Esta semana, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, encabezó una gira por Israel que las crónicas narraron como un viaje para conocer en primera persona el modelo que le permitió a ese país derrotar a la hiperhinflación en los años ´80.
Pero el funcionario fue acompañado por el secretario general del Gobierno porteño, Fernando Straface; y por el subsecretario de Relaciones Internacionales, Francisco Resnicoff, quien le explicó a Newsweek Argentina que la visita fue mucho más que eso.
En esta entrevista exclusiva a horas de haber retornado a Buenos Aires, Resnicoff cuenta los detalles y, sobre todo, cuáles son las conclusiones respecto al modelo israelí, que podría sentar las bases de un eventual plan de Gobierno para 2023.
Está claro que para conocer cómo hizo Israel para combatir la inflación en lo ‘80 no hacía falta viajar hasta allí. ¿Qué es lo que fueron a ver personalmente?
– El viaje estuvo enfocado en tres ejes principales, que eran los que nos interesaban. Primero que nada, no sólo conocer de primera mano lo que fue la lucha contra la inflación, sino también cómo eso sentó las bases para un crecimiento sostenido de la economía israelí, con un fuerte aumento del PIB per cápita y la mejora de la calidad de vida. Segundo, entender cómo se construyeron los apoyos políticos para ese plan y algunas otras políticas de Estado. Queríamos conversar con los actores políticos de aquel momento y con los actuales sobre cómo formar coaliciones que den respaldo a algunas reformas estructurales. Y en tercer lugar, entender cómo funciona todo su ecosistema de innovación que, por supuesto, se desarrolló primero por las condiciones macroeconómicas que el país ofrecí, pero también por un fuerte apoyo estatal al emprendedorismo y la tecnología. Visitamos a todas las agencias de gobierno vinculadas a la innovación y también algunas compañías que son claro ejemplo de lo que genera ese apoyo.
¿Y a qué conclusiones arribaron? ¿Qué aprendizajes se trajeron?
– Muchos. Pero el principal es que la receta para derrotar a la inflación -vale recordar que en Israel llegó al 500% en los ‘80- no es ningún misterio y está muy estudiada. Pero creo que lo central fue la construcción de un apoyo político muy sólido para tomar las medidas que había que tomar. Aunque lo intuíamos, fue una revelación para nosotros: con cada uno que hablábamos, políticos o economistas, nos decía que la clave fue un gran acuerdo entre los principales partidos políticos, que lograron unirse tras un objetivo común, que era derrotar a la inflación. Y en esas metas coincidieron los políticos y los economistas, tanto de aquel entonces como de ahora. Otra cosa que nos quedó muy patente fue que durante los años del proceso inflacionario, la gente se acostumbró a ver a la inflación como parte del paisaje, algo que estaba dado y que no se podía hacer nada.
«En el ´85, con ese pico tan grande y con el apoyo decidido de todas las partes, se generó un quiebre, sobre todo en las expectativas. Fue tan fuerte que la gente empezó a creer que se podía abandonar esa realidad en la que vivían».
¿Están dadas las condiciones para un acuerdo político de esa naturaleza en Argentina, donde no sólo hay una grieta entre oficialismo y oposición, sino también distintos modelos dentro de los propios partidos dominantes?
– Yo creo que existe un gran consenso en la mayoría de los integrantes de la mayor parte de las fuerzas políticas. Todos ven que la inflación es uno de los principales motivos por los cuales el país no puede crecer a largo plazo. Hay un consenso en que tenemos que hacer acuerdos para bajarla y en que debemos comprometer en esto a gran parte de la sociedad, a los ciudadanos de a pie, a los actores de la sociedad civil, a los sindicatos. Lo que sostienen nuestro jefe de Gobierno y muchas otras personas dentro de nuestro espacio y de otros espacios es que este es un tema que hay que solucionar. Por lo tanto, sí hay lugar para construir ese consenso. Convivir con la inflación tiene enormes consecuencias para una gran porción de la población, porque limita la posibilidad del crédito para las empresas, para las personas e impide el progreso personal.
