Por Gabriel Michi
Hoy es la madre de todas las batallas. En un escenario donde las batallas se multiplican. En la interna de La Libertad Avanza, con legisladores y funcionarios que se pelean todos contra todos, hay una disputa que es la más colosal y potente. La que protagonizan los Milei –Javier y Karina- con la Vicepresidenta.
Un tuit en el que Victoria Villarruel defendió a los jugadores de la Selección argentina ante las críticas por cánticos discriminatorios contra sus pares de Francia, fue el que le reveló a ella lo que muchos le decían pero que prefería no creer: los ataques en su contra no sólo parten del entorno del Presidente; los dardos envenenados también provienen del propio Javier Milei, su compañero de fórmula. “No fue un tuit feliz. Por las cuestiones deportivas, no podés generar un quilombo institucional en términos diplomáticos”, dijo el libertario. Y ya no le dejó margen a las dudas. Fue un golpe duro y revelador para la Vice. Un desengaño final.
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A partir de ese momento, todo cambió. Ni siquiera haber votado para desempatar en la “Ley Bases” (y así salvar el pellejo del Gobierno) alcanzó: Milei ni le agradeció. Pero sí se apuró a dejar en offside a la Vice ante el tuit futbolero, que ella decidió fijar para que quede en claro que no se retractaba de su crítica al “colonialismo” francés. Luego vino el pedido de disculpas llevado por Karina Mileial embajador galo Romain Nadal, previo al viaje a los Juegos Olímpicos de París, invitados por Emmanuel Macron.
En las trincheras de Villarruel señalan que todo fue una sobreactuación para perjudicarla, un plan pergeñado por la hermana del Presidente en complicidad con el todopoderoso asesor –y monje negro en las sombras- Santiago Caputo, a quien le asignan la responsabilidad en los ataques sincronizados de los trolls libertarios que -cada vez con más frecuencia y ferocidad- disparan contra la Vicepresidenta.
El vacío oficial hacia la Vice es rotundo y contundente. Cunde un silencio ensordecedor. Con miradas muy distintas de la política, porque para ella las formas también hacen al fondo.
En principio, Villarruel no pudo colocar a nadie propio en ningún puesto del Poder Ejecutivo. Ni tampoco, siquiera, en la Cámara de Diputados que encima está en manos de Martín Menem, leal a Karina Milei y otra espada que se ciñe amenazante sobre la jefa del Senado. También le impidieron tener un despacho en la Casa Rosada –tal como sí ocurrió con otros vices-; es más, desde su entorno cuentan que a Alejandro Guglielmi, exjefe de la Casa Militar, lo echaron por haberle facilitado su oficina a Villarruel para que haga base circunstancial –ir al baño, dejar sus cosas- cuando había reunión de Gabinete. Ella entendió el mensaje: cada vez que el libertario viaja al Exterior, la vice se queda en el Senado y no pisa la Rosada.
El único puente que mantiene Villarruel con el Poder Ejecutivo es el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien hace malabares entre las conflictivas personalidades en disputa. Otra especie de “jamoncito”, como definió Villarruel a Javier Milei, por quedar en medio de sus disputas con Karina. Ese apodo irritó tanto al primer mandatario que mandó a “filtrar”con algunos periodistas -que actúan como voceros presidenciales de facto- que él la había rebautizado como “Victoria Bicha Cruel”.
AGENDA PROPIA
Mientras tanto, la Vice recorre provincias y mantiene diálogo con los gobernadores con quienes además intenta destrabar las votaciones de sus senadores. Sus allegados dicen que esas visitas al corazón del país son para “agradecer el apoyo recibido en la campaña presidencial”. Y que ella reivindica esos encuentros porque emergen valores relacionados con el “ser nacional” y la “identidad de la Argentina profunda”, que son los que quiere representar desde su conservadurismo político.
Sin embargo, en la Rosada desconfían y creen que eso es parte de un armado que Villarruel viene tejiendo, a espaldas del Presidente, y que evidencian sus ambiciones políticas presentes y futuras: una potencial candidatura presidencial.
