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“El Juego del Poder” para 2023 ya está en marcha
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“El Juego del Poder” para 2023 ya está en marcha

El juego está en marcha. Y los jugadores se preparan. Aunque ambas cosas se intenten disimular. Porque es “políticamente incorrecto” hablar de eso, cuando “falta tanto tiempo” y las urgencias generales del presente son otras. Pero la ruleta de los candidatos presidenciales ya se echó a rodar hace bastante. Y todos, absolutamente todos/as, los que quieren participar ya miran con detenimiento el panorama, relojean sus fichas y hacen cálculos. La carrera para ver quién sucederá a Alberto Fernández en el Sillón de Rivadavia ya tiene varios aspirantes y hasta el propio presidente también se ilusiona con un segundo mandato, aunque el escenario no le es nada favorable. La bola ya está dando vuelta alrededor de esa ruleta. Pero nadie se anima a empezar a apostar. Por lo menos no ante los ojos de todos.

Si no hay cambios, en apenas 8 meses (en agosto de 2023) todos los argentinos deberán optar por cuál candidato de cada espacio político será quien encabece la lista para después sí, en octubre, elegir al próximo presidente. Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) todavía están en pie, pese a que hay voces que plantean eliminarlas. Para eso se necesitarían de determinados consensos en el Congreso nacional que hoy son sólo un espejismo de imposible cumplimiento.

Ahora bien, los que sean candidatos deberán enfrentar varios desafíos: el primero -y que el oficialismo lo vive en carne propia- es la difícil situación socio-económica argentina, con una inflación galopante que carcome el poder adquisitivo de la sociedad y que coloca al Frente de Todos en una situación muy compleja, sea quien sea el postulante a la Casa Rosada. En eso resulta favorecida la oposición, en especial Juntos por el Cambio, aunque deben enfrentar las cuestionamientos de su propio fracaso económico cuando fueron gobierno -2015/2019- con Mauricio Macri a la cabeza. Pero en JXC esperan que el actual panorama económico traccione votos para su fuerza. Y hay especialistas que sostienen que quien gane la interna de Juntos por el Cambio, ingresará triunfal a Balcarce 50, el 10 de diciembre de 2023.

Lo concreto es que hoy todos saben que el cuadro de situación está complicando a cada espacio. Hay un enorme hartazgo de la sociedad y un gigantesco enojo con la clase política en general. El escepticismo es el común denominador en amplios sectores de la ciudadanía. Y todas las encuestas así lo revelan. No sólo reflejan que el diagnóstico sobre el presente es malo, sino que la proyección para el futuro también lo es.

Pero, además, todos (o casi todos) los políticos tienen una imagen negativa que supera a la positiva. Algunos datos:
• Un sondeo realizado por la consultora Analogías a fines de octubre de 2022 (2.700 casos) señala que el 60% de los encuestados tiene una mala imagen del presidente Alberto Fernández (contra un 36,9% de imagen positiva). En un cuadro donde el 62% se define opositor y un 37% oficialista, casi en la misma proporción imaginan que la situación económica empeorará en los próximos dos años.• Una encuesta de Management & FIT (con 2.200 casos, noviembre de 2022) le da un peor saldo a la imagen del presidente: 74% negativa contra 18% positiva. Vale decir que casi la totalidad de los potenciales postulantes a la Casa Rosada, sean del oficialismo o la oposición, aparecen con más rechazos que aprobaciones. Y eso es preocupante para todos los espacios. En ese sondeo, faltando un año para las elecciones, el 30,2% dice inclinarse por Juntos por el Cambio, el 25% por el Frente de Todos, el 21,5% por los “libertarios”, el 4,7% por algún frente de gobernadores peronistas y el 3,8% por la izquierda.
• Una pesquisa llevada adelante por la consultora Zuban Córdoba (julio 2022, 1.600 casos) muestra que el 71,4% de los entrevistados sienten desconfianza hacia los partidos políticos y dentro de los que creen en ellos (24,8%), sólo el 2,3% dicen depositar “mucha confianza”.
• Otra investigación de M&F señala que el 70% de la gente está preocupada por la grieta y eso le genera indignación, cansancio y/o frustración a la mayoría de los argentinos. Y responsabilizan en especial a la dirigencia política por ese clima divisorio. En igual sentido se expresan los ciudadanos que respondieron sobre la grieta en un trabajo realizado por la consultora “Mucho en común”.