Es cierto que puede haber coincidencia en que la inflación es el gran problema a resolver, pero ¿qué pasa con el “cómo”? Una de las palabras que más usó Rodríguez Larreta al referirse al modelo israelí fue “austeridad”. ¿Cómo debe interpretarse esa palabra, sobre todo en relación a esas “primeras 100 horas de Gobierno” que plantean?
– Bueno, por eso decía que nos quedó claro que tiene que haber una decisión política muy fuerte, que señalice el camino. No sólo es una cuestión de austeridad; también debemos generar la expectativa, la esperanza de que más allá de las medidas la senda es la correcta, y que no se va a desviar.
«Lo que nos quedó claro también es que no se pasa de una alta inflación, espiralizada, a una baja de la noche a la mañana».
Más allá de lo que eventualmente en el futuro se pueda hacer en la Argentina, ¿cuáles fueron las dos o tres primeras medidas que tomaron los líderes políticos israelíes como parte de su plan?
– Esa no fue la parte principal de lo que fuimos a ver. El énfasis estuvo puesto en comprender cómo llegaron a esos consensos amplios, sin los cuales ninguna medida puede funcionar. Esos consensos son los que sustentan la credibilidad de todas las medidas que se tomen desde el día uno. Sí hay un montón de herramientas provenientes de distintas escuelas que se aplicaron con éxito tanto en Israel como en muchos otros países; hablo de cuestiones monetarias o fiscales.
¿Cómo sigue ahora este proceso? ¿Ya empezaron a avanzar en esos acuerdos? ¿Habrá un acompañamiento por parte de Israel en caso de que se decida implementar su modelo?
– En los distintos ámbitos de Juntos por el Cambio y del PRO en particular se está trabajando en planes de gobierno desde hace muchísimo tiempo, de la mano de un grupo de economistas. Se viene discutiendo en el interior de la coalición, de la Fundación Pensar y todos los espacios en los que se está evaluando la situación actual y cómo salir de la crisis, ante la posibilidad de que el año que viene se vuelva al Gobierno. Respecto al segundo punto, no es que hayamos ido a buscar ayuda del Estado de Israel: fuimos a consultar a algunos actores de la política y la economía, de la misma manera que consultamos permanentemente a muchos otros expertos nacionales e internacionales en todos los ámbitos de política pública. Los contactos van a seguir.
¿Este viaje debe leerse como el de un precandidato a la presidencia ya lanzado? Porque, en definitiva, se entiende que está construyendo un plan para gobernar el país.
– Yo no diría eso porque, primero, fue un viaje que teníamos previsto hace mucho tiempo y por la pandemia no pudimos concretar. Gran parte de la agenda tuvo que ver con temas urbanos. Hablamos con la autoridad de innovación israelí; con Statup Nation que es una gran fundación que se dedica a apoyar el emprededorismo; y compañías de base tecnológica que tienen operaciones en Buenos Aires, a través de las cuales tratamos de promover el Parque de la Innovación. Y la otro fue tratar de comprender los problemas que tiene nuestro país, pero como parte activa de la política nacional que somos.
¿Y qué ideas les parecieron interesantes para importar y mejorar el entorno de negocios para las startups?
– A mí me impresionó positivamente cómo el Estado actúa como facilitador de la formación de nuevas empresas, y cómo las herramientas que ellos proponen, a través de la autoridad de innovación de Israel, implican un fuerte apoyo en términos financieros. Pero además eso se combina con una idea, con un objetivo: que luego son las empresas las que tienen que generar la innovación y el empleo. Por ejemplo, nos contaron que las empresas que ellos apoyan sólo empiezan a devolver los créditos si empiezan a ganar dinero. Otra cosa me quedó grabada es que el Estado no pasa a ser dueño de una parte de la compañía. Todas esas herramientas me parecieron muy virtuosas para promover un ecosistema de innovación sano. Nosotros tenemos una capacidad de crecer gigantesca, por la calidad de nuestros recursos humanos, la formación en inglés, el hecho de que estamos en una zona horaria compatible con Europa o EEUU y una fuerte cultura emprendedora fruto de las dificultades que hay para hacerlo. En un Israel un 54% de las exportaciones son por high tech, más de US$ 70.000 millones. Imaginate cómo podríamos dinamizar nuestra economía si potenciáramos nuestras capacidades.