Por Carlos Souto
Las ideologías han muerto y los políticos se han suicidado. Sí, lamentablemente, hoy me toca comunicarles una muerte y un suicidio.
Muchos saben que la izquierda y la derecha aparecieron porque unos franceses se sentaron de un lado de la Asamblea Constituyente de 1789 y los otros franceses, del otro. Unos querían que Luis XVI tuviera más poder, y los demás querían que se fuera de paseo, lo que terminó pasando, y por amplia mayoría. Después del paseo, el rey y su señora María Antonieta fueron decapitados como para cortar la historia en dos.
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Pasaría mucho tiempo hasta que estas ubicaciones se transformaran en banderas perfectas para interminables luchas sociales modernas. Sin embargo, no fue de repente que nos hemos quedado sin ideologías, vivimos un proceso largo que la tecnología aceleró a fondo en el último siglo.
Cambiamos de hábitos. Y cambiamos los usos y las costumbres. Nada menos. Tanto que se supone que sobre estos ítems se debe legislar. Y pasamos una pandemia y, además, ya nos conectamos en un tris. Hoy el partido es global, las redes han unido de manera eficaz al mundo entero y las ideas van y vienen al mismo tiempo entre billones de personas a una velocidad de espanto.
Todos los factores involucrados en este proceso lograron que las ideologías fueran reemplazadas por dos posturas que significan una evolución (como la de los pokemones) de la izquierda en WOKE, y la derecha en ANTI WOKE. Son grandes colectivos que comparten sospechas de un engaño masivo tendiente al control policial por parte del Estado en todas partes, igual que en China.
Como elemento central, son “sospechosistas”.
Algunos llevan años tolerando regímenes corruptos e indignos que les quitaron derechos y los reprimen. Y otros, simplemente, hartos de mentiras que luego son develadas, abiertamente atribuibles a las cadenas centrales de información mundial. Así que de pronto y de alguna manera, apenas un puñado de personas alrededor de un famoso arman un partido y ganan elecciones.
Acaba de pasar también en Portugal. Están los ejemplos de Trump o Milei, líderes globales de lo ANTIWOKE, que armados de cientos de colectivos organizados parecen querer devolverle al WOKE el golpe que significó la brutal implementación propagandística y mediática de toda de sus postulados.
Hablando de estos dos nuevos movimientos, tanto en el caso del WOKE como del ANTIWOKE sus límites se ven difusos a la hora de gobernar. Comparten varias cosas. Porque tanto sean estos nuevos marcos semidemocráticos, semimonárquicos o semiparlamentarios, estos líderes carismáticos se empoderan de manera imperial. Y con un peligroso agravante. La mayoría usa la plataforma que sea para imponer sistemas cada vez más autocráticos. En todas partes. Aumentando el control sobre conductas sociales vitales. Así, simplemente, se transforman en sátrapas que nadie puede desafiar y mucho menos batir, aunque haya urnas.
Las autocracias son mayoritariamente personalistas y, entonces, aquí viene la segunda gran noticia: el conjunto de factores citados anteriormente, no sólo han conseguido eliminar las bases de las ideologías, también han generado sistemas que no necesitan más de los políticos tradicionales. A pesar de que ellos fueron los iniciadores de este fenómeno cuando creyeron que fichar a cantantes o futbolistas era una buena idea para sobrevivir.
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Lo que hay es un nuevo juego de roles, en el que los políticos han sido reemplazados por los “influencers”. Así como se lee.
En pocas palabras, hoy los influencers conectan con la sociedad directamente y terminan siendo consumidos por los grandes medios también, llegando entonces a poder trascender y hasta triunfar en la arena política.
La calidad de influencer de Barack Obama para la época fue determinante, abriendo el camino a varios perfiles de políticos serios aspirantes al poder con valor agregado de influencer. Obama fue un influencer populista bastante refinado y, sobre todo, un adelantado a lo que se impondría en el corto plazo.
Tras su victoria, enseguida aparecen otros políticos con esas características en todas partes y se imponen. Y muchos otros políticos desarrollan su faceta de influencer para estar en la tendencia y no perder terreno.
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A partir de aquí se inicia el suicidio de los políticos está claro en tres pasos, a saber:
-primer paso: Políticos con dotes de influencers;
-segundo: Influencers con dotes políticas;
-y tercero, simplemente, influencers. A secas, sin más. Apenas influencers que soliviantan a las sociedades oprimidas por muchos años de deterioro de sus sistemas y de su calidad general de vida, educación, alimentación y un largo etcétera.
Nos está ocurriendo algo como humanidad, porque está abarcando a un gran porcentaje, e influyente. Todos bailamos distinto pero la melodía es siempre y en todo lugar la misma.
Lamento, tener que ser yo el que traiga estas malas noticias, y ojalá que la transición social que está sufriendo el mundo termine en una evolución real hacia una clase política digna y apta para ser elegida, gobernar por el bien común, trabajar por la paz y no robar.
Hoy tenemos una situación trans, lo admitamos o no. Con una muerte y un suicidio para empezar. ¿Se podrán reanimar? Yo elijo creer.