Por Gabriel Michi
En la Argentina, las parejas de políticos y políticas fueron centrales en la Historia. Los Perón, los Kirchner, los Duhalde y ahora los Massa, este tipo de “sociedades” tuvieron o tienen un protagonismo excluyente. Las particularidades y los escándalos.
Son matrimonios y algo más… Y mucho más. Sociedades políticas que se construyen desde los cimientos. A veces desde la militancia temprana. Otras, por esas intersecciones de la vida, pública y privada, difíciles de predecir. Suelen durar años y, muchas veces, hasta que la muerte los separe. Y allí queda un vacío imposible se llenar no sólo por el amor mutuo sino también por la mirada pública y las pasiones generadas.
Lo que es claro es que las parejas formadas por políticos y políticas tienen singularidades propias que hacen que su vida esté atravesada por la cosa pública, fuera y dentro de sus casas; las 24 horas del día y los 365 días del año. Viven y respiran política. Se pueden colar otros temas de conversación, pero siempre vuelven a ella. Corre por sus venas. A veces se complementan y se reparten tareas. A menudo él o ella tiene un rol más expuesto y su par uno más discreto o menos visible. Y hasta pueden competir. No siempre están de acuerdo. Y, en ciertas ocasiones, la cosa termina en escándalo. Como en la vida misma. Estas uniones políticas son matrimonios y algo más… Y mucho más…
En la Argentina las duplas conyugales han tenido un rol central en la historia. Desde Juan Domingo Perón y Eva Duarte, o años más tarde María Estela Martínez; pasando por Néstor Kirchner y Cristina Fernández o Eduardo Duhalde e Hilda “Chiche” González; y, en el presente, Sergio Massa y Malena Galmarini. Esas son sólo algunas de las sociedad políticas que marcaron la agenda argentina, pero no son las únicas.
En la actualidad la pareja política que concentra todas las miradas es la del ministro de Economía (y candidato presidencial de Unión Por la Patria) y la titular de AYSA (y aspirante a la Intendencia de Tigre). Malena Galmarini viene de una cuna política muy fuerte: su padre, Fernando Galmarini, fue secretario de Deportes durante el menemismo y su madre es la exdiputada y referente del peronismo Marcela Durrieu.
De hecho fue ella la que actuó como una suerte de puente para que Sergio y Malena se conozcan. Una tarde, Durrieu llegó muy ofuscada de un encuentro político en la localidad de San Martín donde había tenido una acalorada discusión con un apasionado joven militante de la UCeDé, un tal Sergio Tomás Massa. Él tenía 23 años, casi 24. Malena, estaba por cumplir 21. “Hoy me peleé con Massa, pero no sabés lo lindo y talentoso que es’», le dijo Durrieu a su hija, quien pensó que se trataba de un hombre mucho mayor.
Un día de abril de 1996, Sergio fue a la casa de la familia Galmarini-Durrieu para seguir discutiendo política, pero su atención se centró en la hija de la dirigente a la que había ido a visitar.
“Se quedó todo el día, no sé cuánto tenía para hablar con mi mamá”, contó Malena. “La primera impresión no fue buena, Malena me ladró. A mí, en cambio, me llamó la atención enseguida. En ese entonces Male usaba el pelo muy cortito, y eso me encantó”, recordó Massa.
Se casaron en 2001 y tuvieron dos hijos, Milagros y Tomás. Además de vidas paralelas en la política: Malena, que compitió por la Intendencia de Tigre (la misma que ejerció Sergio entre 2009 y 2013), se desempeñó como concejal y secretaria de Política Sanitaria y Desarrollo Humano en Tigre (entre 2008 y 2017).
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En todo su transitar político Massa fue acompañado por Malena. Es más, quienes conocen la intimidad de su hogar señalan que el candidato a Presidente jamás toma ninguna decisión sin el visto bueno de la titular de AYSA. Son una sociedad política de hecho. Un matrimonio y algo más… Y mucho más…
Otra pareja de políticos que ha marcado la agenda pública es el que conformaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Ambos llegaron, nada más y nada menos, que a la Presidencia de la Nación, luego de un largo recorrido político desde la militancia juvenil y donde él siempre se inclinó por los cargos ejecutivos y ella por los legislativos, salvo cuando CFK llegó a la Casa Rosada.
Esa sociedad política (y matrimonial) marcó a fuego los últimos 20 años del país y dio origen al “kirchnerismo”, algo que jamás imaginaron esos dos jóvenes que en los ’70 se conocieron en la militancia de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), mientras estudiaban Derecho en La Plata. Cuando los presentaron en 1974 ambos mostraron sus personalidades volcánicas en una fuerte discusión política. Seis meses después, en 1975, ya se estaban casando.