En ese contexto tan adverso, la danza de nombres ya empieza a circular en los pasillos del poder. Y también en algunas encuestas. En el oficialismo no sólo aparece fogoneado por algunos ministros el propio Alberto Fernández (quien en su momento no descartó ir por la reelección), sino que con su poderosa incidencia interna –en especial con el apoyo de La Cámpora- la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sonaba con mucha fuerza. Aunque se sabía que el nivel de rechazo a su figura seguía siendo demasiado alto, era la candidata que mejor medía y todavía mide dentro del Frente de Todos, con una base de fidelidad que no tienen otros miembros de ese espacio. Cristina coqueteaba con los cánticos que la acompañan en cada acto que protagonizaba, pero no terminaba de definir si aspirará a la Presidencia o no. Finalmente su situación judicial inclinó la balanza y bajó su candidatura minutos después de ser condenada, aunque desde su espacio todavía intentan convencerla.

Hay otros nombres que suenan en el oficialismo. Uno es el de Sergio Massa. Se sabe desde hace años de sus aspiraciones presidenciales. Pero hoy la suerte del ministro de Economía está atada justamente a la tarea que desempeña. Es decir, en la medida que la economía no se encarrille, algo que por ahora parece bastante lejano, las chances de que el tigrense se postule se van esfumando. Su juego es a todo o nada. Y en él también se juega la suerte de un potencial competidor interno: Alberto Fernández. Y, por qué no, del resto del oficialismo.

Las tensiones internas que se viven dentro del Frente de Todos también tienen un correlato electoral. Además de CFK, los sectores más kirchneristas tienen entre sus posibles apuestas a otros jugadores que podrían competir por la Presidencia en el caso de que la exmandataria decida dar un paso al costado.

Ellos son el actual ministro del Interior, Wado De Pedro, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Y, por qué no, el propio líder de La Cámpora y titular del PJ bonaerense, Máximo Kirchner. Claro que saben del rechazo que ese movimiento genera en vastos estamentos de la sociedad, en particular en los sectores medios urbanos.

Del lado de la oposición tampoco la situación es un lecho de rosas. La danza de nombres es permanente, como así también las diferencias. Uno que coquetea con la posibilidad de su postulación -pero que cuando hace declaraciones públicas intenta disimularlo- es el ex presidente Mauricio Macri. Ya desde el lanzamiento de su libro “Primer Tiempo” -y el siguiente, “Para qué”- se insinúan sus intenciones de competir nuevamente por la Presidencia. Sin embargo, desde su entorno conocen las limitaciones que tiene su virtual candidatura, ataviada por el rechazo a su figura y la memoria de lo que dejó su gobierno.

Por otra parte, los sectores más extremos de Juntos Por el Cambio propugnan la candidatura de Patricia Bullrich, quien ha endurecido su discurso con un doble objetivo: por un lado, timarle votantes de la ultraderecha a Javier Milei y, por el otro, incomodar a sus adversarios internos de JXC y, en especial, del PRO. Bullrich no ha escondido sus críticas a sus socios políticos y a uno en particular: el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, a quien considera muy moderado dentro del endogámico juego que han planteado entre “halcones” y “palomas”. Pero la ex ministra de Seguridad también conoce de los techos electorales que tienen sus duras consignas.

Rodríguez Larreta, por su parte, intenta capitalizar la gestión al frente de la Ciudad más rica del país y esa diferenciación frente a los sectores más intransigentes de su propio espacio. Sabe que las encuestas le dan una ventaja sobre el resto: es el aspirante a la Rosada con menos distancia entre la imagen negativa y positiva y hasta en algunos sondeos tiene un saldo a favor en esa puja, algo que no ocurre con ninguno del resto de los postulantes, sea del oficialismo o de la oposición.


