Por Gabriel Michi
Cristina Fernández de Kirchner reapareció en la escena pública con una carta en la que alerta sobre los peligros que afronta la Argentina con el gobierno de Javier Milei. Se reúne con políticos y periodistas mostrándose activa y muy lejos de jubilarse de la política. Los secretos de su vida hoy. ¿Por qué decidió volver?
Dos meses y cuatro días. Un tiempo “suficientemente prudencial”. Así lo cree ella. La mujer, la política, la militante, la ex presidenta. Tiempo suficiente en medio de un torbellino de sucesos que corren con la vorágine propia de una Argentina gobernada por Javier Milei. Tiempo suficiente de un silencio que fue atronador para los propios. Y que fue un bálsamo para los enemigos. Pero llegó el momento y Cristina Fernández de Kirchner decidió decir basta. Y sus palabras explotaron en un documento de 33 páginas que generó un tembladeral político. Una carta que venía trabajando desde hace mucho tiempo, casi desde el día que se alejó del poder. Sólo faltaba la oportunidad para hacerla pública. Para que el regreso de Cristina sea una realidad. Muy lejos de la jubilación.
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¿Por qué ahora? Se pueden ensayar varias respuestas. Por ejemplo, que Cristina notó cierto adormecimiento de la dirigencia política, de los gremios y de algunos movimientos sociales, frente a lo que ella considera un avasallamiento de los derechos y un camino al empobrecimiento colectivo como nunca se ha visto y en tiempo récord.
Para CFK la falta de reacción es una señal de debilidad política o de negociación encubierta a espalda de la gente, lo que sería aún más grave. Y, en este último plano, siente que se están construyendo muchas traiciones. Por ejemplo, en un hecho en particular: que en el Senado no se haya podido convencer por mucho tiempo a los cuatro legisladores que les faltaban para llegar al número necesario que fuerce una sesión especial en la Cámara Alta y voltear el polémico DNU de Milei. Que haya senadores cercanos, que incluso acompañaron la boleta de Unión por la Patria, que no ayuden a juntar ese quórum, frente a la negativa de la vicepresidenta de la nación y titular de la Cámara –Victoria Villarruel- de convocar a una sesión al respecto, huele mal para CFK. “Si se pudo voltear la Ley ómnibus, mucho más se puede hacer caer el DNU que tanto daño está haciendo”, señalan en su entorno.
Pero no sólo eso. Hay una palabra que le quita el sueño a la ex presidenta. La “dolarización”. Cristina está convencida de que el gobierno de Milei va hacia esa “Meca” que prometió y que, a este ritmo, se dará a más tardar a mediados de año. Eso significaría una hecatombe para el país. Una bomba neutrónica que destruirá hasta los cimientos de la sociedad ya que se entrará en una crisis de semejante envergadura que poco quedará en pie. “Un camino sin retorno”, describen sus allegados. Y la ex presidenta siente que la dirigencia en general no dimensiona la gravedad de lo que está ocurriendo.
Por eso quedó atrás la decisión de guardarse en “cuarteles de invierno” -o de “verano”, dado la época del año-, algo que ella había elegido por cuenta propia pero que era compartido por muchos de los dirigentes del peronismo en campaña y después de ella. Muchos consideraron que cualquier vínculo público con el kirchnerismo en plena contienda electoral podía afectar las chances del entonces candidato Sergio Massa y luego, con la derrota ya consumada, le asignaron a las peleas entre Cristina y Alberto Fernández –y sus respectivos espacios y referentes- una alta cuota de responsabilidad en que Milei haya llegado a la Casa Rosada.
Cristina supo de eso pero también entendió que era el momento de “guardarse” mientras durara la “primavera” o la “luna de miel” con el nuevo gobierno. Pero eso duró menos de lo que se esperaba. Y por eso es que, a dos meses y 4 días de que Milei asumió, la máxima exponente “k” salió al cruce con este documento titulado “Argentina en su tercera crisis de deuda”.
Pese a que algunas personas de su máxima confianza le habían sugerido que todavía no lo haga, un supuesto off the record malinterpretado por un periodista daba a entender que la ex presidenta coincidía –y hasta elogiaba- en muchos aspectos las políticas propuestas por el líder libertario. Y esa publicación errónea –señalan desde su entorno- ayudó a acelerar la publicación de la carta para “aclarar los tantos. Y con una ida fuerza: decir “aquí estoy”. Una suerte de “No me den por muerta ni jubilada” que la devuelve a Cristina la centralidad política. Algo que nunca quiere perder. Así se consumó el regreso de CFK.
