En los últimos meses el presidente Javier Milei parece haber intensificado su estrategia política y comunicacional de emitir mensajes agresivos en contra de determinados periodistas que lo critican, incluso cuando esas críticas provienen de profesionales y medios que apoyan al Gobierno.
Un caso paradigmático fue el de Diego Leuco. En medio de la explosión del caso Alberto Fernández (la probable corrupción en torno a los seguros y la denuncia de violencia de género de su exesposa Fabiola Yáñez), el mandatario lo atacó en las redes sociales achacándole haber “llegado tarde” para criticar al expresidente. Diego Leuco le respondió que tanto él como su padre, Alfredo, fueron sumamente críticos de aquel Gobierno y del kirchnerismo en general.
En diálogo con Newsweek Argentina, el intelectual argentino Darío Lopérfido, exsecretario de Cultura y actual coordinador de la Cátedra Vargas Llosa, analizó esta agresiva estrategia libertaria, pero también señaló a los “malos periodistas” que realizan operaciones por sesgo ideológico, por poder o por dinero.
La otra semana, por Darío Lopérfido: Mbappé, Gaza y las sistemáticas mentiras del periodismo “woke”
LOS MALOS Y EL DEBER DE LOS BUENOS
El análisis de Darío Lopérfido desde España
Según la mirada del extitular del Teatro Colón, “en los últimos años, el periodismo se ha hecho merecedor de un profundo descrédito por culpa de una parte de este sector, que lleva adelante prácticas nefastas en pos de objetivos que no son la búsqueda de la verdad, sino la defensa corporativa de mafias, de sectas ideologizadas y de negocios”.
Sin embargo, consideró: “Pero también creo que hay buenos periodistas y que estos no deben permitir que su profesión se siga desacreditando”.
Con esto se refiere a una serie de hechos que ocurrieron en las últimas semanas en torno al escándalo que involucra a Alberto Fernández, y a la postura que adoptó el gobierno de Javier Milei e incluso el propio presidente.
“Tengo que admitir que a mí no me gusta lo que hace Milei. Y me refiero particularmente a lo que hizo con el periodista Diego Leuco, a quién chicaneó diciéndole ‘llegaste tarde’, en relación a las críticas al expresidente Alberto Fernández. La verdad es que Diego Leuco tuvo siempre una conducta periodística muy seria, muy ética y su padre, Alfredo Leuco, es un hombre que enfrentó el kirchnerismo”, opinó.
Y, analizó: “En realidad, no está bien que Milei haga eso en cualquier hipótesis, porque los que tenemos que hacer esos señalamientos, llegado el caso, somos nosotros, los ciudadanos. Él tiene que hablar de economía y explicarle a la gente cuándo se va a terminar esta recesión y dar alguna palabra en ese sentido; no pavear. Porque cuando él hace esto hace parecer que tiene mucho tiempo libre”.
En ese sentido, pidió a Milei tomar estas palabras como una crítica constructiva. “Desde luego, este es un consejo que yo le doy, porque quiero que a este Gobierno le vaya bien. Realmente apoyo su programa de reformas, pero cuando se la pasa paveando en Twitter da la sensación de que tiene mucho tiempo libre, y no es una buena esa imagen. Podría incluso convertirse en un nuevo error no forzado”.
Siguiendo esa línea, afirmó que no es necesario hoy, con los problemas que tiene la Argentina, remover el pasado. “Tampoco me parece una crítica justa la que él le hace a los Leuco, padre e hijo, porque ellos criticaban más a Alberto Fernández que el propio Mieli. No solo no lo criticaba, sino que además era amigo de Massa. Entonces, ¿para qué ponerse a sacar estos recuerdos que no valen la pena cuando estamos todos tratando de que Argentina salga adelante?”, ironizó.
Para Lopérfido, la estrategia de Milei se enmarca en un fenómeno global que lo excede y que también encuentra en él un claro representante. “La táctica de pelearse con los periodistas y decirles cosas no es algo que haya inventado Milei. No es nuevo”, sostuvo, y continuó: “Lo hicieron Salvini y Beppe Grillo en Italia; lo hizo Trump en EEUU. La gran duda es si esa misma estrategia le va a resultar a Milei, porque tanto Italia como Estados Unidos son países que ni por casualidad tienen la pobreza que tiene Argentina; son países ricos. Eso funciona allí porque hay una clase media muy extendida y, en cambio, no está claro que ese experimento funcione bien en Argentina, donde hay gente que ni siquiera lee los medios, o no tiene Twitter y, además, es gente muy pobre”.
