Por Silvio Santamarina
Fingir demencia. La frase, tomada prestada de psicólogos y médicos legistas, es la fórmula con la que las nuevas generaciones etiquetaron en las redes digitales un clima de época que consiste en sobrevivir a la crisis profunda y recurrente haciendo como que no existe, en un plan festivo de negación violenta de los desafíos y costos que nos esperan en el futuro inmediato.
En un estado de carpe diem electoral, la sociedad argentina se ha lanzado en picada al abismo de un balotaje delirante, que consiste en optar entre dos polos que se niegan entre sí, pero que mucho más se niegan a sí mismos: cada uno planteando identidades políticas que implosionan sin cesar, en una contradicción de origen que ya no cabe en el simplificado escenario de “la Grieta”.
Hay que “fingir demencia” para votar a un candidato al que sus íntimos llamaban «El Loco», cuyo desquicio agresivo le ha permitido romper el frente opositor, con cuyas esquirlas ahora intenta armar un mecano racional para convencer a los votantes “serios” de que la suya es la opción más cuerda para reordenar el país. Pero también hay que “fingir demencia” para votar a un candidato que promete arreglar la economía rota de la Argentina, de la que se hizo cargo hace más de un año, sin éxito, en calidad de “superministro”.
Pero es lo que hay. Y con lo que hay, tenemos la obligación de hacernos cargo del escenario que nos toca, porque algo tendremos todos que ver con esto en que se ha convertido el modelo de gobernanza en la Argentina. Una dinámica de coaliciones -propia de los sistemas parlamentaristas-, pero encorsetada en un mecanismo de suma cero piramidal, típico de los presidencialismos.
Salió Newsweek Argentina de noviembre: el plan de Massa para terminar con la grieta
Para hacer funcionar ese engendro, y concretar la misión de formar un nuevo gobierno, masticamos este menú de tres pasos -o de tres PASO-, donde se convida al votante a intervenir en la conformación misma del “partido” que vota, en tiempo real. A lo largo de un traumático proceso de selección, que se parece a un Gran Hermano plagado de traiciones y complicidades sorpresivas, las candidaturas y alianzas van mutando en cada turno electoral, hasta encontrar un formato final, pero no definitivo. Es final porque al cabo de tres escrutinios, se define un ganador, que se irá a sentar en el sillón que estrenó Rivadavia. Pero no es definitivo, porque la metástasis sigue, al interior de la coalición gobernante, desde que arranca el mandato hasta que colapsa. Y vuelta a empezar.
Pero no solo los candidatos aprovechan y padecen -cada cual según su psiquis- este laberinto de pasiones identitarias mutantes. También los simples votantes de a pie, los millones de nosotros que llenamos urnas, experimentamos el vértigo de no reconocernos cada vez que pasamos delante de un espejo, durante la Ordalía electoral en tres pasos. Pasamos de fachos a progres, de populistas a elitistas, de libertarios a socialdemócratas, de privatistas a estatistas, de patriotas a vendepatrias, del plazo fijo al canuto verde-gris bajo el colchón. Todo en apenas unas semanas, sin respiro. Y el que se marea pierde.
Así comprobamos, con asombro, que Miriam Bregman fue visionaria -y no apenas chicanera- cuando apodó a Javier Milei como “gatito mimoso”, mucho antes de que el candidato libertario colgara en sus redes el tierno dibujo del león que abraza al patito. ¿Cuál es el auténtico Milei? ¿Fiera o mascota? La respuesta es tan incierta como adivinar si nos resultará más disruptivo un Milei triunfador en el balotaje, o uno perdedor, aislado y humillado.
Una confusión comparable rodea la candidatura de Sergio Massa que, según los índices de confianza de la opinión pública, viene logrando la increíble proeza de disociar su rol de ministro de Economía de la performance -muy rechazada en los sondeos- del Gobierno. Y esas mediciones se reflejaron en las urnas.
Para simplificar el fenómeno, se denuncia la fenomenal apuesta de dineros públicos para torcer voluntades electorales, más conocida como “Plan Platita”. Puede ser. Pero esa dinámica podría interpretarse de una manera más inquietante, mirándola del lado no de la oferta sino de la demanda.