En ese contexto, hay un dato desconocido y trascendental: la Vice tiene un equipo –por fuera del Senado- de expertos y analistas internacionales que la asesora y elabora informes, algo que algunos interpretan como una apuesta a futuro en cuanto al relacionamiento con el mundo. De hecho, de manera “protocolar”, suele reunirse con embajadores de distintos países e interesarse por la realidad de esas naciones.
La foto de Milei y Villarruel en un tanque de guerra llegó a la tapa de The Wall Street Journal
Aun así, la Vicepresidenta sólo se pudo refugiar en el Senado que preside. Allí construyó su fortaleza. En esa estructura se apoya en dos personas de su máxima confianza: su amiga María Laura Isso, secretaría Administrativa del cuerpo; y Agustín Giustinian, secretario Parlamentario, quien viene del PRO y que trabajó con Federico Pinedo y Humberto Schiavoni. Ellos completan la trilogía del poder institucional y administrativo en el Senado.
Y, en su día a día, la Vice se apoya en su secretaria personal, Guadalupe Jones, que, como ella, forma parte de la “familia militar”. El padre de la Vice, Eduardo Marcelo Villarruel, participó del “Operativo Independencia” y estaba orgulloso de “haber combatido a la subversión” aunque ella sólo habla de él como un “héroe de Malvinas”. Por su parte, su asistente es hija de Juan Carlos Jones Tamayo, quien fue condenado a prisión perpetua por crímenes contra la humanidad -15 homicidios agravados, entre otros delitos por los que estuvo años prófugo-. Ambos militares fallecieron. El padre de Villarruel nunca fue juzgado por lo ocurrido en aquellos años de plomo.
El tema de la dictadura es algo recurrente en la vida de la Vicepresidenta. De hecho, antes de llegar al poder se hizo conocida por sus polémicos posicionamientos frente a la represión ilegal y por reclamar “memoria completa”, es decir, que se juzgue de igual manera a la guerrilla que al terrorismo de Estado, cuyos crímenes son imprescriptibles. Su diatriba al respecto fue actualizada este último 27 de agosto en un acto que organizó en el propio Senado “en defensa de las víctimas del terrorismo” y en el que aseguró –con un encendido discurso ultranacionalista- que van a seguir presionando para que se reabran los juicios contra “los Montoneros”, buscando que sean encarcelados.
La Vice quiere que los militares genocidas que están presos “gocen de los mismos derechos” que el resto de los criminales y, con eso, que -dada su avanzada edad- reciban el beneficio de la prisión domiciliaria. Algo cuestionado por la gravedad de los delitos que cometieron.
En su entorno afirman que Villarruel “no quiere ni una amnistía ni un indulto”. Vale aclarar que de los 1.187 genocidas condenados (incluidos los ya fallecidos), 508 ya gozan de prisión domiciliaria y sólo 128 están en cárceles, es decir, apenas el 20%. Es más, de esos 128 sólo 2 de cada 10 están procesados con prisión preventiva y sin condena firme. Muy lejos de lo que agitan quiénes los defienden.
En ese contexto, la Vice jura no haber tenido nada que ver con la escandalosa visita de seis diputados libertarios a los genocidas presos y que no tiene contacto con esos legisladores. Es más, en su entorno subrayan que hoy tampoco está vinculada con el polémico sacerdote que organizó la visita al Penal de Ezeiza, Javier Olivera Ravasi –hijo del represor condenado, Jorge Olivera- ya que no lo ve desde hace tres años.
Javier Milei señaló que la posible liberación de los genocidas no forma parte de su agenda y, cuando le preguntaron si Villarruel podría tener algo que ver con el tema, dejó entrever una sospecha: “No sé, hay que ver qué vínculos hay ahí; mi agenda no es, seguro”.
