Por Rolando Klempert
El gobernador de la provincia de Buenos Aires quiere ser reelecto y se presenta a las PASO 2023 como el único candidato por Unión por la Patria, consolidándose como uno de los principales actores de la política argentina actual. En una entrevista exclusiva con Newsweek Argentina ofrece una pormenorizada evaluación de sus cuatro años de gestión, sus logros y también sus desafíos y proyectos para un eventual nuevo mandato.
Después de Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof probablemente sea el dirigente peronista con mayor intención de voto en la Argentina y uno de los pocos políticos percibidos como “honesto” en los focus groups. No es poco después de cuatro años al frente una verdadera “papa caliente” como lo es la Provincia de Buenos Aires. Tal es así, que su nombre estuvo en la mesa de negociaciones hasta último momento y se llegó a considerar una eventual candidatura suya a la presidencia.
Pero Kicillof quiere ser reelecto como gobernador bonaerense, en busca de una especie de revancha. Asumió en diciembre de 2019 y en marzo de 2020 se declaró la pandemia por el COVID-19. “Lo que teníamos previsto hacer en cuatro años, tuvimos que acelerarlo y comprimirlo a la etapa de pospandemia”, recuerda. Más que “revancha”, explica, quiere completar un plan que ya está en marcha y profundizar un modelo de transformación de la vida de los bonaerenses.
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A pesar de las restricciones de la pandemia y de la mala situación que heredó de María Eugenia Vidal, según señala, construyó 171 escuelas, 145 centros de salud, 5.000 kilómetros de rutas, incorporó y formó a 10.000 policías y afrontó el endeudamiento de la gestión anterior. De hecho, asegura que en sus cuatro años al frente de la mayor Provincia del país se hizo más que en los 200 años de historia bonaerense.
Durante la campaña de 2019, recuerda con una sonrisa, hicieron más de 100.000 kilómetros a bordo del famoso Clío de su jefe de Asesores, Carlos Bianco. Pero ahora (y se pone serio) es el gobernador y debe equilibrar sus responsabilidades de administración con el calendario proselitista: dos días en La Plata, uno de viaje, otro en La Plata, y así. Al día siguiente le tocaba visitar Chivilcoy. Lo entusiasma: milita desde los 13 años y está en su hábitat natural, la política.
En medio de esta intensa campaña, Kicillof recibió a Newsweek Argentina en su despacho de la Gobernación, en La Plata. Con su habitual estilo distendido, saludó con la mano y un beso, y se sentó en su escritorio con su mate a punto de lavarse (el mate tiene pintada una mano con los dedos índice y medio formando la “v” justicialista). Detrás suyo, el General San Martín seguía la charla desde un cuadro, con su espada en descanso, pero con la mirada atenta.
-¿Por qué quiere ser gobernador bonaerense?
– Me parece que se hizo mucho, pero también que queda mucho por hacer. Fue un período particular, bastante accidentado, empezando por la pandemia. Durante un año y medio el mundo estuvo inmerso en una catástrofe sanitaria que, obviamente, le cambió los planes a todo el mundo en lo personal, en lo familiar, en lo laboral y, obviamente, en lo público, en el Gobierno. Tuvimos que dedicarnos a eso, como lo hicieron todos los países y los gobernantes del mundo. Lo que teníamos previsto hacer en cuatro años, tuvimos que acelerarlo y comprimirlo a la etapa de pospandemia. Todo esto, más allá de que habíamos asumido en una situación muy complicada, con la Provincia tremendamente endeudada, con la obra parada, no solo con deudas al extranjero, sino también con proveedores. No se les pagaban ni los remedios a los proveedores de hospitales ni a las cárceles, donde había una huelga de hambre. Asumimos con mucha complicación, y a los tres meses se inició la pandemia.
-¿Eso dificultó cumplir las metas y los compromisos con la sociedad?
– A pesar de estas restricciones, la planificación se cumplió bastante en términos de metas de construcción de escuelas, nuevos centros de salud, rutas, caminos rurales, las Casas de la Provincia. Queda mucho por hacer y tengo un plan para los próximos cuatro años. Es importante porque no solo apuntamos a ampliar, sino también a transformar, y eso lleva más tiempo. Transformar el sistema educativo, la salud, la seguridad y la estructura productiva lleva más tiempo, y esa es nuestra propuesta.
-Le tocó ser gobernador durante la pandemia. ¿Qué rescata de todo ese proceso?