EL PRESENTE DE CFK
Cristina Fernández de Kirchner hoy vive en el departamento de la calle San José, en el barrio de Constitución, donde antes residía su hija Florencia quien se trasladó a otro en San Telmo. La ex presidenta se mudó allí tiempo después del intento de magnicidio que sufrió en la puerta de su hogar en Barrio Norte.
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En ese instante en que la bala no salió del arma que empuñaba Fernando Sabag Montiel, a las 20:52 del jueves 1° de septiembre del 2022, la vida de CFK cambió para siempre. Cristina, que no se dio cuenta en el momento lo que había ocurrido, quedó en shock cuando ya en el interior de su hogar empezó a recibir llamados desesperados de personas cercanas y pudo ver en la tv lo próxima que había estado de la muerte. Fue, sin duda, el hecho que más le impactó en toda su historia reciente, después de la muerte de su marido Néstor Kirchner en 2010. A partir de ese atentado fallido decidió hacerle más caso a lo que le decían sus hombres de seguridad que en más de una ocasión la alertaron sobre lo peligroso que resultaba sus permanentes acercamientos a la gente en medios de tumultos inmanejables para ellos.
Dentro de ese contexto fue que optó por mudarse sabiendo que en el acomodado barrio donde vivía no era muy bien recibida y que incluso tenía una vecina del departamento de arriba al suyo, la mediática Ximena de Tezano Pinto, que no sólo colgaba banderas con leyendas en su contra sino que incluso apareció salpicada con algunas personas relacionadas con el intento de magnicidio. Eso llevó a que CFK precipite su mudanza porteña al departamento de 200 metros cuadrados en el que había vivido su hija Florencia y su nieta Helena.
No es la primera vez que Cristina se instala en ese domicilio. Ya lo había hecho mientras Florencia estuvo internada en Cuba y en algunos momentos durante la pandemia de COVID 19. El semipiso de 4 habitaciones –valuado en su momento en 300.000 dólares- lo compró la sociedad “Los Sauces” en 2015 al cineasta y ex secretario de Cultura, Jorge Coscia (fallecido en 2021), y antes, paradójicamente, había sido la sede de la Fundación Grupo Sophia, creada por el ex jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta en los años ‘90 y que fuera el lugar de pertenencia y formación política, entre otros, de María Eugenia Vidal, Carolina Stanley y Esteban Bullrich, mucho antes de llegar a la primera línea del PRO.
Además de su permanencia en Buenos Aires, la ex presidenta viaja con frecuencia al sur, tanto a Río Gallegos como especialmente a El Calafate. La Navidad pasada Cristina la pasó en con parte de su familia y un reducido grupos de amigos en la productora que, en San Telmo, tiene Jorge “Topo” Devoto, un militante de toda la vida que acompaña a los Kirchner desde la primera campaña de Néstor a la Intendencia de Río Gallegos en 1987 (que ganó por poco más de 100 votos y fue el inicio de su carrera política/electoral), y con quien la familia mantiene una amistad inquebrantable. Además de disfrutar de sus tiempos como abuela tanto de Helena (la hija de Florencia y Camilo Vaca Narvaja), aquí en Buenos Aires, y con Néstor Iván y Emilia (hijos de Máximo Kirchner y Rocío García), cada vez que la ex presidenta viaja a Río Gallegos donde residen los hijos del actual diputado. Vale recordar que los dos hijos de CFK están separados de sus parejas.
EL ROL DEL INSTITUTO PATRIA
Más allá de su residencia porteña, el lugar donde CFK desarrolla sus actividades políticas en Buenos Aires es otro: el Instituto Patria, en Rodríguez Peña 80, a pocos metros del Congreso de la Nación. Allí la ex presidenta recibe a dirigentes a los que respeta y quiere. Así lo había anticipado cuando se despidió de los trabajadores del Senado que la vitoreaban y le pedían que no se vaya: “No me voy a ningún lado, ya saben dónde encontrarme, voy a estar acá cerquita, a dos cuadras, en el Patria”. Y así ocurrió. Allí funciona la “base operativa” del kirchnerismo. Con su referente de siempre que tiene su despacho en el primer piso y con las personas de mayor confianza rodeándola, entre ellas su mano derecha, el senador Oscar Parrilli, que oficia de presidente de este Instituto cuya consigna es: “Pensamiento, Acción y Trabajo para la Inclusión Americana”.
