Por Ezequiel Kieczkier (*)
La única claridad que existe en este momento en Argentina es que tendremos incertidumbre -y mucha-, por un tiempo indefinido. Quizás la principal fortaleza actual de quienes dirigen empresas en Argentina es el entrenamiento previo hemos desarrollado en los últimos años a fuerza de experiencia.
Sobrevivir en épocas de crisis no solamente se trata de tener un buen producto que encaje en el mercado que vendrá. Eso podríamos denominarlo “suerte”. Se trata en verdad de la capacidad de las organizaciones para crear valor o modificar el valor, de una manera ágil y simple, en tiempos de alto niveles de turbulencia donde todo cambia rápidamente.
En nuestra investigación, realizada en los últimos años sobre compañías exitosas en procesos de crisis, encontramos que las variables que más propician el éxito en este tipo de contexto son dos: la cultura organizacional, por una parte; y el liderazgo de aquellos que logran comprometer a su equipo, por otra. Cualquiera de los dos aspectos podría tener armarios completos de libros y experiencias.
En el caso de la cultura, se trata de aquello que realmente se respira y vive en la organización; es ese potencial que muchas veces permanece invisible en la rutina del día a día y que va más allá de lo declamativo en los ploteos de las paredes de la cafetería.
Pero es importante detenerse un momento en la cuestión del liderazgo de quienes se destacan por cuatro factores específicos.
Primero, su nivel de integridad: la coherencia y transparencia inspiran confianza donde todo parece un terreno minado y no se sabe por dónde caminar. No necesariamente tiene que tener las respuesta, incluso compartir su falta de respuestas aumenta el nivel de autoridad, aun contrario a lo que se podría suponer.
Segundo, contar con una orientación al servicio es otra clave. Quien lidera ya no necesita tener todas las respuestas. Quizás hacer las mejores preguntas es su máxima habilidad y compartirlas en forma honesta. Entender qué necesitan los equipos de trabajo y asumir que muchas veces quienes se encuentran en la trinchera pueden tener muy buenas ideas y necesitan la habilitación y el sponsorship para brillar. Ya no se esperan “llaneros solitarios” ni líderes que se cuelguen medallas, sino que estén al servicio de su equipo para eliminar los obstáculos en el camino.
SER PILOTO DEL STRESS
En los tiempos que corren, indefectiblemente experimentamos una montaña rusa emocional. Pueden aparecer excelentes noticias y pésimas novedades en cuestión de horas o días. Por eso la tensión está a flor de piel; la aceleración parece la respuesta natural y aprender administrar estos sprints de adrenalina es fundamental.
Esa capacidad de conducción del stress permite saber cuándo acelerar y cuándo la dinámica se vuelve una carrera de resistencia; se trata de una capacidad crítica. De no poder resolverlo, se corre el riesgo de llevar al equipo al límite del “burn out” y que, cuando lo necesitemos, ya no tenga nada para entregar.
“Audacia y Coraje”, un término extraído del hebreo muy presente en el libro “Start up nation: La historia del Milagro Económico de Israel”, de Dan Senor y Saul Singer, habla de la “Jutzpah”, el cual implica una conducta actitudinal de valentía y determinación para tomar riesgo y expresar sin vueltas los pensamientos.
Los procesos de crisis y vértigo como el presente hacen que no haya espacio para las expresiones políticamente correctas, difíciles de descifrar. Es momento de hablar de frente y asumir riesgos con inteligencia.
Las organizaciones hoy tienen frente a ellas un nuevo mar de incertidumbres y los capitanes de estos barcos enfrentan una tormenta que no han experimentado antes, porque ninguna tormenta es igual a otra, pero esta parece más grande que cualquier otra. Lo bueno, es que al menos hoy ya sabemos qué características no deben faltar en el nuevo liderazgo de las organizaciones para “surfear la ola”. Y como siempre, vale recordar que ningún mar en calma hizo experto a un marinero.
(*) Socio fundador de Olivia y coautor de “Crisis & Co”