– En pandemia hicimos una inversión histórica en materia de salud, en cuestiones tan básicas como que la Provincia no tenía una flota de aviones y helicópteros para hacer derivaciones o evacuaciones sanitarias. A cada uno de mis ministros le pedí que cada peso que invirtiéramos en pandemia tenía que ser en algo que fuera a quedar y después sirviera para fortalecer nuestro sistema de salud y también la integración política de la Provincia, porque pusimos en marcha mecanismos para articular lo que hace el Gobierno provincial con lo que hacen los municipios.
Triplicamos la cantidad de camas de terapia intensiva: fue para la pandemia, pero hacía falta. La Provincia tiene 200 años, de modo que podemos decir que en un año hicimos lo que no se había hecho en toda su historia en términos de capacidad para atender emergencias.
-¿Puede dar otros ejemplos de esas medidas de coyuntura que hoy siguen vigentes?
– Claro. Armamos un sistema de derivación provincial que no existía, con el nivel municipal, provincial, nacional y también con los privados. Las historias clínicas ahora empiezan a ser digitales y están en la Nube para poder acceder en cualquier lugar. Creamos fábricas de oxígeno embotellado, que era algo que faltó en pandemia. Integramos un sistema de fabricación de insumos sanitarios, que tampoco se conseguían, pero hoy se siguen utilizando. Y también desarrollamos la capacidad de hacer vacunas. Muy pronto va a haber una vacuna hecha en la Provincia de Buenos Aires contra el Covid, pero que genera la capacidad de hacer otras vacunas. Normalmente se importan vacunas por unos US$ 450 millones. Se hizo un esfuerzo enorme, porque la Provincia de Buenos Aires era la más vulnerable.
-¿A qué se refiere?
– No quiero entrar en chicanas, pero en nuestra provincia nadie se quedó sin una cama, sin un respirador, atención médica o vacuna, cosa que sí pasó en los países más ricos del mundo e incluso en otras provincias argentinas. La Provincia mandó al exterior y al interior equipos médicos, intensivistas y profesionales de otras especialidades. Y esto, partiendo de donde partimos, con una Provincia en la que la Legislatura había declarado por unanimidad la emergencia sanitaria, antes de que se declarara la pandemia. Le llegó la emergencia estando en emergencia. Trajimos decenas de barcos desde China como importadores directos. Lo denominamos “Operación Shangai”.
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-¿En qué estado está la educación de la Provincia?
– Para cada una de las áreas nosotros vinimos con un plan de transformación. En educación puedo destacar, por ejemplo, que inauguramos 171 edificios escolares. ¿Es mucho o es poco? Poniéndolo en perspectiva, la gestión anterior, que endeudó a la Provincia como nunca antes, tuvo mucho a favor (tuvo el apoyo de la Nación, la Ciudad y de los medios de comunicación porteños) y financiamiento externo prácticamente ilimitado, hizo 65 escuelas. No me consta, pero la exgobernadora dice que las hizo, así que lo tomo por cierto.
-¿Cuál es el objetivo de su gestión?
– En nuestro mandato tenemos previsto triplicar esa cifra. Pero, además, la exgobernadora había cerrado escuelas rurales, de baja matrícula. Obviamente, en esto puede haber alguna polémica, porque una escuela a la que van diez chicos puede representar un gran costo. Eso decía el Gobierno anterior y también creo que lo piensan hoy siendo oposición. Si los chicos no tienen esa escuela van a abandonar el lugar donde viven, y probablemente van a terminar en el Conurbano. Y eso es algo que hay que evitar.
-¿Qué fue lo que hicieron respecto de eso?
– Nosotros ampliamos la infraestructura y abrimos de nuevo todas esas escuelas de baja matrícula que se habían cerrado. Es una cuestión de concepción: no se puede andar mirando los pesos que sale poner maestros y maestras, pero eso se traduce en pibes y pibas que se quedan sin educación. Pero además de ampliar el sistema educativo, lo estamos transformando por dentro, en todos los niveles. Es importante marcar las diferencias porque este año también hay que elegir. Y la comparación es sencilla porque gobernaron hace muy poquito.
-¿Qué implica esa transformación?
– La transformación educativa significa un cambio en lo pedagógico, en los regímenes, también en la formación de los docentes y en el diseño curricular. Como decía, eso lleva tiempo, pero lo estamos llevando adelante. En el nivel inicial ya cambiamos los contenidos. Y, en cuanto a los regímenes, cuando nosotros arrancamos, un cuarto de las escuelas tenía jornada extendida (que pueden ser doble jornada o, en vez de cuatro horas, cinco; uno puede decir “es solo una hora más”, pero es un 25%). Hoy tenemos el 70% de las escuelas con jornada extendida. Si uno tiene una hora más de clases por día, eso equivale a 45 días más de clases.
