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El fenómeno Milei y la antipolítica, según Alberto Albamonte, el liberal que llenó River
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El fenómeno Milei y la antipolítica, según Alberto Albamonte, el liberal que llenó River

A pesar de las recientes caídas, Javier Milei sigue con altos índices en las encuestas nacionales, a costa de la también creciente imagen negativa las propuestas tradicionales; de la profunda crisis económica; y del desánimo generalizado que se percibe en las calles y en los relevamientos sociales. Parte de su éxito, sostienen, se debe a un discurso “antipolítica”.

Lo cierto es que el líder libertario, como figura extrema de un liberalismo idealista, ha logrado realizar actos de gran magnitud, incluyendo uno con 16.000 personas en Mendoza y una ruidosa presentación en la Feria del Libro. Otros encuentros fueron literalmente un fracaso. Esta irregularidad abona las teorías de quienes dicen que los liberales son muchos en todo el país, y que eso se reflejará en las próximas elecciones presidenciales (no sólo en los posibles votos a Milei, sino también a otros espacios); y también las de quienes dicen que los liberales son una expresión marginal y metropolitana. ¿Cuáles es la visión más cercana a la realidad? O, en todo caso, ¿qué respaldo puede tener hoy en Argentina un potencial gobierno liberal para llevar a cabo las reformas que plantea?

En busca de respuestas, Newsweek Argentina dialogó con un empresario y dirigente liberal que, aunque muchos no lo sepan o recuerden, en 1985, primeros años tras la vuelta de la Democracia, llenó la cancha de River con 75.000 personas vitoreando las ideas de Álvaro Alzogaray, líder de la Unión del Centro Democrático, la Ucedé, que de “centro” tenía poco, ya que se reivindicaba como la opción de derecha.

Se trata de Alberto Albamonte, quien recordó aquel acto, intentó dar respuesta a esas preguntas y analizó el presente de las ideas que defiende. ¿Banca a Milei? ¿Cree que puede llegar a presidente? ¿Cómo puede sortear los conflictos internos y con los partidos afines? ¿Los liberales deben apostar a la política o a la “antipolítica”? ¿Qué pasa con los jóvenes?

 

Usted llenó la cancha de River en un acto en el que se reivindicaban abiertamente las ideas liberales, que a priori no parecen ser las más “populares”. ¿Cómo fue esa experiencia?
– En 1982 yo tenía bastante decidido irme del país, pero tenía algunas dudas, porque entonces teníamos ya tres hijos y no quería arruinarles su infancia. Pero lo que me terminó de convencer de quedarme fue una frase de Domingo F. Sarmiento: “Los que no se interesan por la política tienen un sólo castigo: aguantarse la política que hacen los otros”. Me sentí identificado con la ideas liberales y con la Ucedé, que había fundado unos meses antes Álvaro Alzogaray. Me afilié, y rápidamente empecé a militar. A los 20 días alquilé la cancha de Excursionistas en el Bajo Belgrano y organicé un acto con Alzogaray, aunque no me conocía casi nadie en el partido. Metimos 10.000 personas. Fue un éxito, pero también un baldazo de agua fría para los propios militantes, que tenían el complejo de creerse muy pocos. En esos días, Néustad dijo en su programa que los liberales teníamos buenas ideas, pero que éramos tan pocos que podíamos hacer una convención en una cabina telefónica. Yo tomé ese desafío, alquilé la cancha de River y tuve que poner todos mis bienes en garantía, porque no había compañía que asegurara semejante acto. Fue un acto impresionante y concurrieron más de 75.000 personas, pagando una entrada de US$ 2, el 30 de octubre de 1985.

Albamonte montado en un elefante que, según explica, simbolizaba el Estado

¿Qué significó un acto de esa visibilidad y convocatoria para usted y el partido?
– La gente empezó a mirar con un poco más de respeto a la Ucedé y a las ideas liberales. A los dos años fui elegido diputado nacional, y lo fui durante ocho años, porque renové mi banca. Y además fui convencional constituyente. En lo personal, en 1995 tomé la decisión dejar la política y volver a mi gran amor, que es la empresa privada. Y es que la empresa privada, en lo concreto, hace mucho más que el político, ya que tiene más posibilidades de mejorar el nivel de vida de nuestro pueblo. Genera trabajo, posibilidades de progreso. Primero trabajé en el multimedios América; tuve un programa de televisión 10 años. Y después me dediqué a la hotelería. Hoy somos la cadena más grande de Argentina, con un crecimiento muy sostenido, más de 3.000 empleados. Muchas veces uno escucha discursos muy lindos, pero que en verdad están vacíos de contenido.