CFK es la presidenta honoraria del Patria, donde también cumplen funciones como vicepresidente Jorge Ferraresi (ex intendente de Avellaneda), la cantante Teresa Parodi (secretaria), el economista Federico Bernal (tesorero), el intendente de Pehuajó Pablo Zurro (primer vocal titular), la actriz y cantante Rita Cortese (segundo vocal titular), el cineasta y ex director de Medios Públicos Tristán Bauer (primer vocal suplente), entre otros.
Las reuniones de CFK en el Instituto Patria son permanentes. Ese histórico edificio –donde por décadas funcionó el Círculo de la Prensa- se ha convertido en una suerte de sede del “think tanks” kirchnerista, desde donde no sólo se analiza la compleja situación actual, sino que se ensayan ciertas autocríticas por los errores cometidos y se planifica hacia el futuro. Obviamente con Cristina a la cabeza. Pero sin pensar en cargos para ella. Al menos, por el momento.
Saben que hoy su figura tiene un núcleo duro que la sostiene contra viento y marea (“un 30% que no lo tiene ni Milei”, señalan), pero también reconocen que el nivel de rechazo en la sociedad es mucho mayor. Y, por lo tanto, no se puede pensar en candidaturas para ella en este momento. Aunque hay personas cercanas que la imaginan en un futuro nuevamente ocupando una banca en el Senado.
En el Patria están convencidos que, hoy por hoy, hay un solo nombre que entusiasma a futuro y que podría ser un candidato con chances de llegar a la Presidencia: el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Pero tomaron la decisión de no exponerlo aún porque falta mucho tiempo para las elecciones y porque subirlo al escenario con esas pretensiones sería exponerlo a una andanada de ataques –de adentro y de afuera- que degastarían su figura. “Mejor no hacer olas, aún”, señalan desde el Patria. “Axel la tiene difícil”, le comenta Cristina a sus interlocutores, planteando las dificultades que representa gobernar una provincia tan compleja como la de Buenos Aires, más con un gobierno hostil en la Casa Rosada.
Mientras tanto, Fernández de Kirchner se sigue reuniendo con referentes políticos y sociales y mantiene charlas en off con algunos periodistas. Siempre hay un código: los teléfonos celulares se quedan afuera, práctica que se repite desde hace años para evitar cualquier tipo de filtración. Con bastante frecuencia Cristina habla con Sergio Massa a quien, pese a las históricas diferencias que los enfrentaron, le respeta el hecho de haberse jugado a ser candidato siendo ministro de Economía de un país incendiado por la inflación.
Con el que no tiene ningún contacto es con su excompañero de fórmula Alberto Fernández. Si bien CFK asegura no arrepentirse de haberlo elegido para que encabece la nómina donde ella fue como candidata a vicepresidenta y asegura que las decisiones se tomaron en un contexto determinado, a Alberto le asigna una gran cuota de responsabilidad en la derrota electoral y en la situación que permitió que Milei llegue a la Presidencia.
Además, a CFK le indignó que el ex presidente se vaya a España ni bien dejó el poder. “Yo no me voy a ningún lado”, repite incluso cuando le plantean que, ya sin fueros, existe un peligro real de quedar detenida por algunas de las causas judiciales que están en marcha. Ella ya ha dicho que sus enemigos políticos y judiciales la quieren “muerta o presa” –tal como quedó graficado en el excelente libro de Irina Hauser –con colaboración de Ariel Zak- sobre el intento de magnicidio, pero aun así cree que no se van a animar a tanto. Sin embargo, sus allegados temen que eso ocurra y se lo plantean una y otra vez.
A lo que CFK responde, intentando tranquilizarlos: “a lo sumo me darán prisión domiciliaria por la edad” (cumplió 71 años el 19 de febrero pasado).
En los últimos días el escenario judicial se volvió a complicar para la ex presidenta ya que el fiscal de la Cámara Federal de Casación Penal, Mario Villar, pidió 12 años de prisión por el caso de las 51 obras públicas en Santa Cruz que recibió el empresario Lázaro Báez y la acusó de “asociación ilícita”, algo que había descartado el Tribunal Oral cuando condenó a CFK a 6 años de prisión pero por la figura de “administración fraudulenta”. Pero no es el único expediente que tiene abierto, aunque sí el más avanzado.