-En esta campaña también se puso en discusión si la educación universitaria debía seguir siendo estatal…
– Creemos que es un derecho poder ir a la universidad. No nos parece, como dicen el expresidente y la exgobernadora, que haya demasiadas universidades en la Provincia, o que los hijos de la gente de los sectores populares no llegan a la universidad. Es una visión elitista y equivocada. Un 80% de los estudiantes son primera generación de universitarios en sus familias. La universidad es un instrumento de mejora entre una generación y la otra, de progreso. Y tiene que ser gratuita, pero además tiene que estar cerca, porque si no se establece una barrera invisible, que son el viaje y su costo.
-Aún así, en las campañas de la oposición la educación es un eje central.
-Hay quienes dicen que la educación es muy importante y que “sin educación no se desarrolla el país”, pero cuando nosotros llegamos habían iniciado una especie de cruzada contra las escuelas bonaerenses. Les decían “vagos” a los maestros o que “solo era maestro el que no tenía vocación”; mucho desprecio por la escuela pública.
En la Provincia tenemos 5,2 millones de alumnos, y solo un 5% corresponde a la educación privada; el resto son de escuelas públicas o subvencionadas. Sin escuela pública no hay provincia.
-¿Qué puede decir acerca de la seguridad en la Provincia? El tema se ha vuelto clave en la agenda electoral.
– También encontramos una situación desoladora. Veamos los números: le bajaron casi un 30% el sueldo a los agentes de la Provincia, que no eran tampoco buenos sueldos; eran mucho más bajos que los de la Ciudad (menos de la mitad) y los de las fuerzas federales. Fue una política de ajuste. Con una policía con sueldos realmente muy bajos, obviamente no se podía esperar demasiado. Tampoco invirtieron en equipamiento. Cuando llegamos había 2.000 patrulleros en un estado deplorable. En el Gran Buenos Aires, que concentra las dos terceras partes de la población bonaerense, había 790 patrulleros para cubrir 1.100 cuadrículas. También había 5.000 agentes menos. Había falta de municiones, de chalecos antibalas en condiciones, de entrenamiento. Y había una formación mala y muy corta por la necesidad de que se reciban rápidamente.
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-¿Y qué se hizo?
– Mejoramos todos los indicadores de seguridad. Sé que decir esto es difícil, porque a aquel que atravesó un hecho de inseguridad no le importa que bajó más de un 20% el delito, y menos todavía si es un hecho grave. No es consuelo y a nosotros tampoco nos tranquiliza. Pero las estadísticas de seguridad, que no son cuestionables (porque las lleva el Ministerio Público Fiscal, cuyo procurador es Conte Grand, que era funcionario de Vidal y fue nombrado durante su gestión), muestran que la cantidad de homicidios bajó un 22% con respecto a 2019. Son números todavía altos, aunque no a nivel latinoamericano. Para dimensionarlo: hubo 905 homicidios en 2019; y 730, en 2022. Bajaron como nunca habían bajado. Hay que seguir trabajando.
Nosotros recuperamos a los 5.000 agentes que se habían perdido e incorporamos 5.000 nuevos, o sea, hoy hay 10.000 más que cuando llegamos. Tenemos una fuerza de aproximadamente 100.000 hombres y mujeres.
En cuanto a los patrulleros, encontramos casi un depósito de chatarra: entre patrulleros y motos incorporamos 5.000 cero kilómetro. Sumamos 80.000 nuevos chalecos antibalas y sumamos equipamiento de última tecnología, tanto en los patrulleros y los agentes como en una central que hoy tiene georeferenciados a todos los patrulleros de la Provincia.
¿Y ese personal está hoy más capacitado?
– Es que cambiamos la formación y convertimos a la famosa escuela Vucetich en instituto universitario, alargando la formación y adecuándola a lo más avanzado de la práctica internacional. Y, por supuesto, equiparamos el salario de los policías bonaerenses al de los federales. Es una inversión muy grande, y el ministro Berni es un trabajador incansable. Pero, repito, eso no quiere decir de ninguna manera que se haya resuelto el problema. Estamos muy lejos. Encontramos una situación muy mala. Viene mejorando, pero necesitamos más tiempo para que las grandes transformaciones den frutos.
-¿Han creado también nuevas unidades policiales?
