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La otra semana, por Darío Lopérfido: la confesión de Guzmán y el deber de juzgar la “Infectadura” peronista
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La otra semana, por Darío Lopérfido: la confesión de Guzmán y el deber de juzgar la “Infectadura” peronista

En una entrevista difundida este domingo, el exministro de Economía, Martín Guzmán, admitió que el Gobierno de Alberto Fernández extendió deliberadamente la cuarentena en la Argentina porque le otorgaba rédito político a la gestión del Frente de Todos.

Según el exfuncionario, “la administración de la pandemia es lo que hacía fuerte al Gobierno”, por lo que la extensión del aislamiento “fue más largo de lo que debió haber sido”.

Darío Lopérfido, exsecretario de Cultura y actual coordinador de la Cátedra Vargas Llosa, dialogó con Newsweek Argentina para analizar este episodio y, como cada miércoles, ofrecer su aguda opinión.

JUICIO Y CASTIGO

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En diálogo con este medio, el intelectual argentino afirmó: “La admisión de parte del ex ministro de Economía de Alberto Fernández, Martín Guzmán, acerca de que extendieron el lockdown, es decir, el encierro medieval que hubo en la Argentina, porque ‘les venía bien’ y les ‘daban bien las encuestas’, me produce dos sensaciones. Por un lado, la certeza de ya lo sabíamos, de que lo dijimos hasta el hartazgo”.

Estas palabras, sostiene, le trajeron a la mente un recuerdo puntual de aquellos tiempos de aislamiento social. “Recuerdo que cuando firmamos la carta sobre la ‘Infectadura’ -en pleno auge de locura en la que estaban el Gobierno-, muchos periodistas y parte de la oposición, denunciamos esa decisión enferma de encerrar gente. Y los que firmamos la carta recibimos récord de insultos. Hasta gente que no era oficialista, que se suponía que era normal, nos salía a decir ‘bueno, no es momento para sacar esa carta’”.

“En esos momentos pensaba ‘es tan obvio que lo que están haciendo está mal, ¿por qué la gente no lo dice igual que nosotros y por qué se enojan tanto con nosotros?’. Quienes firmábamos esa carta simplemente hacíamos una descripción de lo que se veía y lo comparábamos con el mundo”, rememoró.

Y esto lo lleva a la mencionada segunda sensación. “Tengo la certidumbre de que, si Argentina quiere seguir adelante y terminar con esta historia de la pandemia, tiene que haber un juicio muy importante y mucha gente tiene que ir presa”.

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¿A qué se refiere? “Cuando se ve lo que pasó durante la pandemia en Argentina, comparado con otros países, vemos la gran cantidad de gente que murió por la enfermedad y también la cantidad de gente que murió porque no accedieron rápidamente a las vacunas de Pfizer; el Gobierno eligió esa vacuna rusa que ni los rusos usaban y sometieron a la población a ser conejillos de India. Ellos la aplicaron muy poco y encima después dejaron de entregarla, lo que nos obligó a salir a buscar finalmente las vacunas que sí se estaban usando en todo el mundo. Y las primeras se las dieron solamente a los amigos”, explicó, pero enfatizó: “Todo esto pasó aquí durante la pandemia. Pero lo que definitivamente no pasó en ningún lugar del mundo pasó que se asesine a la gente por salir a la calle. Y eso en Argentina pasó”.

Para Lopérfido, también Guzmán tiene que ver con esto: “Hicieron un destrozo económico; le hicieron perder negocios a personas, al punto que muchos de ellos entraron en un estado de depresión. Claro, cuando uno ve que su negocio se está fundiendo y ese negocio es el que le da de comer a su familia… Mucha gente se deprimió y hubo gente que se suicidó. Probablemente no estén registrados todos los suicidios en la Argentina, pero hubo gente que se mató porque veía que su negocio se arruinaba y no iba a poder darle de comer a su familia”.

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Sin embargo, para el exdirector del Teatro Colón hubo (y hay) un problema más grave. “Tal vez lo peor haya sido el problema con los chicos, que estuvieron encerrados sin poder ir al colegio. Chicos pequeños que ya no se hacían pis, tuvieron regresiones y volvieron a hacerse encima. Y chicos más grandes que por un año y medio no vieron a sus compañeros ni tuvieron clases… Cómo olvidar la mentira de las clases por Zoom. Todos veíamos lo que pasaba en los otros países: en ellos se trataba de que no se rompiera la vinculación de los chicos con el colegio. Esta decisión produjo daños psicológicos en un montón de chicos, repetición de grado y muchos que no directamente pudieron salir adelante con los estudios. Y todo porque la desvinculación les produjo un problema enorme. Gente quebrada. Produjeron una verdadera tragedia social”, subrayó.

LA MÁQUINA DE SILENCIAR

Un hecho puntual lo terminó de convencer a Lopérfido de que algo más estaba pasando, de que existía alguna intención de que no se conociera la verdad, de acuerdo a sus palabras. Una entrevista que dio durante los días de cuarentena en Argentina, cuando él vivía con su familia en Alemania.

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Recordó: “Estando en Berlín, me llamaron un día de un programa de Telefé. Por supuesto, me querían explicar cómo era la situación en Alemania. Y yo empecé a contarles que en Alemania no había habido ni un solo día encierro; que la gente podía salir a la calle; que podía ir a los parques; que el Gobierno estimulaba que la gente fuera a hacer ejercicio físico a los parques; que los chicos siempre tenían dos o tres días de clase incluso en el peor momento, pero que nunca pasó un tiempo largo sin que ir a la escuela. Mientras yo explicaba eso, todos en ese programa se pusieron en contra mío. Por supuesto, estaban todos con el cerebro tomado por la publicidad y por las cosas que decían el Gobierno y todos sus repetidores: gente del espectáculo, del mundo científico, periodistas que decían completas idioteces que no se decían en ningún lugar del mundo”.