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Lo que le preocupa a Cristina son los embates judiciales y mediáticos contra su familia, en especial contra su hija Florencia. Y así lo expuso en una entrevista en el programa “Duro de Domar” en C5N: «Mi hija necesita de mí, es una extraordinaria mujer que está enferma. Yo creo que si a mí me pasara algo podría agravarse su enfermedad». Esa potencial fragilidad de Florencia frente a “los propagadores del odio” es la que realmente le quita el sueño a la ex presidenta. Es más, cuando se le preguntó sobre cómo le impactó el atentado que sufrió, CFK dijo: «¿Me preguntás en qué me influyó el intento de asesinato? En lo que más me influyó tal vez sea en el temor (por Florencia)…
Máximo es grande, es un hombre. No depende de mí. Pero mi hija, Florencia, sí depende de mí. Mi hija es una mujer que está enferma, que tiene una patología. Ella sí necesita y me necesita», completó. Hoy Florencia está mucho mejor de salud, se la ve más animada, incluso en los post que publica en las redes sociales. Las visitas de Cristina a su hija y a su nieta en el departamento de San Telmo son permanentes y comparten muchos momentos juntas.
ARGENTINA HOY
Más allá de su situación personal o familiar, CFK manifiesta estar realmente preocupada por lo que pueda pasar en el país. Si bien cree que es difícil que el gobierno de Milei termine su mandato si continúa por este sendero, hay algunas cosas que respeta del líder libertario: la principal es que él es un “convencido” de lo que cree. Como ella. Pero en direcciones opuestas. Y ve que en casi toda la dirigencia política faltan más “convencidos”, sobre todo para resistir la embestida oficial.
Es más, a CFK le sorprendió positivamente la actitud del gobernador de Chubut, Ignacio Torres, cuando desafió a Milei por el corte de los recursos coparticipables y advirtió que la provincia cerraría el grifo del petróleo que envía al resto del país. “Ahora, si decís que no vas a mandar nada, no mandes nada”, señala Cristina apuntando que no sea simplemente una sobreactuación para negociar. Y es allí cuando vuelve a platear su enojo y desconfianza hacia los jefes provinciales. “Nadie se le anima a Milei”, se queja.
Fernández cree que hoy la llave la tienen los gobernadores ya que si esperan que la Justicia –que para ella es sinónimo de Mauricio Macri, aliado del presidente- responda a las múltiples demandas, eso va a llevar mucho tiempo y los hechos consumados destruyen hoy mismo la propia vida de la gente.
Cristina está convencida de que son los mandatarios de las provincias los que deben presionar a sus legisladores para frenar a Milei. Y que se dé una suerte de “pacto parlamentario” –sin distinciones ideológicas o políticas- que detenga la hecatombe que en dos o tres meses sufrirán en cada provincia por la falta de recursos y que llevará a que ni siquiera puedan pagar los sueldos de sus empleados, incluyendo policías, docentes y personal de salud. En el fastidio de CFK hacia los gobernadores también figura el hecho de que en 2023 hayan desdoblado sus elecciones para asegurarse su triunfo local en detrimento de lo que pasaba en la nación. “Otra hubiera sido la historia”, se lamenta.
La ex presidente también está convencida que el libertario es el resultado de cosas que hicieron mal los gobiernos anteriores. Y plantea una postura muy pragmática que incluso podría chocar con ciertos postulados históricos del peronismo y, particularmente, del kirchnerismo. Por ejemplo, Cristina cree que es necesaria una reforma laboral –por mucho tiempo, un tema tabú para ese espacio- porque, según su mirada, se comenten abusos que terminan generando problemas mayores. En ese punto es que hasta entiende la jugada de Milei de declarar la “esencialidad” de la educación, ya que ella misma ya había criticado en 2012 ciertas prácticas –en particular el ausentismo entre los docentes- y eso le había ocasionado un fuerte rechazo en el sector.
También cree que así como se conquistaron muchos derechos durante los gobiernos kirchneristas, esos derechos generan obligaciones que no fueron cumplidas. Lo que desencadenó situaciones de injusticias y desigualdades. Y lo grafica con un ejemplo: un obrero de la construcción que de pronto va todos los días a trabajar en una obra, a veces cobra apenas un poco más que su vecino que recibe un paquete de ayuda social a través de los planes sin moverse de su casa. Todo eso contribuyó al clima de bronca que posibilitó a Milei.
“Donde hay una necesidad hay un derecho, pero también obligaciones”, repite Cristina a quien quiera oírla y señala que ella misma está dispuesta a discutir las contraprestaciones que surgen con la ampliación de derechos.