Haciendo una lectura -digamos- clasista, para interpretar el estancamiento de Milei tras su batacazo en las PASO, en paralelo al salto de Massa, podríamos conjeturar que los pobres le hicieron creer a los ricos que se habían vuelto liberales. Pero en realidad, simplemente estaban negociando colectivamente con el Estado peronista un “Plan Platita Recargado”, justo en el momento en que los “desposeídos” cuentan con el voto como herramienta persuasiva para hacerse escuchar y compensar en la puja distributiva. Y los liberales de buena pasar se comieron el amague, con tanto disgusto que salieron a expresar su furia en las redes, maldiciendo a aquellos que seguirán, por los siglos de los siglos, “cagando en un balde”. Cuánto tiempo y plata derrochada en posgrados en el exterior, para terminar vomitando groserías inconducentes.
De todos modos, en la City también se habla de un “Plan Platita Premium”, que explicaría parte de la remontada algebraica de Massa. Se cuenta una escena nocturna de peronismo explícito, supuestamente ocurrida en la semana previa a la Primera Vuelta, con el intercambio de pesos por dólares billete entre “Manos Amigas” y emisarios del MECON. El premio: dólar blue a 880, cuando en la calle volaba arriba de mil.
La contraprestación: restricción cambiaria y moderación en la cotización paralela. La versión es incomprobable desde lejos, y tampoco la vieron los sabuesos oficiales que salieron a patrullar por las casas de cambio en busca de avivadas, pero en el circuito cambista no hay quien no la de por cierta. “Los cueveros son compañeros”, decía el inefable Guillermo Moreno.
Sea como fuere, el comportamiento de los mercados mostró sus paradojas identitarias, fogoneadas por el proceso electoral. Cuando ganó Milei el mejor lugar en las PASO, los inversores contestaron con más miedo que euforia, a pesar de que las dos listas autopercibidas como liberales y pro-mercado habían dejado tercero al oficialismo peronista K. Y al revés, tras el inesperado éxito massista en la Primera Vuelta, las curvas de activos a futuro mostraron cierta relajación, como si al mercado lo aliviara más el malo conocido que el presunto bueno por conocer. Desde entonces, no se sabe si “pricean” el amor o el espanto por lo que viene.
LO QUE VIENE
Antes de saber qué Presidente tendrá que manejar las expectativas volátiles de los argentinos, tanto representantes como representados tienen que atravesar el último de los tres filtros electorales del retorcido mecanismo de sucesión que supimos conseguirnos. Y aquí reaparece la lógica de La Grieta, pero también desaparece.
Alrededor de la mesa de campaña de Massa, se reconoce esta ambivalencia de la Argentina agrietada. “Creemos que la elección es para adelante: la decisión final se trata de la Argentina que viene vs. retroceder al pasado (Macri, Bullrich y Milei)”, resumen.
En las filas massistas, apuestan a que la inquietante personalidad de Javier Milei y la división que provoca su nombre en el espacio de Juntos por el Cambio (“en los 4 partidos hubo rechazos”) acentúan la idea en el electorado de que votar a Milei no suma, sino que divide y destruye.
Sobre ese agrietamiento en curso al interior de la oferta opositora, Massa se recuesta en la simple premisa de la Unidad Nacional. “Será un plebiscito sobre Javier Milei”, subrayan.
Massa quiere representar a una nueva mayoría, y esa será la línea de trabajo de su estrategia comunicacional. El objetivo es simple: ser percibido como el “voto útil” para muchos sectores que naturalmente no lo votarían. “Tendremos mensajes y compromisos para las izquierdas, los radicales, el cordobesismo, los provincialismos y los moderados del PRO”, avisan.
Esta oferta multitarget evoca aquella sarcástica anécdota de Perón explicando el mapa político argentino a un periodista extranjero: un tercio de radicales, otro de socialistas y el resto de conservadores… ¿Y el peronismo? “Ah, nooo: ¡peronistas somos todos!”.
O a la que le dijo a Tomás Eloy Martínez, sobre las diferentes versiones del país que cada sector le exponía en las visitas a su exilio ibérico: “¿Qué quiere que le haga? ¡Yo les creo a todos!”.