¿Cuáles cree usted que fueron los motivos de esas 75.000 personas para ir a River aquella vez y pagar una entrada? Es decir, ¿qué les atraía de esas ideas o propuestas?
Las ideas liberales son muy racionales, más allá de que han tenido mucho ataque. Ya fueron combatidas hace siglos por los tiranos, por los señores feudales, porque el liberal considera que todos los seres humanos tienen los mismos derechos. Yo creo que son el único instrumento válido para mejorar el nivel de vida de la gente, poder lograr una educación de calidad. Y la Argentina es un país ideal para que esas ideas prosperen: cuando se aplicaron, hasta 1930, el país llegó a ser el sexto del mundo. Éramos más poderosos que Canadá o Francia. Y eso no fue un milagro, sino haber hecho las cosas de manera racional, no mentirle a la gente, no venderle fantasías, sino generar un país con premios para el que trabaja, se esfuerza y cumple la ley; y castigos para los que no trabajan y no cumplen la ley.

Desde esa perspectiva, ¿cómo analiza hoy el fenómeno del crecimiento de Milei y otras voces liberales, mezcladas con los discursos “antipolítica”?
– Está pasando que al populismo -y cuando hablo del populismo, no solamente estoy hablando de la izquierda y el peronismo, porque al populismo adhieren la mayoría de los dirigentes radicales- se le está acabando el discurso. Ante el fracaso de las políticas que han implementado, la gente naturalmente busca otra cosa. Aquel que se toma un poco de trabajo en leer los principios liberales verá que son absolutamente concretos, e incluso despojados de una ideología fanática. Hoy tenemos varios dirigentes llevando adelante la idea liberal, y estoy convencido de que van a tener mucha adhesión. No sé si van a tener tantos votos como para ganar una presidencial, pero sí de que van a ser el fiel de la balanza y a ayudar a determinar quién sigue adelante con esta riesgosa tarea de gobernar a la Argentina, que está llena de corrupción, de gente que se favorece solamente porque se acerca al Estado. Yo soy partidario de la competencia, me encanta. Cuando otra cadena u hotel se pone en la ciudad en la que yo estoy, me siento bien. En cambio, hay otros que buscan la protección del Estado para no tener que competir, y quien paga los platos rotos es el consumidor, pagando una camisa más del doble de lo que realmente vale. Entonces, ¿a quién estamos favoreciendo? A cuatro o cinco empresarios, frente a millones de consumidores imposibilitados de acceder a los bienes.

En su carrera por llevar el mensaje liberal al público masivo, Albamonte recorrió numerosos programas de televisión, incluyendo VideoMatch, conducido por Marcelo Tinelli

Quienes se oponen a las ideas liberales señalan un fracaso también de sus políticas, especialmente en términos de desigualdad.
– Bueno, yo la verdad que no había nacido cuando hubo experiencias liberales acá. Prácticamente terminaron en el año ‘30. Primero irrumpió el populismo conservador y después el populismo peronista. En vez de generar trabajo e igualdad de oportunidades y volcar recursos a la educación, se hizo y se sigue haciendo todo lo contrario. Cuando yo cuento en el exterior que en Argentina más del 50% de la gente vive de la limosna del Estado, no lo pueden creer. Y lo mismo pasa con el sistema de jubilaciones. Ahora nos enteramos que un montón de gente que nunca aportó va a ir a sacar de la bolsa de los que sí aportaron. Yo creo que eso es una injusticia, disfrazada de solidaridad. Es muy fácil ser solidario con la plata de otro.

Cuando usted fue diputado, la Ucedé compartía una alianza con el peronismo, liderado por Carlos Menem. ¿Hay margen hoy para un espacio liberal dentro del peronismo o en alguna forma de coalición?
– Me permito corregirte: no había una alianza entre la Ucedé y el peronismo, a pesar de que muchos lo hicieron ver así; hubo coincidencias en aquellas cosas que, curiosamente, por primera vez el peronismo decía. Por ejemplo, que la inflación no es por la maldad del carnicero de la esquina de casa, sino por la emisión espuria de moneda; y el único que puede falsificar moneda legalmente es el Banco Central. Por eso, mi primer proyecto en 1987, al asumir mi banca, fue la eliminación del Banco Central y la creación de la Caja de Conversión, que estuvo vigente durante décadas en la Argentina y generó una riqueza increíble, al punto que 5 millones de personas de buena voluntad vinieran a la Argentina para crecer, y aquí se afincaron. La mayoría de nosotros somos descendientes de ellos.