“La clave del éxito del Gobierno de Milei no tiene que ver con esas estrategias, sino con lograr que siga bajando la inflación y se reactive la economía. De eso depende su éxito o su fracaso”, insistió.
Pero volviendo a la relación con el periodismo, el intelectual reiteró que “hay buenos periodistas, pero el problema es que hay otros que son un espanto como profesionales y como personas”.
Los Insaurraldes, los Tenembaums de la vida y la necesidad de humillar electoralmente al peronismo
Y les puso nombre: “Un caso para destacar es el de Tenembaum, que salió a hablar de las presuntas adicciones de Fabiola Yáñez, cuando no venía a cuento de nada. Simplemente dijo eso porque él era parte de esa mafia, junto a Tamara Pettinato, que trabaja en su programa”. Y agregó: “Se sumó así a Verbitsky en esto de exculpar a Alberto. Bueno, Verbitsky siempre recibió dinero (incluso de la dictadura militar) y por eso defendía a Alberto, como lo hizo en 2004 cuando fue acusado por un periodista llamado Julio Nudler, que fue despedido de Página 12 por investigar la corrupción del entonces jefe de Gabinete”.
“Ahora vemos como muchos periodistas se afligen porque los incluyen en las críticas, especialmente por parte de los trolls y el presidente. Pero yo les recomendaría a los periodistas que no sean corporativos en defender a los malos porque, cuando lo son, se ellos mismos se suben a la misma bolsa”, les sugirió.
De acuerdo a Lopérfido, el caso de Verbitsky es paradigmático: “Cuando comete una barbaridad como la que hizo el otro día, escribiendo una nota operando y poniendo a Alberto Fernández casi como un santo, los buenos periodistas lo tienen que criticar y no tener que tener un espíritu corporativo. Del mismo modo, Tenenbaum salió a hablar de las adicciones de Fabiola y sería lógico que los periodistas buenos pidan que a Tenenbaum, que está en la Academia Nacional de Periodismo, lo echen. Porque es un papelón que esté allí con los buenos periodistas. El mismo Tenembaum que dijo que ver porno infantil no está mal ahora defiende a Alberto, pero no honestamente, sino ensuciando la cancha. Entonces, échenlo, y no sigan haciendo silencio”.
La otra semana, por Darío Lopérfido: «Así opera la miserabilidad moral de la mafia peronista»
Para poner esto en contexto, comentó: “El periodismo en la Argentina tiene una malísima imagen. El otro día vi una encuesta en la que el nivel de confianza en el periodismo estaba en torno a un 20% o 21%. ¿Cómo se puede revertir esto? Empezando por que los buenos periodistas no hagan silencio frente a las operaciones que se hacen por plata, frente a tipos que tienen conductas miserables. Y ya no sigan diciendo que Verbitsky es un periodista. Verbitsky fue una persona que, como decía, trabajó para los militares en la época de la Dictadura. Trabajó para la dictadura de Onganía. Cobraba plata de todos lados. Y después organizaba atentados, pero a él nunca lo agarraban. Es una persona de una dudosa moral que se dedica a hacer operaciones”.
“Buenos periodistas, díganle ‘¡Verbitsky, vos sos un caradura, sos un delincuente’!. ¡Saquen a Tenembaum de la Academia de Periodismo! Porque, si no, pareciera que ustedes avalan eso”, enfatizó.
EL PROBLEMA NO SON LAS REDES
Para Lopérfido, en este marco se verifica un fenómeno singular: periodistas que operan en los medios de comunicación tradicionales luego se indignan por el trato que reciben en las redes sociales y sostienen que la libertad de expresión está en peligro.
En ese aspecto, comentó: “El otro día escuché a unos periodistas decir que lo que hace el Gobierno de Milei es igual a lo que hacía ‘6, 7, 8’, en tiempos del kirchnerismo, en eso de señalar todo el tiempo a los demás. Pero yo les diría algo: no hay punto de comparación con lo que hacía el kirchnerismo, porque el kirchnerismo representa el mal absoluto”.
