 2019, el tweet de CFK que postulaba a Alberto Fernández a Presidente, al que consideraban moderado. Como están mentalmente colonizados por el peronismo, consideraban que era una gran jugada y que el peronismo era el único partido capacitado para gobernar.
La condena a CFK y los datos de la pobreza son un recordatorio de cuánta gente, en su necedad, es corresponsable de la decadencia y la infamia.
CFK debería renunciar porque está degradando la historia. Ostenta un triste récord: es la primera vez en la historia que es condenado por un hecho de corrupción quien ejerce la Vicepresidencia. Por supuesto, no lo hará. Buscará conservar fueros mientras apela. Sería deseable que las instancias superiores de apelación se expidan con velocidad. Sabemos de sobra que la Argentina corrupta tiene infinidad de tácticas para estirar los procesos. A eso se viene dedicando hace tiempo la defensa de CFK y la de todos los delincuentes que la acompañan en la decadente lista de condenados de ayer.
Esto es un primer paso para la recomposición moral de la Argentina. Falta mucho aún. La derrota del peronismo debe ser rotunda en términos electorales y políticos. Deben pasar a la historia como la fuerza que depredó el Estado y que llevó a la Argentina a números de pobreza que la emparejan con los países más decadentes del mundo. Los discursos épicos de los kirchneristas quedaron en el olvido. Son esta decadencia y siempre han sido lo mismo. Vienen robando desde Santa Cruz. Sólo una parte del país anestesiada, hipócrita y prebendaria hizo que esta gente estuviese 16 años en el Gobierno. Nunca hubo kirchnerismo bueno. Jamás. Siempre robaron, siempre despreciaron al que pensaba distinto, siempre se comportaron como una mafia.
Ya podemos, al fin, llamar condenada a CFK. El mundo se está haciendo eco de lo que pasó con ella. Tienen razón los analistas que dicen que el mayor problema económico del país es que no despierta confianza en el mundo. No puede haber confianza mientras una banda mafiosa sea opción de poder.
El futuro del país se está empezando a juzgar. Un país que siga en una espiral de decadencia o un país que siente las bases de un trabajo durísimo para volver a un ciclo virtuoso. La condena a CFK es gran primer paso. Sienta las bases para una tarea fundamental: demoler el relato K que fue el gran pilar desde donde robaron.
Es un día de alegría. Se festeja la salud de la República, pero no hay que relajarse. Aún tienen dinero y todas la malas artes que ya les conocemos de sobra.
La derrota tiene que ser completa, y esa es una misión indispensable de los demócratas.