Además de la cuota de responsabilidad que le asigna a la dirigencia política, CFK también le apunta a los referentes sindicales que no supieron alcanzar y captar a esos votantes precarizados –simbolizados en los trabajadores de los deliverys- que quedaron marginados de todo tipo de protección y que se volcaron por el candidato “anticasta”, con un discurso antisistema, ya que no tenían nada que perder y creían que peor de lo que estaban no podían estar.
“SUBLIMACIÓN DEL AJUSTE”
Todo eso llevó al escenario actual, de un presidente “capaz de todo, sin miramientos ni contemplaciones de ningún tipo”, explican en el entorno k. “Hay una sublimación del ajuste”, suele decir Cristina cuando describe el presente y señala que Milei está apelando a una “doctrina del shock” que lleva a que haya –circunstancialmente- superávit fiscal pero con un costo elevadísimo: que las personas dejen de pagar cosas esenciales en sus vidas.
El plan de Máximo Kirchner (y Cristina) para salvar desde el Congreso los recursos de las provincias
Para ella, lo que agrava la situación, incluso comparado con otras crisis del pasado, es que, por ejemplo en 2001 había un poder institucional capaz de hacer frente a semejante cuadro, con gobernadores experimentados. Algo muy distinto a lo que ocurre hoy, donde muchas provincias son conducidas por políticos “novatos”.
Pero hay algo más que desvela a CFK: le preocupa que la sociedad esté adormecida frente a “los recortes en sus derechos que está llevando adelante el gobierno de La Libertad Avanza”. Aunque, cuando habla de eso, enseguida vuelve sobre la parte de responsabilidad que le cabe a su propio espacio por no haber sabido interpretar lo que estaba pasando a mucha gente. Cristina está convencida que la sociedad argentina es distinta a cualquier otra de Latinoamérica y que afronta nuevas necesidades que no fueron vistas ni respondidas por el peronismo. “La representatividad se construye, no se delega”, piensa la ex presidenta cuando analiza lo que pasó.
A diferencia de lo que señalan otros, Cristina no considera que Milei esté “loco”. Y hasta se enoja con quienes lo califican así. “Yo lo entiendo porque a mí me trataron de loca muchas veces”. En cambio CFK considera que lo del líder libertario “es un aventura personal”, producto quizás de ser un hombre solitario, prácticamente sin amigos, sin apoyo de su familia (salvo el caso de su hermana Karina) y que la vida ha maltratado bastante. Una “aventura personal” que podría contener también una cuota de “venganza social”, según el entorno de Cristina. Ella lo ve como un “convencido” en sus ideas, aunque equivocado desde su mirada, pero “convencido” al fin. Con él que también coincide en que hay “periodistas ensobrados” y “empresaurios”.
Para Fernández de Kirchner la dimensión del ajuste propiciado por el presidente es tan grande que se vuelve inviable, por lo que no cree que termine sus cuatro años de mandato. Pero si bien está segura de que hay un acuerdo entre Mauricio Macri y la vicepresidenta Victoria Villarruel, en el que incluso podrían conspirar y buscar una continuidad si el líder libertario termina abruptamente su Presidencia, Cristina sostiene que eso sería imposible: “Si cae Milei, cae todo”.
Pero, más allá de lo que podría ser una nueva sociedad entre Villarruel y Macri, lo que más preocupa a la ex presidenta es que el líder del PRO desembarque con todo en el gobierno de Milei y eso signifique amplificar su influencia sobre la Justicia. Desde su entorno aseguran que Cristina cree que Macri busca dominar los tribunales “para garantizarse sus negocios económicos, su impunidad en las causas en las que está acusado y la persecución de sus enemigos”, entre los que CFK figura en el lugar prioritario.
Pese a las diferencias que mantiene con Milei, Cristina lo considera un personaje auténtico. Y de hecho es consciente que él no la critica tanto, algo que sus enemigos califican como un “pacto”. Sin embargo, CFK apunta a otra cosa: Milei sabe que ella lo respeta por ser un “convencido” en sus ideas y porque comparten un mismo electorado en sectores muy humildes. Un electorado que en el pasado votó por Cristina Fernández de Kirchner como una política que rompía el molde y que en 2023 se inclinó por este hombre que lo hacía de una manera diametralmente distinta. Una suerte de coincidencias en un mar de disidencias. Dos polos opuestos, pero con ciertos parecidos. Y con una idea en común: la centralidad del poder. Esa centralidad que CFK extrañaba y que a la que hoy volvió a decir “presente”. Y que se sintetizaría en un “Aquí estoy. No me den por muerta ni jubilada, jamás”. De eso se trata, el regreso de Cristina.