Por Gabriel Michi
Mientras la inflación supera el 100% anual y carcome los ingresos de toda la sociedad pese a los programas oficiales, el boom consumista no para: los argentinos no sólo coparon el Mundial de Qatar sino que en el verano saturaron las plazas turísticas fuera y dentro del país; los bares y restaurantes explotan y los espectáculos se agotan. Postales de una realidad contradictoria. Todo es posible en este yin y yang de la economía en la “Argentina Sold Out”. El factor postmandemia y el inflacionario.
El Yin y el Yang. Dos países en uno. Contradictorios y complementarios. Uno donde el dinero no alcanza y otro en el que se dilapida sin miramientos. Uno en el que la inflación carcome los bolsillos y otro donde el hiperconsumo es la regla. Uno donde los números de la economía aparecen al rojo vivo y otro donde los bares y restaurantes explotan de gente. Uno donde no hay dólares en ninguna arca oficial aunque hay una esperanza gigante frente a lo que pueda generar Vaca Muerta y en la revalorización internacional de YPF y otro donde el turismo alcanza récords nunca vistos. Uno donde pocos pueden acceder a bienes durables y caros (como la vivienda) y otro donde se agotan las entradas para espectáculos como recitales, teatros y eventos deportivos.
Esos dos países contradictorios conviven en una misma Argentina. En un mismo momento. En un mismo presente. La Argentina inflacionaria es también la Argentina “Sold Out”. Esa que agota. Para bien y para mal. A eso se enfrenta el gobierno de Alberto Fernández y su ministro de Economía, Sergio Massa.
En los últimos tiempos, la inflación ronda el 100% anual y no hay indicios de que se pueda frenar pese a los planes de “Precios Justos” lanzados por la Secretaría de Comercio a cargo de Matías Tombolini.
Paradójicamente, en paralelo, el consumo argentino ha estallado a tal punto que pareciera una nación en la que la riqueza desborda y donde los salarios no se achican frente al alza de precios. Sin embargo, ocurre todo lo contrario.
Si bien el país creció cerca de un 5% en 2022, todo se desdibuja cuando se ven otras variables económicas como, por ejemplo, el crecimiento del endeudamiento público y privado. Las tasas de interés están por las nubes y no es para menos con un Índice de Precios que aumenta en promedio un 6% cada mes. Comprar en cuotas se volvió una alquimia y ya no hay ofertas “sin interés”. A lo sumo “cuotas fijas” pero que incluyen una indexación abrumadora. Dejar sin cubrir la totalidad de la tarjeta de crédito significa para cualquier persona encontrarse al mes siguiente con una bola de nieve que no para de crecer y multiplicarse.
Y encima, lo más preocupante es que más del 40% de la población está por debajo de la línea de pobreza. El trabajo en negro y la economía informal también ronda el 40%. Y ni siquiera tener un trabajo formal y estable garantiza tener los ingresos necesarios para sobrevivir. Todos esos datos harían pensar en que el país estaría paralizado, con sus empobrecidos habitantes expectantes sin gastar nada, esperando que la tormenta pase.
Sin embargo, la realidad muestra otra cosa: el boom del consumo despliega cifras increíbles. Y muestra paisajes inexplicables frente a los datos macroeconómicos. Las colas que se forman en los restaurantes los fines de semana (y la gran ocupación de mesas en los días de semana) sólo serían imaginables en una nación con otras variables económicas. Lo mismo que ocurre con cada recital de artistas nacionales o internacionales que agotan sus tickets en cuestión de minutos y deben agregar más funciones. Un claro ejemplo fue el de las 10 funciones a lleno total de la banda británica Coldplay en River Plate donde más de 600.000 personas dijeron presente.
Ese boom del consumo del esparcimiento no conoce límites. Sebastián Bulgheroni, COO Y CMO para LATAM de Fénix Entertainment Group, señala a Newsweek Argentina que “sin duda estamos frente a un boom del consumo del entretenimiento. La oferta es mucha y variada”. Bulgheroni le asigna este fenómeno al factor pospandemia: “Creo que hay una causa-efecto provocado por la salida después de un encierro prolongado. Y allí se juntaron también la oferta y la demanda. El público argentino históricamente suele consumir mucho entretenimiento y después de tanto tiempo de encierro por la pandemia, estaba ávido de diversión. Y ahí aparece la demanda. Eso se cruza también con muchas ofertas de entretenimiento que estaban en gateras, listas para salir a los escenarios. Y así explotó este boom”.
