Por Darío Lopérfido
La Unión Cívica Radical es un partido que yo conozco bien, porque lo integreé en mi juventud. Es un partido con inserción territorial, que tiene buenos gobernadores, buenos intendentes, que tiene hasta buenos ministros en los distintos gobiernos, como en este. Sin embargo, noto con preocupación que hoy se trata de un partido secuestrado por un grupo de gente que no solo tiende a ideologizar todo de manera exagerada, sino también a convertirlo en una cosa un poco parecida al kirchnerismo.
Si uno escucha lo que dicen algunos radicales de la Ciudad de Buenos Aires acusando a sus correligionarios que votaron a favor del veto a la ley de presupuesto universitario, tienen ese tono petulante, soberbio y un poco agresivo y violento que tenían los kirchneristas en sus buenos tiempos.
Es realmente un pecado, porque ha sido siempre un partido de las ideas, de las discusiones, un partido cuyo origen se remonta a Leandro Alem, un hombre profundamente liberal, y lo están convirtiendo en una cosa más parecida al kirchnerismo que a lo que ha sido históricamente. Y todo se complica cuando, de manera cada vez más recurrentemente, el nombre de algunos radicales empieza a mezclarse con cuestiones vinculadas a hechos de corrupción o de intento de fraude.
Este fin de semana que pasó hubo elecciones internas del radicalismo en la Provincia de Buenos Aires, y luego vimos en los periódicos que apareció una grabación en la que un apoderado del sector Lousteau y Yacobitti, llamado Fernando Pérez, le pedía a alguien del otro sector arreglar los números de la elección, o sea, no respetar la voluntad popular y hacer un arreglo de cúpula en uno de los distritos para que las cosas salgan mejor para ese sector que integran Lousteau, Yacobitti, Manes y muchos otros.
Se junta esto con lo que está pasando en las universidades. Porque independientemente de que es válido defender la universidad pública, lo que no puede pasar es que se nieguen tan rotundamente a que haya auditorías.
Hoy se supo, por ejemplo, que en la Universidad Nacional de Rosario hay un chofer que cobra $13 millones. Si se hiciera una auditoría y si se miraran las empresas que prestan servicios en universidades como la UBA, se podrían ver nombres que todos sabemos quiénes son. Y todos sabemos que esa gente ha hecho una fortuna ocupando cargos en las universidades.
El Comité Provincia de la UCR, el Comité de la Ciudad de Buenos Aires y sus dirigentes universitarios están secuestrando la imagen del radicalismo, convirtiéndolo en un partido corrupto, trancero y adicto al fraude electoral.
Insisto: todo esto que lo sabemos desde hace mucho. Yo, por ejemplo, sé que en la última elección a jefe de Gobierno Yacobitti le ofrecía dinero a algunas listas para que se presentaran en contra de Jorge Macri, de manera de sacarle votos. ¿De dónde sacaba el dinero para ofrecerles y pagar campañas? Yacobitti lo sacaba, obviamente, de la universidad.
Esta columna es más que un simple comentario; es un llamamiento a los buenos radicales, porque hay muchos de ellos que, como decía antes, gobiernan provincias e intendencias, y las gobiernan muy bien, así como gobiernan intendencias.
No pueden seguir dejando su partido en mano de unos aventureros que lo que están haciendo es sacar al radicalismo de su posición histórica, que era el partido del “que se rompa pero no se doble”, y lo están mezclando en temas de corrupción, logrando estar en la agenda pública negativa todo el tiempo. Hasta los propios radicales dicen que las universidades tienen que respetarse, pero que tienes que permitir que las auditen.
La otra semana, por Darío Lopérfido: La patética kirchnerización del radicalismo
Hay universidades que no se auditan hace años y eso está mal. No dejan que las auditen porque hay un montón de cosas turbias en el medio.
Por lo tanto, no se trata solo de criticar a toda esta gente que tiene secuestrado al radicalismo, que los guían de mala manera, que se ponen autoritarios, que hacen cosas opacas, que quieren arreglar elecciones. Hoy les quiero hablar a todos los radicales buenos, que yo sé que existen y son muchos: por favor, por el prestigio de la democracia argentina y por el prestigio de este partido, deben desembarazarse de esta gente que en el último ballotage votó a Massa.
Sí, ellos están más cerca de Massa que de cualquiera de las otras opciones políticas de la Argentina. No tienen nada que ver con la vieja ética y estética del radicalismo. Quieren terminar con este Gobierno y retomar el gobierno de las corporaciones, donde imperaba la corrupción, como fue el Gobierno de Alberto Fernández con Massa de ministro.
Quisiera concluir estas líneas con una exhortación a muchos de esos buenos radicales, a muchos de los cuales yo conozco desde hace muchos años. No pueden seguir teniendo la representación que tienen. La historia del radicalismo y la historia de la democracia en la Argentina merece que ustedes se rescaten del secuestro que están sufriendo por parte de sectores que no solo no representan las ideas del radicalismo, sino que además mezclan ese nombre con lo peor de nuestro pasado: la corrupción y el fraude.
(Columna emitida originalmente en el programa «Cristina sin vueltas», conducido por Cristina Pérez en Radio Rivadavia)