La ex primera dama de la Argentina Fabiola Yáñez finalmente realizó la denuncia formal contra su exmarido, Alberto Fernández, acusándolo de violencia grave en su contra. En su declaración, no solo lo señaló por haberla golpeado, sino que también lo culpa de “terrorismo psicológico” e incluso de haberla obligado a realizarse un aborto.
Por otra parte, Yáñez ratificó haber acudido a pedir ayuda a la entonces ministra de la Mujer, Ayelén Mazzina, y que la funcionaria minimizó su situación y no le prestó asistencia de ningún tipo. Desde luego, la extitular de la cartera se desligó del tema e insistió en que ella invitó a Fabiola a conversar a su despacho, y que la esposa de Fernández nunca concurrió.
Luego de esto, se viralizó el comentario editorial de la periodista Julia Mengolini asegurando que el lema “yo te creo, hermana” no es absoluto y que la mujer luego de ser escuchada por la Justicia debe probar los hechos que denuncia, contradiciendo su propio discurso de años antes.
Darío Lopérfido, reconocido intelectual argentino, exsecretario de Cultura nacional y actual coordinador de la Cátedra Vargas Llosa, analizó este escenario desde su aguda perspectiva, en exclusiva para Newsweek Argentina.
LOS ASESINOS DE CAUSAS NOBLES
El análisis de Darío Lopérfido desde España
Para el intelectual argentino, “si hay algo en lo que no se falla en la Argentina es en destruir causas que en principio son universales, causas nobles”, y culpó por ello al “espíritu corporativo de sectores sectores que defienden cosas que son indefendibles”. En ese sentido, señaló que “una de esas cosas que han destruido y desprestigiado es la causa de los derechos humanos”.
Y profundizó: “Lo han hecho por ser autoritarios; por haberse dejado comprar por el kirchnerismo; por defender las peores cosas; por defender a Palestina contra Israel en lugar de ocuparse de las violaciones a los derechos humanos de todos; por gente nefasta como Pérez Esquivel; por casos como ‘Sueños Compartidos’, en la que la difunta Hebe de Bonafini tenía fortunas de dinero público para hacer casas y eso dio lugar a todo tipo de estafas en su alianza con Shocklender; y por las últimas denuncias por la cantidad de dinero que le ha enviado el Estado en los últimos años a la Universidad de Madres de Plaza de Mayo, sin justificación alguna”.
“Todo esto le irrita sobremanera a la gente que no tiene trabajo, que está sufriendo, que trabaja y no le alcanza el dinero, que tiene que pagar fortunas de obra social, de expensas y del colegio de los chicos. Los que se esconden detrás de una buena causa para hacer negocios, para discriminar al otro, para perseguir al que piensa distinto, echan por la borda conceptos universales como el de los derechos humanos”, sostuvo.
Para ejemplificarlo, hizo referencia a un caso policial de las últimas semanas y a la cobertura que tuvo por parte de algunos sectores de la prensa. “En esta semana se produjo un suceso que estuvo algo tapado por todo el escándalo de Alberto Fernández pero que para mí es relevante: apareció muerta la esposa de un desaparecido en la dictadura militar, llamada Susana Beatriz Montoya. Apareció muerta de una forma tremenda. No había robo en la casa yo se había violentado la entrada. Pero inmediatamente empezó una campaña vergonzosa”, contó.
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Y continuó: “Cuando mataron a esta señora, el diario El País -que en alguna época fue un muy buen diario y ahora es un nefasto diario chavista defensor de Hamás-, publicó una nota diciendo que el crimen se produjo en un contexto en el que se niegan los crímenes de Estado de la Dictadura militar, y menciona a Milei sugiriendo que él alentaba este tipo de violencia al crear un clima determinado para que esto sucediera”.
También en referencia al rol de los medios que él identifica como “progres”, prosiguió: “Del mismo modo, escuché en Argentina a un periodista que se llama Ari Lijalad, en El Destape. Él había entrevistado al hijo de la señora el día anterior, y al día siguiente se enteró de que había una presunción muy seria de que el asesino no había sido una persona de ultraderecha, ni un mileísta… Todo indica (porque hay pruebas muy fuertes) de que el asesino habría sido su propio hijo, Fernando Alvareda, un militante de la organización Hijos que trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación”.
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Sin embargo, indicó, pronto comenzó a develarse la verdad: “Durante la entrevista con Ari Lijalat, este tipo había presentado su coartada hablando del avance de la derecha, de que los amenazaban y una gran cantidad de mentiras. Aparentemente, la mató para quedarse con unos $76 millones que ella habría cobrado. Por si no se entiende, estamos hablando de un militante de derechos humanos e hijo de un desaparecido que asesinó a su madre por dinero. El caso no puede ser más escabroso. Aun así, este periodista decía que todos los que no somos de su secta no tenemos derecho a opinar, y hay que dejarlos solos a ellos en su dolor y no sé qué”.
“No solo se instala de manera permanente el tema de que estos crímenes los puede haber estimulado alguien del Gobierno -lo cual es una barbaridad, una falacia-, sino que, además, cuando se descubre que el asesino es un tipo al que protegieron en una entrevista, dicen que los demás no tenemos derecho opinar sobre un crimen atroz”, enfatizó Lopérfido, y lamentó: “Así es como en Argentina todo lo que tenga que ver con derechos humanos se derrumbó”.