En el caso de Fénix, este fenómeno lo notan en sus dos unidades de negocios vinculadas al esparcimiento: la que administra el Ecoparque de la Ciudad de Buenos Aires y el Parque de la Costa (en Tigre). En ambos la cantidad de visitantes se multiplicó. La otra unidad es la de los shows en vivo donde tuvieron que poner el cartel de “Sold Out” muchas veces y con artistas de los más diversos géneros: desde Ricardo Arjona a Marc Anthony, pasando Slipknot, Judas Priest y Soledad (en 2022), entre otros. Esa demanda también la mantienen este año con David Guetta, Romeo Santos y Cristian Castro, entre muchos más, como también en el espectáculo “Bazzar” del Cirque Du Solei que se realizará en junio y julio en la Costanera Sur.
En este fenómeno socio-cultural de consumo, un capítulo aparte merece lo generado por la Selección argentina de fútbol: con más de 50.000 coterráneos que viajaron al Mundial de Qatar, con un costo en dólares inalcanzable para la mayoría de los mortales. Y, ya con el seleccionado campeón, con el furor por las entradas para los dos amistosos (ante Panamá, en Buenos Aires, y Curazao, en Santiago del Estero) que se agotaron en cuestión de minutos, pese a lo caras que estaban. Dos millones de personas se anotaron para adquirirlas pero sólo tuvieron ese privilegio poco más de 60.000 en el caso del primer partido que se disputó en el Estadio de River, y bastante menos en el Estadio santiagueño “Madre de Ciudades”.
Si bien hay algunos consumos que pueden ser considerados VIP –los viajes a Qatar- y sólo alcanzables para una mínima elite de mucho poder adquisitivo, hay otros que son más económicos y masivos que demuestran que no alcanza con esa explicación basada en una evidente desigualdad social que existió desde siempre. Se ve en los reflejos turísticos, por ejemplo, donde –con opciones bien diferenciadas de acuerdo a los presupuestos- mucha gente de distintos estamentos sociales vacacionaron por el país. Y eso se ve potenciado también en los fines de semana largos, donde los centros turísticos también colapsan. Este verano Brasil, pese a la desventaja cambiaria, estuvo plagado de argentinos. Y lo mismo ocurrió en Punta del Este donde el comienzo del 2023 se largó con más de 100.000 que cruzaron el Río de la Plata hacia Uruguay, una cifra no vista en años. La Costa argentina también tuvo un lleno total en el verano, como también los más diversos puntos del país, de Norte a Sur y de Este a Oeste.
El ministro de Turismo de la Nación, Matías Lammens, le dijo a Newsweek Argentina: “Sin duda estamos viviendo un boom turístico. En esta temporada de verano, casi 34 millones de turistas se movilizaron por el país, con un impacto económico de $1,3 billones, superando largamente las cifras de la última temporada prepandemia. Y en el marco de la recuperación del turismo receptivo, más de 1,8 millones de viajeros provenientes del exterior ingresaron al país en lo que va de este año, generando un ingreso de USD 1500 millones”.
En ese sentido Lammens agregó: “El contexto de emergencia provocado por la pandemia, diseñamos PreViaje como una herramienta para estimular la demanda en el mercado interno, dadas las restricciones para viajar al extranjero en todo el mundo. Observamos que los meses más duros de la pandemia, sin posibilidad de esparcimiento, produjeron un efecto social muy marcado, una necesidad de viajar que fue creciendo enormemente y beneficiando al sector turístico. Esto sucedió de manera global, pero en Argentina se manifestó de manera especial por las maravillas naturales a lo largo y ancho del país. Así, el éxito del programa fue rotundo en sus primeras dos ediciones. Con el cambio de escenario, PreViaje 3 se focalizó en romper la estacionalidad y sostener la demanda turística en aquellos meses en los que históricamente cae. En total, el programa ya movilizó a más de seis millones de personas. Como consecuencia, el sector gastronómico-hotelero lideró el crecimiento de la actividad económica y del empleo registrado pospandemia. Sin dudas, tiene el potencial de seguir creciendo y convertirse en un faro para la región y el mundo. Por eso, vamos a lanzar la cuarta edición para promover que no haya temporada baja en el país”.