VIDA PRIVADA, VIDA PÚBLICA
Quienes la conocen y comparten su cotidianeidad aseguran que Victoria Villarruel no tiene pareja y desmienten una supuesta antigua relación sentimental con el diputado Guillermo Montenegro, alguien en quien ella se apoyó mucho y que le nutrió sus equipos. Casi un 60% del personal que la rodea en el Senado, fue provisto por él. Pero desde febrero algo se rompió y todos le apuntan a Karina Milei.
Hoy Villarruel –abogada e hincha de Rosario Central- vive en un barrio privado de la zona norte de Buenos Aires. Suele jugar al paddle con amigas o incluso con colaboradores del Senado. Va a misa todos los domingos. Y está casi todos los días a la Cámara Alta, salvo cuando viaja a las provincias. En un principio le molestaba tener que moverse con custodia, pero ya se acostumbró y entendió que era algo necesario.
Su mayor preocupación es que se preserve la intimidad de su madre, Diana Destéfani, y su hermana menor María de las Nieves –de enorme parecido físico con ella-, además de sus cuatro sobrinos.
En su momento el periodista Juan González, autor del libro “El Loco”, sobre Javier Milei, aseguró que Villarruel era “la progre de su familia”. Y lo ejemplificó con un dato: “Nunca le perdonaron que se divorcie de su primer marido. Estuvo alejada durante años de su familia”, marcando el conservadurismo extremo que se vivía en ese hogar.
En su entorno dicen que el ex dictador Jorge Rafael Videla era mala palabra en los almuerzos familiares “por el daño que le ocasionó a la imagen de las FF.AA.”. Pero cuando se les pregunta por qué, entonces, ella lo visitaba en la cárcel, la defienden diciendo que era por un libro que estaba haciendo, algo que ella ha manifestado públicamente.
Villarruel maneja en persona sus redes sociales. Ninguno de sus colaboradores conoce sus claves. Y eso llevó a que un día en que ella se puso a bloquear masivamente a gente que la insultaba, Twitter (hoy X) le cerró la cuenta por creer que era un hackeo. Nadie pudo ayudarla hasta que recuperó su usuario.
Por momentos, la Vicepresidenta siente que en el afán del Ejecutivo por perjudicarla buscan pegarle en donde más le duele: su relación con las Fuerzas Armadas. Ya tuvo que digerir que no le den el manejo del Ministerio de Defensa ni de Seguridad, entregados en diciembre a los flamantes aliados de Juntos por el Cambio (Patricia Bullrich y Luis Petri); después, no la invitaron a la Cena de Camaradería de las FF.AA. ni al homenaje a San Martín en Mendoza. Ella marcó la cancha faltando al Pacto de Mayo -el 9 de julio en Tucumán- aduciendo estar enferma y al otro día se la vio radiante –junto a Milei- en el desfile militar por el Día de la Independencia. Y haciendo su “homenaje a las víctimas del terrorismo”.
Pero sabe que la tiene difícil y que Karina Milei no deja de pasarle facturas desde que en plena campaña trascendió un logo de la candidatura de Villarruel que ofuscó a la hermana del Presidente. Desde ese momento todo sería cuesta arriba. A tal punto que Karina ha organizado almuerzos, por ejemplo, con Martín Menem en el comedor del Senado, en el mismo piso donde está el despacho de Villarruel, sin siquiera invitarla o informarle.
Villarruel: «No estoy de acuerdo con la candidatura del juez Lijo»
Esas pujas incluso le han salido muy caras al oficialismo. Por esas disputas internas, perdieron la Presidencia de la estratégica Comisión Bicameral de Inteligencia en manos del opositor Martín Lousteau: Villarruel proponía Enrique Goerling de JXC y el mileísmo a Eduardo Kueider del Frente de Todos, y terminaron dividiendo las aguas.
Ahora bien, hay dos cosas que molestan particularmente al Ejecutivo: que según casi todas las encuestas Victoria Villarruel tenga mejor imagen que Javier Milei, algo que intentan justificar con que ella no sufre el desgaste de tener que gestionar. Y lo otro que les indigna es que en las redes sociales –escenario actual de las disputas políticas y espacio en el que el mileísmo se siente ganador con sus trolls y fanáticos- Villarruel goce de mucho apoyo. Es más, en la Casa Rosada están convencidos de que la Vicepresidenta habría contratado alguna consultora política internacional con experiencia en redes sociales para lograr ese efecto. Newsweek Argentina consultó a su equipo y no desmintieron ni confirmaron esa información.