En esta idea de suprimir el Banco Central se ve una clara coincidencia con el programa que propone Milei.
– Sí, de Milei, de Benegas Lynch y tantos que han visto la aberración de que el Estado pueda falsificar moneda, lo cual significa generar un impuesto de lo más injusto. Ojo, los impuestos son siempre una carga y hay que ser muy prudentes; pero así el que más paga termina siendo el que menos tiene, porque lo paga en la inflación. Es una gran mentira, bien disfrazada, porque son muchos los que viven de la teta del Estado. No les conviene decir la verdad de lo que sucede.

Según dijo, no cree que a Milei y los candidatos liberales les den los votos para ser presidentes en 2023. ¿Cree que esas ideas puedan seguir creciendo para llegar mejor paradas a 2027, o se trata de un fenómeno coyuntural?
– Puede ser que crezcan. En el campo se dice que “en la cancha se ven los pingos”. Habrá que ver si la actual oposición no comete los mismos errores que cometieron cuando les tocó gobernar; que fueron muchos y lamentables. Creo que se aprendió, porque en general el hombre aprende mucho más de los fracasos que de los triunfos. Yo creo que hoy hay gente realmente capacitada.

«Tengo mis dudas sobre la conformación de Juntos por el Cambio. Una cosa es tener una alianza para ganar y solamente repartir cargos y otra, motivados por un proyecto de país y por ideas. Si uno rasca un poquito ahí, ve que la señora Carrió o algunas personas del radicalismo, como Morales, de liberales no tienen absolutamente nada».

Al contrario: desprecian la libertad y la posibilidad de que la gente pueda crecer, recibir cada vez mejores bienes. Yo creo que va a ser muy importante que volvamos al origen de la democracia, a 1983, cuando se hicieron las internas de todos los partidos políticos. Volviendo a cómo hicimos para juntar 75.000 personas en River en el ‘85, lo cierto es que en el ‘83 hubo un entusiasmo de la gente, y especialmente la juventud, por participar en política. Todos los partidos que las disputaron fueron variados, desde la izquierda representada por el Partido Intransigente, liderado por Oscar Alende; hasta la derecha, cuyo máximo referente era Alzogaray. En el medio estaban los peronistas, los radicales y otros partidos de izquierda que militaron activamente. Después, de a poco, se fueron desengañando, viendo que la corrupción no tenía castigo, que su nivel de vida bajaba, mientras que el de ciertos funcionarios era obscenamente escandaloso.

A medida que se acerca el tiempo de las definiciones, las estructuras liberales se empiezan a resquebrajar, como pasa con los espacios de Milei, Espert o incluso Juntos por el Cambio. ¿Cómo lo evalúa? ¿Hay posibilidades de cohesión?
Yo diría que ha sido tan lamentable el fracaso de los últimos gobiernos (en términos económicos, educativos, de seguridad, de salud), que es lógico que surjan nuevas alternativas. Y esperemos que la gente no se equivoque. Milei es una novedad, pero hay mucha más gente que puede colaborar. Veo una gran confusión y división en el partido oficialista, pero también en Juntos por el Cambio, donde hay una confrontación muy fuerte, que es ideológica, aunque no se exprese, porque los grupos más de izquierda no dicen qué harían si fueran gobierno. Y también por la necesidad individual e irresponsable de buscar el poder de cualquier manera, aún sabiendo que cuando asuman no van a saber qué hacer. Por eso creo que primero hay que analizar con qué políticas se van a presentar, cuál es la decisión que vamos a tomar. O vamos a seguir como hasta ahora, con una decadencia que se profundiza día a día, o hacemos una revolución liberal como se animó a hacer la Generación del ´80. Hay muchos argentinos preparados y dispuestos para hacerla.

¿Los jóvenes actuales están desencantados de la política y de los políticos?
– Bueno, el fracaso es evidente. Es muy fácil oponerse a algo que está claramente fracasado. Creo que hay una búsqueda afanosa por un nuevo camino. Y si el camino es liberal, créame que en pocos años la Argentina va a tener un futuro extraordinario; pero tenemos que ser coherentes. No podemos ser defensores de la libertad y tener 80 asesores en la Cámara de Diputados. Yo creo las nuevas tecnologías ayudan mucho a ese control, porque en mi época de diputado no había celulares (usábamos un beeper), mientras que hoy cualquiera va caminando por la calle, saca una foto y puede ganar un Pullitzer. Y también el periodismo va a tener un rol importante, mostrando las grandezas y las miserias, sin ocultar nada. Por suerte el joven, que históricamente es idealista, ha renacido, ya no cree más en los versos, ni en cuentos de hadas. Yo tengo muchos empleados jóvenes y me sorprendo cuando me dicen “yo lo estoy apoyando a Milei, creo en él y además creo que es coherente”. Más allá de su personalidad, que se puede criticar o no, cuando el tipo habla de economía es muy coherente.

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