– Sí, creamos el cuerpo de Policía Rural, que específicamente trata el delito en ámbitos vinculados al campo y también dimos vida a otro cuerpo que ya existía pero no se había desarrollado, que es la fuerza barrial de aproximación, la UTOI, que reemplaza en algunas tareas a las fuerzas federales. Ya tiene 4.000 hombres y su tarea fundamental es “estar en la esquina”, especialmente en los barrios más complejos en términos de seguridad.
Además, otro cambio importante se hizo en el Servicio Penitenciario. Dirán “invierten en las cárceles”. Sí, porque tiene que ver con la reincidencia. Si las condiciones de encierro reproducen lo que esa persona vivía anteriormente, al salir va a volver a delinquir. Cuando llegamos nosotros la tasa de reincidencia era del 46%; hoy es del 26%. Eso tiene que ver con políticas de educación en las cárceles y el trabajo. Hemos instalado fábricas: el Plan Qunita se hace íntegramente dentro del Servicio Penitenciario.
-En las campañas de la oposición se pone un foco muy fuerte en el narcotráfico, pero, además, parece haber cierto consenso mediático en afirmar que el gobierno de Vidal fue el que mayores avances tuvo en este aspecto. ¿Usted qué opina al respecto?
– Es un verso. Los bonaerenses saben muy bien que la política de seguridad de Vidal y Ritondo en la Provincia, de Bullrich en Nación y de Santilli en la Ciudad fue un fracaso. Todo marketing. Ellos aprobaron la Ley de Derribos. ¿Sabés cuántos aviones del narcotráfico derribaron en sus cuatro años? Ninguno, cero. No hicieron nada. Los dos candidatos a gobernador de Santa Fe por Juntos por el Cambio se acusaban mutuamente de ser narcos. No quiero ponerme chicanero, porque los resultados nuestros son concretos. Hace unas semanas, por ejemplo, atrapamos al famoso narco “Chaki Chan”. No niego el problema del narcotráfico, pero más allá de la persecución de los narcos, nosotros tenemos una política mucho más compleja.
-¿Qué quiere decir con “más compleja?
– En la Ciudad de Buenos Aires, el otro día compraron droga en vivo en un canal de televisión. Eso no quiere decir que la Provincia esté exenta; lo que quiero decir es que hablan con mucha liviandad y apostando a una cobertura mediática que ahora se rompió. No es que estas cosas no pasaban antes. A nosotros nos preocupa mucho el narcotráfico, pero nuestro Ministerio de Seguridad ahora tiene una división de inteligencia criminal realmente seria. Y el ministro Berni tiene una experiencia impresionante desbaratando bandas y secuestrando narcóticos. Esto no quiere decir que el tema esté resuelto. Lo que definitivamente no hago es campaña sucia ni marketing con el tema del narcotráfico. Ellos han tratado de vender el modelo de la Ciudad. Mucho marketing, poco resultado. E inversión negativa.
VOTO A VOTO
Hoy las encuestas muestran a un Kicillof bien posicionado para las generales, tras el triunfo en las PASO. Pero desde su equipo sostienen que no deben relajarse y deben seguir escuchando a la gente, en tiempos de distanciamiento entre la sociedad y la política. Y, sobre todo, mostrando qué se hizo durante su gestión.
-Cuando recorre la provincia, ¿ve que estos temas coinciden con la agenda de la gente?
– Obviamente que está la cuestión de la inseguridad. Obvio que está el problema de los precios. Está mucho menos la cuestión del trabajo. Mucho menos el tema de los paros educativos. En la Provincia de Buenos Aires era una lotería si empezaban las clases o no el 1° de marzo. En estos cuatro años empezaron en tiempo y forma, y no hubo un solo día de paro docente provincial. Nada que ver con la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo. Sí ha habido alguna medida gremial en algún territorio o por alguna cuestión particular, pero no paros provinciales. Y hubo un paro nacional por la represión en Jujuy, que se aplicó en todo el país y se acató en la Provincia. Fuera de eso, estamos mejor, y se valora.
-De todos modos, la Provincia padece problemas estructurales, históricos.