RELACIONES POLÍTICAS
En el Senado, la Vicepresidenta suele tener reuniones políticas con propios (LLA quedó sólo con 6 legisladores porque éstos expulsaron a Francisco Paoltoni por sus críticas a Santiago Caputo y su resistencia a Lijo, algo de lo que ella se enteró una vez consumado) y con ajenos. Así, por ejemplo, negocia con el jefe del bloque de Unión por la Patria, José Mayans, y con Martín Lousteau, de Juntos por el Cambio, entre otros, sin distinciones.
Se aprobó la Ley Bases: la votación terminó 36 a 36 y definió Victoria Villarruel
Ese buen diálogo quedó al desnudo hace pocos días con la broma que le hizo Mayans a Viillarruel en plena sesión cuando entre risas le recordó el apodo de “Jamoncito” que ella le puso a Milei. “Gracias senador, le agradezco… Usted es un amigo”, le respondió irónicamente la Vice, recordando los problemas que le ocasionó ese comentario. “Tendríamos que profundizar esa amistad”, redobló el formoseño.
Pero lo que más indignó a los libertarios fue que Villarruel se fue antes de que termine el discurso final del titular del bloque de LLA, Ezequiel Atauche.
Desde que asumió en el Senado no hubo motosierra de parte de Villarruel. “Se echó a algunos ñoquis, pero los 4.600 empleados están tranquilos. Incluso agradecen el buen trato de Victoria”, dicen sus colaboradores. Además no quería chocar con los senadores echando personal y así tener margen de sacar algunos de los proyectos que se puso como meta como la boleta única electoral.
Hoy Villarruel tiene una “profunda preocupación por la situación social”. Pero no dice nada porque sabe que podría ser interpretado como una agresión a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, la preferida de Javier Milei.
Más allá de sus intereses de siempre en las áreas de defensa y seguridad, y aún con sus críticas al oficialismo, Villarruel está convencida de que el Presidente va a sacar adelante la economía del país.
Mientras se relaciona con sectores de la derecha del peronismo como Claudia Rucci, la hija del ex dirigente gremial asesinado –por Montoneros- José Ignacio Rucci, a quien nombró como secretaria de Derechos Humanos en el Senado, todo un mensaje en sí mismo. Con ella incluso estuvo el 1° de Mayo en un acto del sindicato gastronómico porteño, conducido por Dante Camaño, para mostrar también otros tipos de vínculos. Sin embargo, desde sus trincheras desmienten cualquier tipo de potencial alianza con Guillermo Moreno, pese a los constantes guiños del ex secretario de Comercio.
Eso debería servir para llevarle tranquilidad a Cristina Fernández de Kirchner que en los últimos días tuiteó: “Pericia psiquiátrica les vamos a pedir a los que dicen que (Villarruel) es peronista”. Algo que fue cuestionado por Mayans, quien le respondió: “A los que pusieron a Alberto como presidente del partido, ¿también los mandamos al psiquiátrico?”.
En medio, también se mete las chicanas, ataques y presiones del Ejecutivo por los aumentos de las dietas de los senadores, el rechazo de Villarruel a la designación de Ariel Lijo para la Corte Suprema y la forma en que Karina Milei (con su gente) presionó para manejar a su piacere el traspaso de mando -el 10 de diciembre de 2023- y la apertura de las Sesiones Ordinarias-el 1° de marzo de 2024- con un Presidente dándole la espalda al Congreso. Todo eso en el propio territorio de la Vice.
Episodios que forman parte de la madre de todas las batallas. Esa que empezó sigilosamente hace meses y que fue escalando día a día. Y que ahora nadie sabe cuándo ni cómo terminará.