Siguiendo al pie de la letra aquel manual del usuario de la máquina peronista, uno de los eslóganes massistas es: el Gobierno de unidad nacional es con los mejores. Vengan de donde vengan. No nos importa de dónde vienen, sino adónde vamos.
Por eso repiten que la grieta murió y que no la van a reavivar. Aunque aseguran que hasta que termine la campaña seguirán solo con propuestas y hablándoles a todos, admiten que no se olvidarán de poner el foco en las consecuencias alarmantes de lo que piensa, dice y actúa Milei.
Basados en lo que arrojan los estudios de “focus groups”, se afirman en el diagnóstico de que el oponente libertario despierta desde miedo a dudas, pasando por incertidumbre y desconfianza. “Entendemos estos sentimientos. Vamos a ofrecer una propuesta confiable, segura y ordenada a todas estas personas”, prometen. El problema es que, del lado de Massa, además de la turbulencia monetaria -contenida, pero turbulenta al fin-, pueden aparecer cisnes negros de último momento como el desabastecimiento en las estaciones de servicio, que pueden tener un efecto más concreto en el humor del votante que los escándalos de corrupción. Hay demasiados cisnes oscuros enjaulados en la trastienda de la gestión oficialista, que pugnan por zafarse del apretujado encierro.
El equipo de trabajo del candidato-ministro sabe que el lugar de Massa es el de un equilibrio tan delicado como tenso. Pero a esta altura del partido, ya no hay mucho que hacer al respecto. En cambio, confían en que son mucho más gruesas las chances de que los de la competencia incurran en más errores no forzados. Y, como indica el ABC de la guerra, no es sabio interrumpir al enemigo mientras se está equivocando. Mientras JxC se pelea, Massa se reúne con los gobernadores. Las fotos de prensa muestran una película muy distinta en cada bando en pugna.
“Cada vez es más nítido que las propuestas de Milei son irrealizables. Los comportamientos, inadmisibles. Sus valores, humanamente insensibles”, señalan. De esa evidencia se desprende que la ecuación cantada es: “Milei o la Argentina”.
En el lado opositor, hacen otros cálculos: ante las dudas sobre la verosimilitud del frente cambiemita-libertario, muchos se conforman con hacer la cuenta básica de sumar los votos obtenidos por Patricia con los de Milei, descontando un par de puntos de “radicales libres” pero no tan liberales, que le aportarán votos neutrales al massismo. Más nuevos indecisos y una parte del exvotante de Schiaretti… al 50% se llega. En teoría.
En el búnker massista, prefieren hacer evaluaciones cualitativas. “¿Qué nos dice la opinión pública? El pacto Milei-Bullrich decepciona a ambos grupos de votantes y les genera desconfianza en los valores de sus dirigentes. Sólo los votantes duros de Patricia lo justifican, en nombre del enfrentamiento al kirchnerismo. Pero esos números no alcanzan”, suponen.
También creen que el sentimiento de decepción por el pacto relámpago opositor se extiende a los que votaron a Schiaretti, a los indefinidos y hasta a los votantes “blandos” que tuvo Bullrich.
Dicen que los “focus groups” lo definen más o menos en estos términos: “Son 3 políticos, escondidos, en medio de la noche, queriendo decirle a sus votantes lo que tienen que hacer. Es un pacto electoral entre ellos, pero ¿qué va a generar de positivo para los electores?”.
Para los massistas, el tono que tuvo el pacto opositor es el gran cisne negro que afecta a Milei. Un pacto que comienza con rupturas, traiciones, escondido, que genera tantas desconfianzas, ¿cómo va a garantizar la estabilidad y la unión que Argentina necesita? ¿Cómo va a generar estabilidad lo que empieza con ruptura y traición? Suena razonable, viniendo de Massa, que fue uno de los tres garantes de la coalición de gobierno que protagonizó las peleas más obscenas a cielo abierto de los últimos tiempos. Y el peligro de que la pulseada con el cristinismo se desate apenas arranque un eventual gobierno liderado por Massa, a la manera del caso Alberto Fernández, se mantiene agazapada en los pliegues de la memoria política.