– Absolutamente. Cuando asumimos el Gobierno había 100.000 cuadras de tierra en ciudades del Conurbano bonaerense. Ahora hay 12.000 menos. Hay un problema de falta de infraestructura, de vivienda, de luminarias, de agua, de cloacas. Hicimos como no se hacía hace mucho tiempo. Y esto tampoco soluciona los problemas. Por eso me presento, para seguir haciendo. Pero, claro, eso dependerá de quién gobierne a nivel nacional, y de si va a aplicar planes de ajuste. Escuchaba a una candidata de la derecha decir que los planes del fondo eran tibios en comparación con lo que ellos querían hacer. También dicen que “hay muchos empleados”. Yo lamento comunicarles que, si uno abre una escuela, después le tiene que poner maestros, auxiliares y otros empleado. Y es lo que estamos haciendo.
-Algunos candidatos proponen la privatización del sistema educativo o incluso de salud. ¿Cuál es su postura?
– Cuando hablan de privatizar la salud o la educación (con vouchers o lo que sea), yo les comento que en la mayoría de los 135 municipios de la Provincia, en salud y educación solo hay prestadores públicos, ya sean provinciales o municipales. El único prestador es el Estado, y nadie le prohibió a un privado ir a abrir una escuela o una clínica. Lo que pasa es que no es negocio. No me quejo de eso; simplemente señalo que ese modelo no funciona. Es un modelo sin derechos.
-¿Qué diferencias encuentra entre hacer campaña como opositor y ahora hacerla como Gobierno?
– Si no hubiéramos hecho nada, no tendríamos nada para mostrar. Hicimos una escuela cada ocho días. Si se resta la pandemia, sería una cada cuatro días. Hicimos 145 centros de salud; uno cada nueve días (o cada cinco, por el Covid). Distribuimos 190 ambulancias a los municipios.
Tengo muchísimo para mostrar en toda la Provincia, tanto en municipios oficialistas como opositores. Intentaron decir que discriminábamos. Pueden preguntarle a los intendentes del Conurbano y del interior si recibieron o no obras en las escuelas. En 2019 recorríamos, nos juntábamos con la gente, con los diferentes sectores, empresarios, trabajadores, dirigentes. Fue una campaña de cercanía. Hoy estamos haciendo lo mismo, pero no nos dan las manos ni el tiempo para inaugurar y mostrar los actos de gobierno.
-Usted suele hacer foco también en las obras viales. ¿Qué se ha hecho durante su gestión en esta materia?
– Hoy tenemos 5.000 kilómetros de rutas repavimentadas, con bacheo o nuevas. Tenemos más de 500 kilómetros de autopistas nuevas. La autovía de la Ruta 11 la conocen todos porque es el corredor atlántico. Cuando llegamos había 17 kilómetros construidos y había más carteles que kilómetros. Ahora hay 160 kilómetros terminados durante la pandemia; y el primer verano se inauguró. Nos falta solo el último tramo entre Gesell y Mar Chiquita. Hicimos la circunvalación de Mar del Plata; el agua de Bahía Blanca; y la planta potabilizadora de la región capital, en La Plata. La última era de la época de Perón, para 500.000 personas, y ahora hay un millón de personas ahí. Terminamos todas las cloacas en Morón, junto con Aysa de la Provincia. Eran las famosas cloacas de Rousselot, con las que estuvo involucrado Macri en un acto de corrupción faraónico. Entonces, hacer campaña hoy es ir a recorrer las obras que estamos haciendo, pero también juntarse con todos. Lo mismo que hacíamos en aquel momento con el Clío.
LA PROVINCIA Y LA NACIÓN
Según Bianco, jefe de Asesores de Kicillof, nunca pasó en la historia argentina moderna que una fuerza ganara la Presidencia sin que su espacio gane también la Provincia de Buenos Aires. La suerte de ambas están atadas. Por supuesto que un triunfo de la oposición a nivel nacional podría complicar la relación en caso de que él gane la Provincia. Pero, ¿Y si gana Massa? ¿Está garantizada esa buena sintonía?
-¿Cómo es su relación con Sergio Massa? Sobre todo teniendo en cuenta que él ocupa el cargo que usted ocupó hasta diciembre de 2015.
– Tenemos contacto permanente. Con Sergio fuimos armando una relación. Yo no lo conocía en persona. Nos conocimos siendo diputados durante la época de Macri. Él tuvo un inicio más cercano a colaborar y a trabajar en lo que le parecía razonable de ese Gobierno. Y nuestro bloque marcaba que había enormes equivocaciones con el pago a los fondos buitres, con la ley jubilatoria. Pero fuimos encontrando coincidencias con él hasta que al final del Gobierno de Macri se forjó la unidad. Hubo varias leyes, como la de blanqueo propuesto por Macri, que trabajamos junto con Sergio desde el peronismo. Así fuimos construyendo una relación de trabajo que se fue estrechando en este período, porque él era el presidente de la Cámara. Pero también es un hombre que fue intendente en esta provincia, la conoce muy bien y siempre ayudó al Gobierno provincial. Y ahora en su rol de ministro también hablamos muy seguido.
