Ya son 16 los muertos por el temporal que provocó una trágica inundación en la ciudad de Bahía Blanca, todavía parcialmente por la catástrofe, al igual que las localidades vecinas, algunas de las cuales continúan bajo el agua.
Como suele ocurrir, esta desgracia fue aprovechada políticamente a ambos lados de la grieta, mientras que en las redes sociales se produjo un creciente debate sobre la obra pública y su financiamiento. Los sectores opositores señalaron al presidente Javier Milei por los recortes en la obra pública, mientras que los defensores del mandatario sostenían el discurso libertario de que “la obra pública es una aberración” y que debe ser realizada solo por los particulares que la usarán.
Para Darío Lopérfido, esta discusión es una “idiotez” que hunde al país en el atraso. En su habitual espacio de los miércoles en Newsweek Argentina, el intelectual argentino indicó que los países que realmente funcionan no discuten la obra pública, porque existe la certeza de que salva vidas y también las mejora. El problema en nuestro país, afirma, es que el kirchnerismo ha tendido un manto de sombra sobre ella, del cual hay que despojarse a través del voto responsable.
LA OBRA PÚBLICA SALVA VIDAS
El análisis de Darío Lopérfido, desde España
Para el exsecretario de Cultura argentino y actual coordinador de la Cátedra Vargas Llosa, “en la Argentina se discuten temas que en ningún lugar del mundo ya se debaten”. Y se explicó: “A raíz de lo de Bahía Blanca, he estado leyendo a gente hablando a favor y en contra de la obra pública. Pero esto no es un tema de ideologías: la obra pública es importante en cualquier país, sea liberal, libertario, socialdemócrata o de izquierda. No modifica un concepto básico, y es que el atraso en la obra pública produce muchísimos problemas”.
“En Argentina existe la costumbre de destinar dinero a las catástrofes. Pero si ese dinero se hubiera destinado antes a una obra hídrica, eso podría haber evitado la catástrofe o, al menos, mitigado sus efectos”, sostuvo.
En ese sentido, enfatizó: “La falta de obra pública produce muertes. Las rutas en Argentina son muy malas, y eso favorece que haya accidentes. Los trenes son una calamidad. Por caso, hay un tren de Buenos a Bahía Blanca que tarda más de 20 horas cuando, por esa distancia, un tren normal no debería tardar más de cuatro”.
Siguiendo esa línea, insistió en que “la obra pública no es un tema ideológico”, ya que “su falta en un montón de lugares produce enfermedades, infecciones; y la falta de conectividad genera que muchas veces no se llegue a tiempo para salvar una vida”. Por lo tanto, “es realmente una tontería plantear que la obra pública es un tema de derecha o izquierda; es lo que hace que la gente viva mejor”.
Para Lopérfido, “el gran problema en la Argentina es que durante todos los años del kirchnerismo la obra pública se usó para robar”. “Todos recordarán el problema de Jorge Lanata, cuando mostraba rutas que terminaban en la nada, en medio de la estepa de la provincia de Santa Cruz. Además, durante ese gobierno se produjo la Tragedia de Once porque se robaron los subsidios”, rememoró.
“Que la obra pública en el país haya quedado ligada a las sospechas de corrupción no debe ser el motivo por el cual se instale en cierto sector de la población que sea mala. La obra pública salva vidas porque las rutas son más seguras, los mejores trenes son más seguros, las mejores infraestructuras conectan mejor el país, los mejores hospitales salvan más vidas. Atrasa mucho discutir esto”, aseveró.
Por otra parte, el exdirector del Teatro Colón también señaló: “El otro gran problema es que la obra pública en general no trae votos. Porque está claro que si un funcionario hace una obra en Córdoba, no por eso lo va a votar el de la Patagonia. Entonces, para que esta dinámica funcione se necesita que el voto sea responsable. El voto tiene que dar mensajes políticos claros”.
Y ejemplificó: “En la Ciudad de Buenos Aires, la avenida Juan B. Justo y el barrio de Belgrano se inundaban todo el tiempo. Se hicieron obras y dejaron de inundarse. En la Provincia, Daniel Scioli no hizo ninguna y cuando se produjeron las inundaciones en La Plata fue una tragedia enorme. ¿Se podrían haber evitado esas inundaciones? Quizás no, pero manteniendo limpieza en los sumideros, entubando arroyos, es decir, haciendo obras, se podría haber morigerado muchísimo la magnitud del desastre”.
Desde luego, Lopérfido no niega que se puedan discutir los mecanismos. “No importa la forma en la que se hacen. Podrían ser obras públicas estatales, pero también con capital privado. Lo que no se puede es cuestionar es que un país renueve permanentemente su infraestructura. Cuestionar esto es condenar al país a un atraso cada vez más notorio, y es negar cuánto mejor vive la gente que tiene posibilidades de vivir en un lugar en el que los trenes funcionan, las rutas están bien, todo el mundo tiene cloacas, hay aeropuertos que garantizan la conectividad y hay hospitales modernos”.
Y agregó: “Además, quienes más se benefician con la obra pública son las personas de menores recursos, históricamente postergada”.
El problema, opina Lopérfido, es que el discurso político se ha empobrecido en los últimos años. “Ahora, quienes tienen que explicar esto son los políticos. Tienen que explicarle a la gente que esas tonterías de que ‘el cemento no se come’ son idioteces que solo los perjudican. Es cierto que ‘el cemento no se come’, pero la gente necesita un montón de cosas y, entre ellas, no jugarse la vida cada día por el desastroso estado del espacio público. Necesita comer, necesita seguridad, pero también hospitales equipados, rutas buenas, cloacas. No es una cuestión que se pueda debatir”, consideró.
“Es muy importante que no se embrutezca el discurso político y que no se piense todo el tiempo que lo que se está diciendo responde a una ideología. En los países que funcionan bien la obra pública no es una cuestión ideológica. Repito: sí se puede discutir si se hace con fondos públicos o privados. Pero el sentido de todo es tratar de que la gente viva mejor. No puede haber partidarios de que las rutas estén bien y de que estén mal”, expresó.
Finalmente, Lopérfido reclamó adoptar la cultura de la prevención, incluso por una cuestión económica. “Si a todo esto sumamos que va a seguir habiendo tormentas y otras incidencias climáticas, más motivo entonces para invertir en esas obras. Porque, si no se hacen, el dinero se gasta después en emergencias, en reconstruir ciudades cuando ya la gente perdió todo. Es un pensamiento muy atrasado el de decir ‘solo gasto cuando viene la tragedia’. Hay que invertir o atraer inversores para que lo hagan antes de las catástrofes”, aseguró.
Y concluyó: “Todo esto, me genera dos conclusiones. La primera es que no se festeja que no se haga obra pública. La segunda, que mientras la gente siga votando peronistas, distritos como la Provincia de Buenos Aires estarán condenados”.