“Eso lo dicen los que supuestamente pactan para librar a la Argentina del kirchnerismo. Pero esa etapa ya pasó. Massa es Massa y a partir del día 10 él será el jefe. Empieza una nueva era. Van a ver al líder de un gobierno de unión nacional por la estabilidad del país”, insisten.
Massa no insulta, dialoga y une: así lo resumen. Y están convencidos de que los votantes de Bullrich quieren un país organizado, con seguridad, con educación pública de calidad, con estabilidad. No quieren el caos, el desorden ni la radicalidad de Milei. Conclusión arriesgada: Massa los representa más que Milei. El tiempo lo chequeará.
LA VERDAD DE LA MILANESA
Más allá de los modos políticos y los modales personales, lo que siempre mueve el amperímetro es la economía. Y no se ha visto demasiada claridad al respecto a uno y otro lado.
En el caso de Milei, las promesas de dolarización, levantamiento del cepo, baja de impuestos y retenciones fueron relativizadas, al menos para el corto plazo de un eventual gobierno libertario. El desembarco desesperado estilo pirata del macrismo en La Libertad Avanza contribuyen a diluir la certeza de que la emblemática “motosierra” arrasará con todo, caiga quien caiga. Esa aparente moderación, por ahora, trajo menos tranquilidad que desconcierto por el verdadero plan que implementaría el nuevo Milei, acaso más gatito que león.
Massa adelantó que su ministro de Economía será de otra fuerza política
Del lado de Massa, es paradójica la situación de tener que vender un plan económico superador del actual modelo económico, conducido por la misma persona. ¿Es continuidad o cambio radical? ¿O un mix? Para ganar tiempo, y pescar votos con red, se comunican esbozos de plan, pero a dos puntas. A los lectores de Clarín, se les filtra reuniones con Carlos Melconian. Pero a los lectores de Página/12, se les habla de consultas a Roberto Lavagna, con chances de que su hijo Marco protagonice un enroque que lo ascienda en la jerarquía massista. ¿Habrá un plan?
Cerca de Massa asienten bastante convencidos, con la salvedad de que la prioridad es llegar a frenar el peligro Milei, y recién después concretar el equipo que implementará el nuevo modelo. O como le llama Axel Kicillof, “la nueva música, una que no sepamos todos”. Revisemos punto por punto, o mejor dicho, nota por nota, de esa canción todavía sin letra.
Massa reveló cuánto va a aumentar el dólar antes del balotaje
“El mercado ve con buenos ojos que se tome una medida de shock (sinceramiento de las variables) durante enero y febrero, que impactará de manera directa en el tipo de cambio, y que se trasladará automáticamente a precios: esto implicaría inflación alta durante el verano y una estabilidad de marzo en adelante”, especulan.
Con el tipo de cambio en la mira, Massa quiere un Banco Central fortalecido con un hombre de su mesa chica, seguramente sea Leonardo Madcur (actual jefe de gabinete de Economía) y no Lisandro Cleri (actual número dos), porque lo quiere dentro del Ministerio de Economía por su muy buena relación con el establishment local y los mercados.
“Hoy Massa está escuchando y analizando más que definiendo de cara una futura presidencia”, explican en su entorno. Un ejemplo de eso sería lo que se estuvo hablando oficialmente sobre una moneda digital estatal, como un modo de acercarse al mercado crypto y de sondear mecanismos de pago y ahorro alternativos, especialmente para el target más joven.
En cuanto a las áreas de gestión, en Energía, el desafío está en conseguir el financiamiento del tramo 2 del gasoducto, un monto alto que solo vendrá de la mano de la confianza que se logre crear en los mercados internacionales. Se trata de una suma cercana a los US$ 3.000 millones.
Economía del Conocimiento es un tema que Massa lo tiene en su mira tanto por la formación de los programadores como por las divisas en blanco que podría generar el sector, por la exportación de servicios y talento.
En cuanto a telecomunicaciones, dicen que hay que seguir viendo como evoluciona el 5G, donde Grupo Clarín a través de Telecom, Claro (Slim), Telecentro (Pierri) y Movistar avanzan bajo la mirada de Estados Unidos y China: se trata de un ajedrez sofisticado. La exigencia de EE.UU. para que Huawei no juegue es un punto importante y fundamental en la relación bilateral con ambos países.
Massa y Lammens enviaron un proyecto al Congreso para convertir el PreViaje en ley
Turismo es uno de los sectores ganadores de la post pandemia, y Massa quiere fortalecer y ordenar el modelo PreViaje. Este sector mira mucho lo que ocurrirá con el tipo de cambio a partir del 10 de diciembre, y Massa busca darle respuesta.
Massa no habla ni con sus más cercanos al respecto de las definiciones sobre las empresas estatales: YPF (clave para Vaca Muerta y Palermo Aike), IMPSA (hoy depende de Producción y tiene un potencial internacional de exportación en un sector internacional de pocos jugadores), Aerolíneas Argentinas, AYSA (que está presidida por la potencial primera dama) y Arsat (reducto clave del sector de las telecomunicaciones), al igual que el ENACOM, entre otras.
Lo cierto es que solo el Ministro de Economía sabe lo que quiere y el gran enigma ahí sería quiénes la pueden encabezar. El radicalismo y aliados políticos, las miran con amor: pueden ser cartas de negociación, pero también zona áspera.
En Educación, si bien Massa es muy amigo de Jaime Perczyk, UCR Evolución podría tener un rol protagónico en el área.
También se sabe que en la jefatura de Gabinete, Emilio Monzó podría ocupar un rol como parte del gobierno de unidad, lo cual influirá en los grandes consensos sobre economía.
Otro rompecabezas interesante para ver es el armado del nuevo establishment nacional que nacerá el 10 de diciembre. A los nombres ya conocidos cercanos a Massa, está por verse quiénes integrarán la “mesa ampliada para contener y fortalecer al empresariado nacional”, como dicen en el entorno.
Sin sequía, también el agro será fundamental en la generación de divisas, donde Massa apunta a equilibrar las reservas (teniendo en cuenta que habrá una menor demanda de dólares en temas de energía). Esta parte de la contabilidad massista para el comienzo de su hipotético mandato es fundamental.
Dólar: Algunos economistas le dicen que debería unificar la divisa en los 700 pesos. Que eso haría que el blue desaparezca. El dólar cerca de 1000 es dólar pánico, opinan algunos de sus interlocutores expertos. Pero todo está por verse, según la dinámica de acá al 10 de diciembre.
También hay expectativa por el ingreso de dinero externo, el massismo confía en que se abrirán mercados pero no lo ven hasta marzo. Es clave para el equipo la primera visita de Massa Presidente a EE.UU. No olvidan que el primer año de gestión de Massa coincidiría con los norteamericanos enfrascados en elecciones leoninas. Por eso, para Massa, el embajador que ponga en Washington deberá tener, sí o sí, un fuerte entendimiento del escenario que vivirá ese país en 2024.
Respecto del Mercosur, el equipo de campaña de Lula fue fundamental en el rearmado de la estrategia massista, el tono de la misma, los mensajes, su expertise en la pulseada Lula-Bolsonaro: todo generó lineamientos estratégicos que dejarán su impronta en la futura gestión.
LAS TRES M
Más allá de las diferencias abismales entre Massa, Milei y Macri, los tres comparten una fe que excede cualquier plan económico que puedan diseñar sus respectivos especialistas: con mucha, acaso demasiada autoestima, siempre han confiado en que su sola presencia alcanza para dar un giro de 180 en las expectativas sobre el futuro del país, y eso lo traducen en clima de negocios positivo y “lluvia de dólares”. Es discutible.
También compartirán la necesidad de negociar a fondo en el Congreso para procurarse, por comodato, algo parecido a un quórum propio. Esa compleja trama forzará a todo el espectro político a acomodarse a un nuevo escenario, en el que acaso “La Grieta” dará paso, si no a un improbable gobierno de consensos, al menos a un país agrietado en varias parcelas, que habrá que ir pegando para armar algo nuevo. Y si ellos no lo logran, siempre quedará Cristina: el fantasma que todavía los vigila.