-¿Qué cree que le aporta Massa a la boleta de Unión por la Patria?
– Sergio está al frente. Es una persona tremendamente trabajadora, a niveles sobrehumanos, diría. Uno lo puede encontrar conectado a altas horas de la madrugada o temprano a la mañana. Se le mete un problema en la cabeza e intenta solucionarlo. Escucha diferentes opiniones.
Massa conoce excelentemente bien el Estado. Hoy está enfrentando una difícil situación que recibimos del anterior Gobierno, además de la que él mismo recibió con el cambio de ministro. Y sobre todo en la cuestión de la deuda, que es el principal problema de la Argentina. Problema que nosotros habíamos solucionado en los Gobiernos de Néstor y Cristina, y que retornó. Es algo realmente siniestro.
-¿Se refiere a la decisión del Gobierno de Macri?
– Volvió de la mano de Macri, de lo cual no se hace cargo. Si no fuera algo trágico, sería cómico. De un día para el otro, en una conferencia de prensa, anunció que fue a pedirle plata al Fondo, y consiguió de parte de Trump una ayuda para las elecciones. El volumen de deuda más alto en la historia del FMI y también de nuestra historia. Y todo eso lo destinó a proteger al sector financiero, que estaba especulando con la Argentina. Les permitió sacar los dólares que ellos habían puesto especulativamente a una tasa de interés muy alta. La famosa bicicleta financiera. Macri concluye esa etapa contrayendo una deuda inmensa, dejándonos la deuda y al Fondo. Hoy Sergio está lidiando con el FMI, que está acostumbrado a intervenir en políticas locales y que opina sobre cómo y en qué se gasta la plata. Obviamente, tiene una lógica de acreedor, y quiere cobrarse; por eso siempre pide ajuste y devaluación.
-¿Es posible alcanzar un acuerdo que permita cumplir sin impacto social, como sostiene el oficialismo?
– Yo no conozco un solo ejemplo de un programa económico del FMI que se haya aplicado por motivos de alto endeudamiento y que haya dado buen resultado. Ninguno en toda la historia del Fondo, y lo digo porque esta es mi especialidad. Lo que hay que hacer es negociar con firmeza, y algunos critican a Sergio porque lleva mucho tiempo negociando, pero eso es porque no hay una aceptación de los condicionamientos del Fondo de manera dócil. Cuando el Fondo está de auditor y acreedor, pretende gobernar al ministro de Economía y, a través de él, al país.
-Cristina no está en la lista. ¿Aún así sigue traccionando votos para asegurar “el piso” electoral?
– Cristina es la dirigente con mayor intención de voto de la Argentina, y eso quedó constatado en todas la encuestas. Y por eso hubo un esfuerzo para proscribirla y que no se pueda presentar. Se hizo a través de una sentencia, que le impediría ejercer cargos públicos. No sé qué otra descripción de proscripción se les pueda ocurrir. Eso se debe a su potencia electoral. Y, obviamente, la estrategia electoral de Unión por la Patria está limitada por la persecución judicial. Su papel en este marco ha sido hasta ahora estar presentes en actos muy importantes, como la inauguración del gasoducto. También estuvo en el acto de los 15 años de la recuperación de Aerolíneas Argentinas. Cristina está teniendo un gran protagonismo en esta campaña.
-Ahora está claro que va por su reelección, pero en las negociaciones se barajó la posibilidad de que vaya por la presidencia. ¿Le gustaría ser presidente en algún momento de su carrera?
– Me parece fantochesco quienes dicen “ya desde los 6 años quería ser presidente”. Hay uno que quería ser Batman, pero, ¡dios me libre! (risas). Son obsesiones infantiles, casi caprichos individuales. Si me preguntan qué quiero ser, me parece que hay que ver con quién, en qué condiciones, para qué, en qué momento. No se trata de que yo quiera ser algo. Yo nunca quise ser dirigente, diputado, gobernador. Yo siempre hice política, ocupando diferentes lugares y cargos. Tampoco ser ministro de Economía aparece en mi hoja de deseos; no se lo ponía en la carta a Papá Noel. Veremos. Yo hoy soy, dentro del peronismo y de Unión por la Patria, el candidato único a gobernador de la Provincia. Y espero estar a la altura de ese desafío.