“A medida que se fueron reabriendo las fronteras, comenzamos a apuntar a la reactivación del turismo receptivo para comenzar a generar los dólares que el país necesita. Argentina es un destino muy requerido en el marco de las nuevas tendencias de demanda turística, que cada vez se vuelcan más a los destinos de aire libre. Comenzamos con estrategias de promoción orientadas a los países vecinos, recuperando al turismo proveniente de Brasil, Chile y Uruguay, que además encuentra en nuestro país un tipo de cambio favorable.
Hoy, en el nuevo escenario, apuntamos a los mercados de larga distancia: ya recuperamos entre el 80% y el 90% de los turistas provenientes de Europa, mientras que desde Estados Unidos está llegando un 20% de viajeros por encima de los niveles prepandemia. En resumen, ya conseguimos recuperar el 85% del turismo extranjero, liderando las estadísticas de la región junto a Colombia, y el 100% del nivel de gastos de los viajeros provenientes del exterior” concluye el ministro de Turismo.
Muchos especialistas explican que este fenómeno de consumismo extremo en medio de la crisis económica tiene que ver con el tema inflacionario y con la imposibilidad de planificar grandes inversiones en bienes más onerosos como podría ser una vivienda, lo que lleva a que la gente se gaste hasta el último centavo en distracciones y esparcimiento. Y que eso puede tener también un componente post-pandémico: después de mucho tiempo de estar encerrados y de haberse enfrentado con la finitud de la vida muy de cerca (por la gran cantidad de casos fatales de COVID 19), hubo una explosión por querer salir a disfrutar de la vida, algo que ocurrió en la Argentina y en el mundo.
La filosofía “YOLO” (“You Only Live Once”, “sólo vives una vez”) se ha instalado con fuerza después de haber atravesado aquellos encierros y cuadros dramáticos por el Coronavirus. Ese desafío existencial de vivir el presente a pleno frente a un futuro incierto, tiene a su vez –como explica el psicólogo Diego Quindimil en su columna de la página 24- un componente criollo que lo potencia: la inflación. Y el hecho de que la plata en la mano “quema” y que hay que liquidarla antes que haga lo propio ese 100% de aumento de precios anual. Es decir, más vale gastarlo antes de que se desvalorice y más cuando existe la imposibilidad de poder usarlo para cosas más valiosas y perdurables. Es, como dice Quindimil, «el YOLO argentino».
Según cuenta el economista Damián Di Pace “la economía argentina no ha dado respiro a la clase media en los últimos años. Sus hábitos se han modificado. La clase media que tenía un aspiracional de acceder a la vivienda, transfirió ese aspiracional a la adquisición de un vehículo 0KM y hoy se refugia en el disfrute ocasional de descansos turísticos de fin de semana”.
Guido Lapa, economista y docente de la UBA dijo hace un tiempo: “Pensar los recitales llenos y otros lugares, tiene también que ver con que no hay capacidad de ahorro, que no licúe los pesos guardados”. Sin embargo, le vio al fenómeno un final no muy lejano: “Hay que ver si con la llegada de la recesión, se sostiene esta situación tan llamativa. Mi opinión es que una parte va a tener que ajustarse”.
En tanto el analista político Artemio López, titular de la Consultora Equis, explicó que “son dos fenómenos concurrentes, y ninguno de los dos es mentira: hay crisis y hay burbujas de consumo. De todos modos, creo que la tendencia es hacia la baja. Argentina presenta esta paradoja por una estructura distributiva muy inequitativa. Por eso vemos grandes consumos, acompañados de crisis en amplios sectores de la población”, sostuvo.
Es cierto que el boom de consumo no es equitativo y que existe ante la imposibilidad del ahorro (en pesos porque no hay plata y encima se desvaloriza, y en dólares porque está caro y no se consigue en el mercado formal) y la inexistencia de créditos aceptables para realizar inversiones duraderas. Pero no deja de ser cierto tampoco que este fenómeno está más que extendido y que tiene manifestaciones de las más variadas, de acuerdo al bolsillo de cada uno.
El yin y el yang de la Argentina es así. Lleno de contradicciones y contrastes. En donde conviven dos realidades opuestas. O no tanto. Donde coexisten la inflación extrema que empobrece y el “sold out” que sorprende. Y ambos repercuten en el bolsillo. Es, en definitiva, la gran paradoja argentina. La del consumo.