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2023: Los desafíos ante un tiempo decisivo
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2023: Los desafíos ante un tiempo decisivo

Por Gabriel Michi

2023. La mirada se pierde sobre un horizonte incierto. Argentina se enfrenta a un año decisivo, después de otro plagado de problemas y con una satisfacción final que no la dio ni la política ni la economía. Simplemente el fútbol. Y la pasión que genera. El 2022 se fue con esa alegría cuando agonizaba. Pero la remembranza de 12 meses donde la inflación casi toca el 100%, está omnipresente en todo y todos. Así, el 2023 llega plagado de desafíos e incertidumbres. ¿Qué pasará con la economía? ¿Y con la pobreza? ¿Cómo terminará el Gobierno? ¿Ganará el oficialismo o la oposición las elecciones presidenciales? ¿Y después qué? ¿Qué ocurrirá con la deuda? ¿Y qué con el vínculo del país con el resto del mundo? Son sólo algunas de las preguntas y dudas que florecen cuando se intenta imaginar (o adivinar, dado el imprevisible devenir argento) qué nos deparará el año que recién alumbra. Se ha dicho hasta el cansancio que un año en Argentina equivale a un siglo en cualquier otra nación. Y, más allá de la presunta exageración –tan afín a la idiosincrasia nacional-, algo –bastante- de cierto hay.

El 2023 asoma con algunos datos que son realmente preocupantes. Más allá de que el gobierno de Alberto Fernández en el último tramo del año pareció apaciguar mínimamente la aceleración de la inflación eso fue apenas un respiro en un cuadro general en el que el alza de precios general duplicó los valores de los bienes y servicios desde enero a diciembre de 2022.

Por algo es el tema que más preocupa a la sociedad, según todas las encuestas. Argentina es un caso de laboratorio en la materia y aparece recurrentemente entre los cinco países de mayor inflación de todo el planeta. El proyecto de Ley de Presupuesto 2023 que el gobierno envió al Congreso estimó una inflación para el año próximo del 60%. Sin embargo, si se tiene en cuenta que en el Presupuesto 2022 se proyectaba que ese índice rondaría el 57,7% y en realidad terminó superando el 90%, aquel cálculo para el ejercicio que se inicia puede ser sólo una expresión de deseo demasiado optimista.

Y eso suele ir acompañado de una pérdida del poder adquisitivo porque se materializa cruelmente ese viejo dogma que repetía Juan Domingo Perón: “Los salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor”. Sólo en los primeros 10 meses del año 2022, los sueldos de los trabajadores registrados perdieron más del 7% de su poder de compra (un 25% si se toman los últimos cinco años). Y ni hablar de los ingresos de aquellos que se ven obligados a transitar en el empleo informal. El gobierno sabe que ese es uno de los factores principales que suele inclinar una elección para un lado o para otro. Y, como se dijo, el 2023 las urnas volverán a hablar. “La víscera más sensible del Hombre es el bolsillo”, describía también Perón. Y cuando el bolsillo sufre un proceso sistemático de adelgazamiento forzoso, ese se suele traducir en un “voto castigo”.

Foto: Kristalina Georgieva

La administración de Alberto Fernández se enfrenta también a un escenario difícil en materia de deuda. Si bien el FMI mantiene buena sintonía con la gestión que lleva adelante el ministro de Economía Sergio Massa, los vencimientos de deuda en pesos para 2023 son siderales: sólo en títulos públicos alcanzarían los 10 billones de pesos, a lo que hay que sumar otro tanto de pasivos remunerados del Banco Central, en Leliq, Nobac y otros instrumentos financieros. Esos 20 billones de pesos encima indexan a la par de la inflación, lo que complica aún más el panorama.

El gobierno nacional apuesta a mantener esa sinergia con el Fondo Monetario para evitar más traspiés. Y también a la que generó con la Casa Blanca comandada por Joe Biden, cuya cercanía puede atribuirse a los “enemigos” en común que ambos enfrentan y que están representados por los aliados regionales de Donald Trump: Jair Bolsonaro y Mauricio Macri.

Pero la gran esperanza internacional que alienta a Alberto Fernández es la vuelta al poder en Brasil de Luis Inácio “Lula” Da Silva, a quien considera su amigo y al que no sólo fue a visitar al otro día de que el líder del PT ganó en ballotage, sino que también lo hizo cuando estuvo preso. Ese vínculo personal, sumado a ciertas coincidencias ideológicas, hace ilusionar al presidente argentino. Desde el oficialismo imaginan que tener a un referente aliado en el principal socio económico de Argentina (y en la gran potencia de la región) se traducirá en beneficios para el país. Y, con eso, para el Gobierno. En ese marco apuestan fuerte al encuentro de la CELAC (organismo que actualmente encabeza) en Buenos Aires a fines de enero donde la presencia estelar de Lula Da Silva, en su debut en una cumbre regional durante su tercer mandato, atrae todas las miradas.

