Por Raúl Hutin (*)
No nos cansamos de repetir que las pymes somos el 97% de las empresas privadas del país. Tampoco de sostener que somos el 75% de la mano de obra privada o que producimos casi el 50% del PIB. Somos parte de esta sociedad en forma indisoluble; sufrimos y sangramos por las mismas heridas y nos afecta de igual manera la condición de vida declinante.
Lo cierto es que más allá de las estadísticas, encuestas, comentarios en las redes u otros medios de difusión, cada día producimos menos, salvo contadas excepciones, como los casos del agro, la minería y la energía. Todo lo demás va en declive y esto se debe a que el salario real sigue cayendo, tanto para los trabajadores activos como para los pasivos, tanto para los cuentapropistas como para los pensionados. La caída es general y hace que el mercado interno siga agotándose de forma indefinida.
Cada día que pasa se amplían las condiciones para convertir nuestros establecimientos en importadores. Nos están empujando hacia allí y, a la vez, se nos complica la posibilidad de ganar mercados externos. En el primer caso se liberaron controles aduaneros que no solo controlaban cantidad y nomenclador relacionado al producto, sino calidad y condiciones de salubridad para la población usuaria. Se sigue adelante con la continua revaluación de nuestra moneda en forma ficticia con una tablita similar a la que uso Martínez de Hoz mientras que nuestros vecinos devalúan su moneda y a la vez mantienen la escala de producción. Se quitó el 10% del llamado Impuesto País abaratando aún más la importación sin compensar la producción local.
A las pymes que exportábamos y durante meses hicimos el sacrificio económico de sostener al cliente externo, hoy no nos queda nada y esto se debe a que los costos internos suben vigorosamente en dólares, la escala de producción es cada vez menor y por lo tanto el costo fijo por unidad de producto es mayor. Cuando el BCRA nos liquida las facturas de exportación lo hace a un dólar totalmente devaluado en comparación a lo que subió por ejemplo la electricidad en el mismo período.
Equipamos nuestras empresas eficientemente para ser competitivos a nivel global, pero chocamos contra la pared de la incomprensión, contra la falta de un proyecto productivo que nos permita planificar al menos a mediano plazo. Voy a dar un ejemplo que me involucra: mi empresa pagaba de energía eléctrica en enero $13 millones, en septiembre se pagaron $ 73 millones, o sea un 461% más, en el mismo período el dólar se ajustó un 20%. ¿Cómo quieren que seamos competitivos?
Pero ahí no termina el drama. En octubre subirá nuevamente la luz al igual que el transporte. Además, nos enteramos que vienen para la industria cortes programados por falta de inversiones cuando estas empresas hicieron lo que quisieron con sus clientes.
Cuando los empresarios pymes decimos que la incertidumbre es el factor que penetra nuestra capacidad de razonar y pensar, cuando decimos que a nuestra sociedad la invade un pesimismo paralizante, no estamos exagerando ni es parte de un discurso fatídico, es la realidad que nos toca vivir día a día dentro de nuestras fábricas. No es ocioso en consecuencia que el 73% de la población piense que esto no va a mejorar o que el 78,4% redujo consumos esenciales o se pasó a segundas o terceras marcas.
No pueden confundirnos: las empresas pymes tomamos personal cuando crece la demanda y no cuando se desestructura la economía y la sociedad al punto que la recesión se convierte en una hiper-recesión. A muchas pymes les sirve regularizar a sus trabajadores, pero con ello no se resuelve la falta de trabajo. Esta misma experiencia se aplicó en los años ‘90 con la magia de la flexibilización laboral y el resultado fue catastrófico, con aumento del desempleo y con el cierre masivo de fábricas. Aprendamos de la historia, que bien caro la pagamos.
Demos vuelta la página. Es poco o nada lo que rescataremos de esta experiencia anarco-capitalista. Las pymes estamos construyendo nuestra propia agenda de producción y trabajo. Sabemos cómo hacer para renacer de las cenizas y lo haremos.
(*) Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN)