Por: Lalo Zanoni -Periodista, especializado en comunicación digital-
Alberto Fernández tiene el retuit fácil. Desde su cuenta personal de twitter (@Alferdez) el presidente le reenvió ayer a sus más de dos millones de seguidores una caricatura del dibujante Serko donde se veía cómo Vladimir Putín y él vacunaban en la nalga a un gorila. Polémica, trending topic, repudios, protestas. Al rato, la cuenta borró el retuit (en la jerga, RT). Hasta hoy jueves a la tarde, nadie publicó una disculpas. Pero el fuego ya se había prendido. La oposición encontró un caso servido en bandeja y repudió el hecho. Alfredo Cornejo, líder de la UCR, tuiteó: “Justo en el momento donde el país más necesita de un estadista que garantice la unidad de la Nación. Un mensaje borrado, también es todo un mensaje”.
Fernández tiene el retuit fácil porque no es la primera vez que pifia siendo presidente (vamos a ser buenos y dejar de lado todos sus tuits anteriores). En la madrugada del 13 de abril del año pasado, le hizo un RT a un tuit del periodista Dante López Foresi que calificaba como “gordito lechoso” a su colega Jonatan Viale solo porque este había criticado al presidente. El repudio fue total. Fernández, esa vez, tuvo que pedir disculpas en otro tuit y lo atribuyó a “un error involuntario”.
Curiosidades del destino. “Error involuntario” fue el mismo pretexto elegido por los que administran la cuenta de tuiter del Ministerio de Seguridad (@Minseg) cuando se disculparon el último fin de semana por el tuit que decía: “Mamarracho jurídico” se queda corto para este genocidio”, en referencia al fallo que ordenaba al gobierno porteño a abrir las escuelas.
Es hora de preguntarse quién maneja la comunicación digital del gobierno.
Más allá del dudoso gusto del chiste del gorila -que en realidad es del año pasado- lo que deja al descubierto es la fragilidad y precariedad de la comunicación presidencial. No se entiende cuál es la estrategia ni tampoco las capacidades para ejecutarla de los que deben gestionarla a diario. Vamos a ser buenos y pensar que los dos RT no los hizo el presidente sino alguno de sus asistentes, community managers, secretarios, etc. ¿Conocerán el primer axioma del prestigioso Paul Watzlawick que indica que “todo comunica” y que, por lo tanto, es imposible no comunicar? ¿Sabrán lo que significa contexto? Según la REA es el “conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales no se puede comprender correctamente”.
Recordemos entonces el contexto en el que fue difundido el chiste. En tal vez la peor semana del gobierno desde que asumió Fernández. Fundamentalmente por los constantes tropiezos presidenciales, en medio de una lucha feroz entre el gobierno nacional y el porteño, una crisis sanitaria que el mismo gobierno, los médicos y sus medios aliados califican de gravísima, una vacunación lenta y fallida (con vacunados VIP), la indomable inflación, con restricciones a la circulación, colegios cerrados, hartazgo y crispación social, protestas diarias, etc. La sensación que queda es que el presidente prefiere pavear en twitter. ¿De qué otra forma se puede leer su retuit?
“Fue solo un chiste”, intentan minimizar algunos de los tuiteros que defienden al gobierno. Pero ¿desconoce el presidente y su equipo de comunicación digital el significado del humor? Para Sigmund Freud, el chiste satírico o irónico es un medio para sacar a la luz los deseos reprimidos de una persona (o de una sociedad). ¿El presidente cree que la vacunación a los millones de argentinos opositores a su gobierno es una suerte de favor, regalo o concesión? Habría que recordarle también a él y a su equipo que las vacunas que el gobierno compra las paga con dinero público, es decir, de los impuestos que pagamos todos los argentinos. Los que lo votan y los que no.
En Social Media, una de las claves para gestionar las redes públicas de una organización, de personas, empresas o gobiernos, es el timing. Consiste en saber administrar y organizar el tiempo correspondiente a las distintas fases de ejecución de un plan, una estrategia, una tarea o una acción. El buen timing en la política suele ser un arte, es cierto. Tal vez reservada solo para unos pocos estadistas. Pero el mal timing suele ser muy habitual en presidentes desorientados. Un pecado que, en estos momentos, Alberto Fernandez no puede cometer.