“La complicidad civil de lo que pasó en la pandemia en Argentina es enorme. En aquel programa yo empecé a explicar que en Alemania no había encierro, que yo podía salir todos los días a la calle con mi hijo y con mi esposa. Y me acuerdo que una infectóloga -que más que infectóloga parecía una especie de barra brava peronista- llamada Gabriela Piovano, me empezó a gritar y a decirme ‘¡no diga eso, no diga eso!’”, contó Lopérfido.

Según lo analiza hoy, ese fue un punto de quiebre en su visión de lo que estaba pasando. “Fue curioso, porque yo no estaba desplegando ninguna teoría: estaba describiendo simplemente cómo era la cosa en otro país. Fue ahí que me di cuenta de que en realidad no querían que se supiera lo que pasaba en otros países. Si la gente se enteraba de que en un país nunca había habido lockdown mientras que los argentinos lo habían sufrido por dos años… Alemania no lo tuvo. España, por ejemplo, lo tuvo solo tres meses en general y tres y medio para las clases. Y ni que hablar de Suecia o de México, donde la gente mayoritariamente no estuvo encerrada”, detalló.

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“No querían que yo contara eso, cuando la gente ya llevaba cerca de un año encerrada. No lo quería esa especie de médica psicótica que me empezó a gritar, pero tampoco lo querían los periodistas que estaban ahí, ni los políticos que estaban siendo entrevistados. Mi descripción rompía el relato de esa locura. Yo era como el portador de la cordura en ese programa diciéndoles ‘ustedes son unos locos reventados; miren, yo estoy hablando en Alemania y estoy en el parque con mi hijo’”, relató.

De todos modos, señala que esa “locura” no debe tapar lo que realmente ocurría: “Recuerdo todo eso de una forma muy vívida. Estuve al aire una hora y al terminar pensé ‘están relocos’, ‘toda esta gente está recontraloca’, ‘los periodistas que hacen programas sobre el COVID están locos’, ‘los políticos están locos’, ‘Alberto Fernández está reloco’. Los veía como ‘locos’ que estaban enfermando a la gente, y no solo de COVID. Estaba claro que lo que querían era sostener la cuarentena porque las encuestas le daban bien a Alberto Fernández, porque podían comprar cosas sin licitación, y con eso hicieron negocios de corrupción enormes, ya sea con vacunas, con fideos, con lo que se pudiera. Robaron con todo. La pandemia les servía para robar”.

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Y agregó: “Y luego nos enteramos de todo lo demás, de que los únicos que la pasaban mal eran los ciudadanos, porque Olivos estaba lleno de mujeres que iban a hacerle favores al Presidente de la Nación. Y que el Presidente de la Nación después les daba un cargo en alguna área del Gobierno a esas chicas que tenían la amabilidad de compartir fluidos con él. Todo fue muy bizarro. Todavía seguimos viendo el desastre que causaron. Mientras la gente perdía su empleo, se enfermaba psicológicamente y los chicos estaban muy mal, Olivos era una joda continuada de mujeres, alcohol y sexo”.

Para el intelectual, los tiempos cambiaron, pasó mucha agua bajo el puente y eso ha modificado la visión retrospectiva de la sociedad. “Hoy ya no somos solo algunos los que lo decimos. Ya no son solo los periodistas que investigaron la fiesta en Olivos y el cumpleaños de Fabiola, ahora tenemos la admisión de un ministro de ese gobierno de que lo que hicieron fue estirar la cuarentena hasta el infinito”, aseveró.

“Yo creo que la causa judicial más importante que tendría que haber en este momento en Argentina es esta. Las irregularidades, los delitos y los crímenes que se cometieron en la pandemia. Alberto Fernández merece ir preso por lo de los seguros, por pegarle a la mujer, por un montón de cosas. Pero antes que nada merece ir a prisión por el desastre que les generó a los argentinos con esa locura”, insistió, y añadió que “también deben ir presos todos sus secuaces, por haber hecho operativo todo esto, por haber contribuido a que se deje a todo el mundo encerrado en prisión domiciliaria sin haber declarado el estado de sitio”.

Siguiendo esa línea, remarcó: “Jamás deberían haber perseguido a la gente que quería salir y tomar sol, como aquella señora que quiso hacerlo en la Avenida Libertador porque tenía un linfoma; ni al chico que entrenaba remo y no lo dejaban; ni al pobre chico que venía con sus tablas de surf y despectivamente lo llamaban ‘el surfer’; ni a la gente que defendía la vida frente a la muerte que proponía el Gobierno”.

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De acuerdo a su visión, una investigación, una causa y un juicio justo son necesarios para que no haya impunidad. “Realmente espero que un tema tan grave no quede impune y que haya jueces con coraje para juzgarlos. Tienen de todo: corrupción; haber utilizado deliberadamente una acción de gobierno que perjudicaba a la gente solo para subir en las encuestas; el robo de vacunas; la fiesta en Olivos; haber elegido una vacuna rusa por afinidad ideológica y dejar al país tanto tiempo sin protección; innumerables crímenes, como los de Magalí Morales o Facundo Astudillo, gente que salía a algo y terminaba muerta en una celda”, consideró.

Y, finalmente, concluyó: “Debería ser una especie de enorme causa judicial en la que se investiguen todas las responsabilidades y donde haya gente que pague por eso. Esperemos que, por una vez en la historia de la Justicia argentina, se juzgue lo que constituyó la mayor violación a los derechos humanos que hubo en nuestra historia democrática”.

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