Foto: NA: AFP / Miguel SCHINCARIOL

La vuelta al poder de Lula también entusiasma al oficialismo porque es una pieza fundamental (o la más importante en término de dimensiones y peso político) de lo que consideran una tendencia general hacia al progresismo de gran parte de la región. En esa lógica anotan la llegada de Gabriel Boric en Chile y la de Gustavo Petro en Colombia, a las que suman el gobierno de centroizquierda de Luis Arce en Bolivia, el de Andrés Manuel López Obrador en México y en el que también suscribían al recientemente depuesto Pedro Castillo en Perú. Ese nuevo mapa regional, distinto al que dominó gran parte de la década pasada con la hegemonía de gobiernos de centroderecha, supone para Alberto Fernández un campo propicio para sembrar otro tipo de relacionamiento hacia dentro de Sudamérica pero, sobre todo, con una mirada puesta en el resto del Mundo. La presencia de Lula en el potente Brasil podría ser la punta de lanza de ese renovado paradigma. Un paradigma donde el Frente de Todos parece sentirse más cómodo.

Aun así, suponiendo que el frente externo no despierte mayores sobresaltos para el gobierno argentino, todo resulta imprevisible en un escenario post-pandémico y en medio de las consecuencias económicas de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Uno de los desafíos más importantes está planteado sobre qué puede pasar en materia energética –en un escenario crisis mundial y aumento de precios- ya que ese ha sido un enorme agujero negro que se llevó miles de millones de dólares que en la Argentina escasean. Por eso la posibilidad de que a mediados de 2023 se termine el gasoducto “Néstor Kirchner” y que eso permita abastecer al mercado interno y exportar el gas de Vaca Muerta, ilusiona al oficialismo. Sólo que quizás los resultados de esos avances sólo se vean reflejados –si las cosas salen como esperan- cuando el actual mandato presidencial ya haya finalizado.

Además de la complicada situación económica, el gobierno nacional se enfrentará en 2023 a un enorme desafío en materia judicial. Ese escenario quedó al desnudo cuando, en la agonía del 2022, la Corte Suprema falló a favor de la Ciudad de Buenos Aires por el tema de la coparticipación que en su momento redujo la administración de Alberto Fernández –después de que Mauricio Macri la había aumentado- y que ahora, con su dictamen, el Supremo Tribunal ordenó devolver a Rodríguez Larreta. La Casa Rosada anticipó que presentará un recurso extraordinario frente a esa decisión, algo que fue apoyado por gran parte de los gobernadores provinciales. Sin embargo, más allá de las particularidades del caso, esto no es otra cosa que un nuevo capítulo de una película en la que el enfrentamiento del Ejecutivo con el Poder Judicial es una constante. Y particularmente con la Corte. Pero no es el único. El devenir de los expedientes que mantienen en vilo a varios ex funcionarios kirchneristas, entre ellos a la propia Cristina Fernández, será otro foco de tensión permanente durante el año que se inicia.

En materia política el Gobierno también se enfrenta a un gran desgaste de su imagen. Algo que encima se complica mucho más por las propias internas dentro del Frente de Todos. Si bien Alberto Fernández no declina públicamente su potencial candidatura a una reelección, conoce lo que dicen las encuestas y el termómetro social sobre su gestión. Algunos datos: un sondeo realizado por la consultora Zuban Córdoba en noviembre le asigna un 64% de desaprobación contra un 34% de aprobación, con una pequeña mejora con respecto al mes anterior. Todo eso en medio de una grieta que atraviesa cada instancia de la vida pública (y privada) y que fagocita todo debate.

Por su parte, la que sí anunció su renunciamiento a cualquier postulación fue Cristina Fernández de Kirchner, tras el fallo judicial que la condenó a seis años de prisión por el caso “Vialidad”. Ese anuncio de que no iba a ser candidata a nada cayó como una bomba neutrónica entre la militancia kirchnerista que, aún así, sueñan con un “operativo clamor” que la haga repensarlo. Aun así, para tomar como referencia la encuesta de Zuban Córdoba, la vicepresidenta aparece con un 35% de imagen positiva contra un 61% de negativa.

Como informó Newsweek en el número anterior, en el caso de que CFK no se postule, el kirchnerismo duro tiene otras cartas en mente: el actual ministro del Interior, Wado de Pedro, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y hasta el propio Máximo Kirchner. Aunque son conscientes de que esos potenciales candidatos tienen un rechazo bastante extendido en amplios sectores de la sociedad, en particular en los centros urbanos. No es que Cristina no lo tenga, pero es la que mejor mide dentro de ese espacio en los sondeos. Y no quieren que el candidato que encabece la nómina del FdT sea un “blando” según su mirada. Quieren uno/a propio/a.