“Al que pensaba distinto, el kirchnerismo no lo señalaba en una red social: le mandaba la AFIP, lo dejaba sin trabajo como a Julio Nudler, o prohibirles a todos los grupos empresarios que los contraten. Y cuando alguien hacía algo que no les gustaba demasiado, como Nisman, lo mandaban a matar”, recordó.
Las redes, explicó, tienen su propia lógica y se regulan de maneras diversas, con un rol preponderante de los propios usuarios. “Twitter, por ejemplo, tiene un mecanismo muy bueno para desacreditar las fake news, que es que se puede aclarar abajo de un tuit si lo que una persona publicó no es verdad”, indicó, pero agregó: “Pero les diría algo más: si a esos periodistas les molesta el acoso en las redes, entonces no deberían estar en las redes”.
Esto lo llevó a Lopérfido a reflexionar sobre un hecho que él mismo padeció: “A mí me han acosado cuando dije que en Argentina no había 30.000 desaparecidos. Me han acosado de una manera tremenda, pero no lloriqueé. De hecho, la verdad, no me preocupé mucho a pesar de que me amenazaban con seguir esa campaña en mi contra si no les daba plata. Sí, eso pasó”.
También ve en las redes un costado positivo: “Las redes sociales han traído muchos problemas pero también han traído muchas soluciones. Hoy, muchas cosas que no salen en los medios, salen en las redes sociales. Si no hubiese sido por un periodista de redes sociales, no nos hubiésemos enterado de la fiesta de Olivos. Ningún medio ni ningún periodista lo había sacado. Hoy nos enteramos de muchísimas violaciones a los derechos humanos que suceden en Venezuela, gracias a Twitter. Entonces, dejemos de cargar contra Twitter. Si no les gusta el señalamiento de algunos seguidores de Milei, dejen de usar Twitter por un tiempo”.
La dura respuesta de Marcelo Longobardi a Javier Milei tras el ataque del presidente en las redes
Pero, ¿qué hay detrás de ese presunto enojo del periodismo con las redes y en particular con quienes señalan como “trolls de Milei”? Lopérfido explora algunas respuestas.
En primer lugar, asegura que muchas veces existen “defensas corporativas” que degradan la profesión. “En mis notas yo critico a los periodistas que tengo que criticar, pero no digo que son todos unos delincuentes. Y por eso a mí no me meten en la misma bolsa. Hagan lo mismo: señalen a los malos. Porque si ustedes los siguen bancando con su silencio, a ustedes sí los van a meter en la misma bolsa”, aseveró.
“No dejen que pase con el periodismo lo que está pasando con los derechos humanos o el feminismo. Defiendan su profesión. Y una manera de defenderla es no defender a los mafiosos”, subrayó.
Pero hay algo más: un cambio de época. “Los periodistas tienen que entender que ese mundo feliz en el que vivían, donde su palabra no tenía posibilidad de ser discutida, se terminó. Hoy vivimos en un mundo más democrático. Por caso, recuerdo que en los ‘90 se decía que ‘ningún gobierno aguanta cinco tapas de Clarín seguidas’. Ahora nadie sabe ni siquiera qué sale en la tapa de Clarín”, resaltó.
Cuatro de cada diez argentinos se sienten abrumados por las redes sociales
Hoy, consideró, “a los periodistas que escriben barbaridades, que hacen operaciones, que cobran de gobiernos, las redes sociales los pueden denunciar; por lo tanto, no es tan malo el mundo de las redes sociales”. E insistió: “Lo que pasa es que hay periodistas que se quedaron en aquel mundo en el que eran los dueños de la verdad. Pero ya no hay dueños de la verdad. Todo está mucho más discutido”.
“Yo escribo artículos, los posteo e interactúo con cada persona que dice algo de mi artículo. A mí eso, lejos de parecerme malo, me parece muy bueno, muy bueno. Por eso, insisto, tómenselo más con calma, que no es para hacer una guerra santa. Hay dos caminos: o se van de las redes para que no los critiquen; o se quedan y los enfrentan. Pero quedarse y lloriquear es ser funcional a ese tipo de estrategias de agresión en las redes”, sentenció.
Finalmente, concluyó: “Muchas -o casi todas- las cosas que dijo Alfredo Casero el otro día en la tele son ciertas. Es hora de que los honestos no se queden pegados a cosas como las que denuncia Casero. Tienen que denunciar. Y eso también corre para los (buenos) periodistas”.