Esta semana, el Gobierno argentino denunció públicamente que la expresidente Cristina Fernández de Kirchner cobraba, como parte de su jubilación, un plus de $6 millones por vivir en “zona austral” (Santa Cruz), mientras que en realidad hace años vive en el barrio de la Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires.
En respuesta, el Ministerio de Capital Humano, que lidera Sandra Pettovello, decidió retirarle ese adicional, y la titular del PJ reclamó la restitución, pero le fue denegada.
Poco después, Cristina Kirchner publicó en sus redes sociales un extenso mensaje dirigido al presidente, Javier Milei, en el que calificaba a la medida como “un ataque” en su contra, daba sus argumentos para justificar el cobro de ese plus y finalmente llamaba “cachivache” al mandatario al tiempo que lo invitaba a ir “a un psiquiatra”.
Pero para Darío Lopérfido este mensaje y esta situación trascienden la coyuntura y se convierten en una evidencia de un fenómeno más profundo: la vulgarización de la política. Así lo analiza en su habitual espacio de los miércoles en Newsweek Argentina.
LA VULGARIDAD INTELECTUAL
El análisis de Darío Lopérfido, desde España
Para el exsecretario de Cultura argentino y actual coordinador de la Cátedra Vargas Llosa, “el discurso de los políticos argentinos se encuentra hoy por debajo de los niveles mínimos; y el de algunos ciudadanos también”.
Para ilustrarlo, rememoró una anécdota reciente: “El otro día yo critiqué algunos puntos del discurso del presidente Javier Milei en Davos y mucha gente me decía en las redes: ‘Bueno, ¿estás a favor o en contra del Gobierno?’. Mi respuesta fue que cuando considero que hay que elogiar algo, lo hago; y cuando considero que hay que criticar algo, también. Algo tan elemental y simple como esto pareciera haber perdido vigencia en Argentina y en muchas partes del mundo. Se exige ‘ponerse de un lado o de otro’. Se le hace difícil sostener su lugar a la persona independiente que, como decía, quiere apoyar lo que está bien y criticar lo que está mal”.
“En cierto modo, esto es responsabilidad de los políticos, que tensionan la discusión a propósito para polarizar, quedando un sector de un lado y otro sector del otro. Y el discurso del presidente en Davos estuvo en esa línea: radicalizar, polarizar”, analizó.
Pero la situación no quedó ahí. “Luego el presidente (él mismo y también a través de algunos voceros) intentó decir que no había dicho lo que efectivamente había dicho respecto a los gays. Y finalmente confunde la discusión, saca el tema de los nazis y dice que eran de izquierda, lo cual es una enorme banalización y un signo más de brutalidad. Los nazis eran el mal absoluto y tenían como objetivo matar a los judíos”, repasó, y agregó: “En lo que se refiere a la política interna de Alemania en esos tiempos, los nazis eran populistas, más parecidos a los fascistas italianos y al peronismo en Argentina. Un Estado grande y populista que repartía cosas, pero, a su vez, perseguían a todo aquel que fuera comunista o socialista”.
Para el intelectual argentino, “todo esto tiene que ver con una estrategia, con instalar cosas para anular la discusión anterior, y tener a la gente discutiendo banalidades”. “Mientras en Moreno o Florencio Varela se asesina gente todo el tiempo, los argentinos tienen que discutir acerca de los nazis”, enfatizó.
Este fenómeno, sostuvo el exdirector del Teatro Colón, “encontró un punto más en esa escalada de vulgaridad en Cristina Kirchner, que siempre lo supera todo”. Y contó: “Cristina se queja porque desde el Ministerio de Capital Humano le sacaron una parte de la jubilación que ella cobraba de manera insólita: cobraba un plus millonario por estar radicada en la provincia de Santa Cruz, lo mismo que le pagan a alguna gente por habitar zonas desfavorables, cuando todo el mundo sabía que vivía en la Recoleta. Ni siquiera era necesario chequearlo. ¡Ella vivía en la Recoleta y cobraba ese plus! Ese monto no tenía que ver tanto con dónde uno tenga el domicilio (ella efectivamente lo tiene en Santa Cruz por cuestiones políticas), sino con dónde vive efectivamente”.
En este punto, fue contundente: “Las declaraciones de Cristina contra el Gobierno muestran dónde empezó esta vulgaridad intelectual que hoy sufrimos en Argentina. Cristina publica una respuesta larguísima en un tono pendenciero, mersa, en el que manda al presidente al psicólogo. No tiene ni la más mínima dignidad de un expresidente. Habla en el mismo tono que un puntero del más bajo nivel”. Pero además, en ese mensaje Lopérfido lee cierta hipocresía: “Cristina se defiende hablando de dinero, después de todo lo que han robado y de que es evidente que tiene dinero por todos lados. Muestra así que lo que realmente le indigna es que le toquen la plata”.
“Hay que ser claros en este tema: si Milei existe, es por el kirchnerismo. Los años de Néstor, Cristina y Alberto, en los que el kirchnerismo estaba en el primer lugar de la discusión pública, fueron años en los que se bajó el nivel de la discusión hasta lugares insospechados”, subrayó.
Y continuó: “Lo que han hecho ha sido tremendo. En los medios, en la gente del espectáculo, en la política. Vulgarizaron todo tipo de discurso político con el monopolio de la palabra que construyeron. Seguramente se recordarán “6, 7, 8”, las cadenas nacionales de Cristina, el bombardeo sistemático de vulgaridades generó un tipo de ciudadano al que le gusta cuando Milei se enoja, insulta, dice lo de Davos. Esta semana se vio con claridad el resultado de todo aquello”.
Finalmente, y en relación a todas estas situaciones en conjunto, concluyó: “Después de las críticas a Milei por lo de Davos, aparece Cristina en su plenitud, diciendo barbaridades y hablando de una forma que uno no puede creer que esa persona haya sido presidente dos veces. Su nivel es realmente bajo y explica justamente el bajísimo nivel de la discusión política en la Argentina, explica a los seguidores furiosos de Milei, explica lo malo de los medios de comunicación y, sobre todo, la vulgaridad intelectual de la política. Lo que estamos viviendo hoy es la herencia envenenada del discurso político del kirchnerismo”.