Por Jorge Pizarro
Las elecciones del 28 de julio marcaron el declive de Nicolás Maduro y su séquito. Edmundo Gonzaléz Urrutia se adjudica el triunfo y la ciudadanía seguirá reclamando ante la falta de un proceso electoral transparente.
Un cuarto de siglo parece no alcanzarle al chavismo. Venezuela quiere despegar, pero el dictador Nicolás Maduro y sus milicianos eligen sus intereses, lo que para muchos de ellos incluye no ir presos. El régimen maneja en Venezuela el poder, la estructura militar y policial y la justicia. No hay lugar para el ejercicio de la libertad de expresión.
Además, llevan adelante una estrategia de reclutamiento de votos que viene de la época de Hugo Chávez: la regla del “10×1”.
¿En qué consiste? Uno, «el elegido», recibe generosa asistencia del Gobierno, y «ese» debe encargarse de que en cada votación «10 voten por el régimen». El «elegido» y «el régimen» no se traicionan. Cuando su creador lo anunció, en pocas semanas, el régimen se aseguró 300.000 «elegidos» que se transformaron en 3 millones de votos. Y eso fue sólo el comienzo. Así armó su base electoral.
En el país, el voto no es obligatorio y hay aproximadamente 6 millones de venezolanos viviendo en el exterior. A la gran mayoría no le permiten votar.
Sin embargo, Maduro no puede sostener nada. Su «desgobierno», limitó y/o quitó libertades, hundió en la pobreza a la mayoría, quebró la industria de su principal riqueza, el petróleo, y para sostenerse altera el proceso electoral. Maduro luce cada vez más sólo y más descontrolado.
Para quebrar el fraude electoral, la oposición hizo un trabajo inteligente y obtuvo, para digitalizar y publicar en un portal seguro, más del 70% de las actas de votación. Es decir, cualquier venezolano, ingresando con su documento, puede ver el acta oficial del centro en el que votó. Claro, que el chavismo hace todo lo que esté a su alcance para bloquear los accesos.
Lo que allí se muestra es un resultado matemáticamente irreversible, que lo pone a Maduro como «derrotado». Nada hace pensar que «el régimen chavista» sea razonable y acepte la voluntad democrática del pueblo.
Por el contrario, el estilo del dictador Maduro es aplicar la lógica de huir hacia adelante, lo que significa acelerar y profundizar la crisis. Mientras pueda. Por eso sacó sus milicias para amedrentar a quienes protestan contra él con «sus cacerolas; expulsó embajadores de países que piden transparencia en Venezuela; y mandó a los soldados urbanos a presionar en la Embajada argentina, donde se encuentran refugiados seis políticos perseguidos por el régimen.
Entre sus contradicciones más evidentes del régimen chavista se destaca que, mientras demoniza a EEUU, la economía está dolarizada. Una pregunta posible a esta altura de los acontecimientos es cuánto margen le queda.
Otro gran problema que el régimen de Venezuela disimula es cómo el narcotráfico crece y se expande.
SIN DIPLOMACIA
El canciller de Venezuela, Yvan Gil, exigió el retiro de todo el personal diplomático de la Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay que se encontraba en Caracas, a la vez que anunció el retiro de sus representantes de esos países. Esto debido al pedido de proceso transparente.
«Venezuela expresa su más firme rechazo ante las injerencistas acciones y declaraciones de un grupo de gobiernos de derecha, subordinados a Washington y comprometidos abiertamente con los más sórdidos postulados ideológicos del fascismo internacional, tratando reeditar el fracasado y derrotado Grupo de Lima, que pretenden desconocer los resultados electorales de los Comicios Presidenciales efectuados este domingo 28 de julio de 2024, los cuales dieron la victoria como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, para un nuevo Período Constitucional 2025-2031″, afirmó el ministro de Nicolás Maduro.
MI DURA “EXPERIENCIA” CON EL RÉGIMEN
Días previos a las elecciones viajé a Venezuela para realizar la cobertura periodística para Radio Rivadavia, del Grupo Alpha Media. Cuando arribé al aeropuerto, en un momento una persona me dijo que, por no cumplir los requisitos para el ingreso al país, me iban a deportar.
Pensé que era una cuestión de rutina hasta que una señorita con un escudo que decía “Ministerio Público Popular”, me interrogó severamente sin explicarme por qué. Luego me pasó a otra persona de civil que me volvió a hacer, inexplicablemente, casi el mismo interrogatorio; y después me atendió un oficial superior que me volvió a hacer las mismas preguntas.
Me interrogaron unas veces, básicamente con las mismas ocho preguntas; también me sacaron 14 fotos en escenarios distintos; me retuvieron el pasaporte; me llevaron a una oficina de aislamiento y deportación; y me hicieron grabar un video.
Cuando osé decirle “por qué me preguntaban siempre lo mismo, si contesté siempre igual”, porque eran preguntas como “¿a qué viene?”, “¿por qué viene?”, “¿dónde trabaja usted en Buenos Aires?”. Sólo por haberle preguntado eso, casi me pone preso, y me dijo que las preguntas las hacía él y que yo no podía responder nada excepto lo que él me preguntara. Ahí entendí lo que estaba pasando.
El resultado de las elecciones del domingo 28 de julio de 2024 marcan el inicio del fin del chavismo. La mayoría no lo quiere. Aumentan los problemas y escasean las soluciones. Ya no le temen y crecen las protestas. Cada vez está más aislado. Los manifestantes hoy se animan a destruir una estatua del hasta ahora intocable Chávez. El futuro se acerca y crecerán las versiones de que Maduro y su séquito podrían escaparse a Turquía.
Ya en este punto podríamos, pensar si con este panorama Maduro tendría la sensatez de aceptar la derrota, de demostrar el amor que declama por su país e irse. O si, por el contrario, elegirá lo que éĺ mismo mencionó: «un río de sangre”.