En esa reñida y poblada interna de Juntos por el Cambio entran otros dos referentes que, a diferencia de los anteriores, no forman parte del PRO, sino que militan en el otro socio: la Unión Cívica Radical. Ellos son Facundo Manes y Gerardo Morales. En el caso del médico neurólogo hace tiempo que viene amagando con su objetivo de candidatearse y apuntar a un votante de centro. En el mismo camino se alista el actual gobernador de Jujuy. Morales, como presidente de la UCR, se ha quejado más abiertamente de cómo el centenario partido parece ser el convidado de piedra en el armado de Juntos por el Cambio y criticó en más de una ocasión al gobierno de Macri y el poco espacio que el PRO le dio a los radicales cuando estuvieron al frente del Poder Ejecutivo Nacional. Si bien es cierto que la UCR es en cierta medida el que le garantiza mayor territorialidad a JXC, también es verdad que el partido ha quedado marcado por los fracasos económicos cuando fue gobierno en el pasado.

Otro espacio que sueña con disputar el poder con vista a las presidenciales de 2023 –o por lo menos dar una suerte de “batacazo”- es el que encabeza Javier Milei. Con un discurso antipolítica, en el que se entretiene cuestionando a lo que él llama “la casta”, el postulante de La Libertad Avanza tuvo un crecimiento impresionante en las encuestas, pero en los últimos tiempos eso se estancó. Además mantuvo sus propias batallas internas en su espacio (en particular con Carlos Maslatón) y no termina de tejer todos los acuerdos con el líder de Avanza Libertad, José Luis Espert. Los posicionamientos extremos de Milei en temas muy delicados (venta de órganos, venta de niños, entre muchos otros) parecen haber asustado a potenciales votantes de una derecha moderada.

El desempeño electoral que pueda tener este economista que se autodefine como “anarcocapitalista” es lo que más preocupa a Juntos por el Cambio porque podría “robarle” muchos votos, sobre todo de la derecha más dura.

La izquierda también busca tener mayor presencia en el voto popular de la que tuvo en las últimas elecciones. Si bien a nivel país el Frente de Izquierda fue el tercer espacio más votado, quedó muy lejos del FDT y de JXC. Todavía no tiene definido quién será su candidato o candidata a las presidenciales pero los nombres que más suenan para la interna son Myriam Bregman, Nicolás Del Caño (fue el postulante presidencial en 2019), Gabriel Solano o Néstor Pitrola. Algunas voces internas señalan que quizás quien más chance tenga sea Bregman ya que en la izquierda suelen alternarse y porque muchos consideran que la abogada del PTS puede atraer a más votantes enojados del kirchnerismo.

Después pueden llegar a aparecer más opciones vinculadas al peronismo provincial más tradicional, a las ligas de los gobernadores (como el cordobés Juan Schiaretti, el santafesino Omar Perotti, el sanjuanino Sergio Uñac, el entrerriano Gustavo Bordet o el exmandatario salteño Juan Manuel Urtubey) pero en un país tan centralista como la Argentina, donde las noticias de lo que ocurre en Capital y Gran Buenos Aires parecen tener un peso específico mayor en los medios y donde el grado de conocimiento público es fundamental para cualquier candidatura, es difícil para cualquiera de esas figuras poder levantar vuelo en las encuestas con la mirada puesta en la Presidencia 2023.

En ese panorama complejo, la ruleta de los candidatos ya está girando. Disimuladamente o no tanto. Pero el juego está en marcha. Un juego en el que millones de ciudadanos deberán elegir entre un puñado de presidenciables para que los gobiernen durante cuatro años. Ese puñado de jugadores que ya está alistado para la aventura más difícil. Y seductora. El juego de los candidatos. El juego del poder.

(Artículo publicado originalmente en la edición impresa de Newsweek Argentina de diciembre)

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