“El asesinato de una persona a manos de su hijo por dinero es un hecho que tiene que ser condenado a todas luces. No hay ninguna manera de justificarlo. Que alguien como Lijalad pida silencio desde un medio de comunicación y diga que no pueden opinar los que no son del palo o no fueron a las marchas de la Madres es insólito. Primero, vamos a hablar todos de lo que nos dé la gana. Y segundo, vamos a hablar todos cuando una mujer es asesinada por su hijo, sea o no ese hijo militante de derechos humanos”, respondió el exdirector del Teatro Colón.
Entonces, ¿en qué se basa para asegurar que la causa de los derechos humanos se derrumbó? Desde su visión, en el “desprestigio” que lograron ganarse los organismos y militantes que la tenían como bandera. “Cuando volvió la democracia en la Argentina, los organismos de derechos humanos tenían gran prestigio por haber luchado por encontrar hijos y nietos, y además eran bastante ecuánimes en sus juicios (especialmente algunos de ellos). La gente los veía como personas que habían luchado contra la Dictadura. Pero ahora no tienen ningún respeto, porque lo destrozaron ellos mismos. Los integrantes de esos organismos, a fuerza de discriminar a la gente, a fuerza de quedarse con dinero ajeno, a fuerza de un montón de cosas, rompieron absolutamente todo el apoyo que podían tener de sectores independientes y quedaron encerrados en una secta. Y hasta son capaces de pedirnos que no opinemos, o pretender instalar como que la violencia de la ultraderecha provocó la muerte de esta mujer, como hizo el diario El País”, aseveró.
FEMINISTAS DE CARTÓN
Pero los derechos humanos no es, desde su perspectiva, la única causa dañada de ese modo. “Si estuviera toda esta gente sinceramente condenara este crimen atroz y no tratara de tirar la pelota para el lado de Milei, podría pensar en recuperar algo del prestigio. Pero no lo van a hacer nunca; están jugados en esa locura. Y lo mismo pasa con el feminismo”, señaló.
“Lo de Alberto Fernández es una lápida para el feminismo”, sentenció Lopérfido.
Y argumentó: “El domingo pasado, en el portal de Horacio Verbitsky salió una nota en la que se intentaba exculpar de todo a Alberto Fernández, y hacen hablar a una señora que se llama Dora Barrancos, que es una militante del feminismo de toda la vida y que estaba en el Gobierno de Alberto. Busquen las declaraciones de esta militante feminista porque son un espanto. Pero, en resumen, Barrancos dice en la nota del nefasto Verbitsky que de ninguna manera su marido atendió a Fabiola, que ella tiene un problema de adicciones y que puede afirmar con seguridad que Alberto no le hizo nada”.
En ese sentido, el intelectual recordó: “Yo no le voy a negar a nadie el derecho a la defensa, pero no me animaría a decir que no hizo nada, porque hay pruebas, hay testimonios judiciales. Y todo esto no saltó por la intención de nadie de arruinar a Alberto: saltó por una investigación de corrupción. No es una operación personal contra él”.
“Las fotos de Fabiola que se encontraron aparecieron mientras se estaba investigando todo lo que han robado el peronismo y Alberto Fernández, más a un montón de gente, con el tema de los seguros. Alberto Fernández construyó desde la época del Gobierno de Menem, cuando él era superintendente de Seguros, un sistema para robar, y esto siguió hasta convertirse en una red que se agranda cada vez más”, subrayó.
Pero no fue, para él, la única situación vinculada a este caso que ha contribuido a ese descrédito de la causa feminista. “Así como Dora Barrancos, que tiene muchos años de militancia feminista, dijo esto, también habló Julia Mengolini y pasó del ‘yo te creo, hermana’ a afirmar que eso es ‘solo declamativo’. Si lo de Alberto Fernández lo hubiera llegado a hacer Macri, estarían pidiendo que lo cuelguen de la Pirámide de Mayo”, exclamó.
“Una vez más, convirtieron una causa justa como es el feminismo -y hablo del buen feminismo, el que reclama la igualdad de salarios, la igualdad de empleo-, en una cuestión identitaria y politizada”, resaltó.
Y prosiguió: “Defendieron que haya una ministra de la Mujer y por eso tenían a Alberto como un gran feminista a Alberto. Ayelén Mazzina, que fue la segunda titular de esa cartera, venía de San Luis, provincia en la que habían asesinado a Magalí Morales en medio de la criminal cuarentena argentina, y nunca dijo nada al respecto. Fue cómplice. Pero, además, Fabiola Yáñez dice que le dijo a Mazzina lo que le estaba pasando (y tal vez le mostró las fotos). Y no tuvo respuesta”.
Por lo tanto, consideró: “Hundieron el feminismo bajo una lápida. Lamentablemente, no se va a poder hablar de feminismo durante años en Argentina. ¿Por culpa de los que están en contra del feminismo? No, señoras, por culpa de ustedes, las militantes feministas miserables que hicieron silencio ante la muerte de mujeres; que hicieron silencio ante el advenimiento de una ministra que venía en una provincia en la que habían asesinado a una mujer, madre de familia, que había salido a comprar comida para sus hijos. Y no dijeron nada. Se callaron. Se callaron por vanidad, por dinero y por seguir a un tipo como Alberto Fernández que se ponía corbata verde para justificar toda la barbaridad que hizo. Él se quiso convertir en el presidente del feminismo, y miren ustedes…”.
Finalmente, concluyó: “Está claro es que eso no lo pudo hacer solo: lo hizo con la complicidad de un montón de feministas de plastilina, feministas de cartón, a las que lo único que le importaba eran el discurso declamativo, los negocios, los cursos y todas las cosas que se hacían desde ese ministerio. Hundieron otra causa que era noble”.