La otra figura que asoma dentro del Frente de Todos es Sergio Massa. Pero el actual ministro de Economía sabe que su suerte está atada, nada más y nada menos, que al resultado de su gestión al frente de esa cartera. Y, en la Argentina, esa parece ser la materia más difícil. Encima, si las cosas medianamente se encaminan en lo económico, le aparecerán otros competidores internos a esa candidatura. Es decir, la suerte de Massa está echada, es a todo o nada, y si le va bien eso también habilita a que otros de su espacio se beneficien del potencial éxito. Así están las cosas en el oficialismo, frente a un 2023 que se avizora muy difícil de remontar desde lo político y lo electoral, según señalan todas las encuestas.

Sergio Massa

Del otro lado, la alianza opositora más importante es la de Juntos por el Cambio. Pero ellos también afrontan una pelea encarnizada en su interior por ver quién será el candidato a ocupar Balcarce 50. En esa aspiración suenan los nombres del ex presidente Mauricio Macri (que como su antítesis política, CFK, tiene amplios niveles de rechazos por su gestión al frente de la Casa Rosada), el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por el lado del PRO. Y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, y el diputado y neurocirujano Facundo Manes por el radicalismo, la otra pata de JxC. Cada candidato de ese espacio sabe de sus ventajas y desventajas para sus postulaciones, de sus potencialidades y sus debilidades. Y conocen que ninguno hoy por hoy representa una posibilidad cierta de ganar el primera vuelta.

El precandidato que mejor saldo tiene entre imagen positiva y negativa dentro de Juntos por el Cambio es Rodríguez Larreta: aparece con 51% de aprobación contra un 43,9% de desaprobación, según el sondeo citado. En el caso de Mauricio Macri, su imagen positiva es del 33,6%, contra casi un 60,1% de imagen negativa. Por su parte, Patricia Bullrich mantiene una imagen positiva del 46% y una negativa del 52,6%. En cuanto a los posibles postulantes de la UCR dentro de JxC, los números indican de Gerardo Morales tiene una aprobación del 36,4% y una desaprobación del 49,2% y Facundo Manes un 33,2% frente a un 45,9%.

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta

También hay un enorme misterio sobre qué puede llegar a pasar en las elecciones de 2023 con el candidato de la ultraderecha, autopercibido como “anarco-capitalista”, Javier Milei, quien ganó mucho espacio en las legislativas de 2021 y cuya figura siguió creciendo en las encuestas, hasta estancarse entre un 15 y un 20% en la intención de voto. Esa postulación es una de las que más le preocupa a JxC porque les podría “robar” aquellos votos más duros de la derecha. Milei aparece en las encuestas con un 41,9% de imagen positiva, contra un 55,9% de negativa.

Además resta ver qué ocurre con otros espacios políticos como el Frente de Izquierda y los gobernadores peronistas que aún se desconoce si podrían apoyar un candidato propio que les restaría apoyos en las provincias al FdT.

El sondeo de Zuban Córdoba citado señala que el 72% de los consultados cree que el país va en una “dirección incorrecta”, frente a un 21,8% que está convencido que el camino es el “correcto”. En el trabajo se indagó sobre la potencialidad del voto a algunos de los precandidatos que suenan.

Así Horacio Rodríguez Larreta aparece encabezando la encuesta ya que el 59,3% señaló que seguramente o probablemente lo votaría; lo sigue Patricia Bullrich con el 51,3%; en tercer término surge Javier Milei con el 40,9%; en cuarto, Sergio Massa con el 39,8%; en quinto, Cristina Fernández con el 38,9%; en sexto, Mauricio Macri con el 36,2%; en séptimo, Gerardo Morales con el 36,7%; en octavo, Facundo Manes con 31,3%; y, finalmente, Alberto Fernández con el 24,3%. Claro que ese sondeo no es excluyente porque las preguntas no lo son: se consultó a quien votarían o podrían llegar a votar, citando los nombres de los posibles candidatos, no eligiendo a uno y descartando al resto. Como el trabajo fue realizado en noviembre aún CFK no había declinado su candidatura.

Pero antes de llegar a la instancia final de la votación general a fines de octubre –y un eventual y más que probable ballotage en noviembre- hay que pasar por las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, las tan mentadas PASO, que se disputarán en agosto. Y que definirán quiénes son los candidatos definitivos de cada espacio. Pero, antes de eso, se desatarán un conjunto de guerras intestinas en cada una de esas alianzas. Aunque después deban mostrarse unidos, como si nada hubiera pasado y fueran amigos incondicionales, frente a los demás.

La incertidumbre política se sumará así a la económica. Y ambas se retroalimentarán. En un país donde la única certeza es la falta de certezas. Y eso es lo único en lo que no parece haber grietas. El 2023 asoma desafiante. Y hasta amenazante. El fervor mundialista ya habrá pasado. Y la realidad volverá a golpear a la puerta de cada argentino, con su cara más real y cruel. La algarabía de esa fiesta futbolística será un hermoso e inolvidable recuerdo. Pero el día a día regresará sin piedad. Sin medias tintas. Así como las preguntas que desvelan a todos. En un horizonte lleno de dudas e interrogantes. De fantasmas presentes y futuros. A los que es necesario exorcizar. Una vez más.

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