Luego, la situación se volvió insostenible por la persecución primero de la Triple A y luego de la dictadura militar, por lo que el matrimonio se mudó a Río Gallegos, de donde era Néstor. En el camino varios de sus compañeros de militancia fueron asesinados o desaparecidos, como parte de esa “generación diezmada” a la que homenajearon ambos en más de una ocasión.
En 1981 crearon el Ateneo Juan Domingo Perón y en 1982 la unidad básica Los Muchachos Peronistas. En 1987 Néstor Kirchner conquistó la Intendencia de Río Gallegos y, en 1991, la Gobernación de Santa Cruz, cargo que repetiría en 1995 y 1999. Y en 2003 llegaría a la Presidencia de la Nación habiendo obtenido apenas el 22% de los votos pero con el camino abierto por la renuncia de Carlos Menem al ballotage.
Kirchner pudo aspirar a la reelección pero en un gesto muy audaz decidió que quien lo suceda sea “pingüina” y así Cristina Fernández de Kirchner se postuló para su primer mandato en la Casa Rosada en 2007, lugar para el que fue reelecta en 2011.
En los ’90, mientras Néstor construía poder local en su provincia con enorme pragmatismo y soñaba con tejer alianzas con gobernadores como él para un futuro presidencial, Cristina desplegaba su vuelo discursivo en las diferentes Legislaturas que integró (como diputada provincial, nacional o en el Senado). Hasta que llegó finalmente su turno en el Ejecutivo, el trágico desenlace por la sorpresiva muerte de Néstor (el 27 de octubre de 2010) y el resto del camino político en solitario consiguiendo su reelección y luego la Vicepresidencia junto a Alberto Fernández.
Los Kirchner (padres de dos hijos, Máximo y Florencia) construyeron la sociedad política más influyente de las últimas décadas, más allá de que –según cuentan todos los que compartieron algún momento de intimidad con ellos- sus peleas eran furibundas. Pero, al final, siempre caminaban en el mismo sendero. El del amor al poder o el del poder del amor, de acuerdo a quien lo diga. Eran un matrimonio y algo más…. Y mucho más…
Hubo un hecho particular que marcó diferencias claras en las miradas de cómo ver a estas parejas políticas y cómo se ven ellas mismas. Ocurrió en un acto del PJ en Parque Norte (el 26 de marzo de 2004) cuando el kirchnerismo en el poder empezaba a romper con el duhaldismo que lo había propiciado un año antes. Allí Cristina Fernández –valiéndose de su propia trayectoria política en el Congreso- sostuvo: “Hay que dejar de darle lugar únicamente a las mujeres portadoras de marido”. Y en medio del griterío, una ofuscada “Chiche” Duhalde se subió al escenario y le respondió: “En mi caso particular, Cristina, soy portadora de apellido: me llamo Hilda Beatriz González de Duhalde, y no me pesa”, dijo la entonces diputada mirando directamente a la senadora santacruceña.
Y es que los Duhalde también son de esos matrimonios que se mantuvieron unidos y obtuvieron importantes cuotas de poder. Cuando Eduardo Duhalde dejó la Vicepresidencia de la Nación (en donde acompañaba a Carlos Menem) para desembarcar en la Provincia de Buenos Aires como gobernador (en 1991, reelecto en 1995), “Chiche” comenzó un trabajo social barrial con sus “manzaneras”, grupos de mujeres que recorrían las castigadas cuadras del Conurbano bonaerense llevando su ayuda. Ese esquema le dio mucho poder territorial, como también fue una base militante muy fuerte para su marido.
La pareja se había conocido cuando ella tenía 24 años y fue una tarde a una pileta de un club de Banfield donde Eduardo era guardavidas. Se casaron, él llegó a la Intendencia de Lomas de Zamora en 1973, hasta que sobrevino el Golpe de Estado de 1976. Con el regreso de la democracia, en 1983, volvió a ganar la comuna. Y en 1987 fue diputado nacional. Así llegaría en 1989 a la fórmula con Menem, la Gobernación, el Senado y finalmente la Presidencia (2002-2003).
En todo ese camino lo acompañó “Chiche” con quien no sólo tuvo 5 hijos (Analía, Juliana, María Eva, Agustina y Tomás) sino que armó una sociedad política muy fuerte. Ella como diputada, senadora, referente social o simplemente defendiendo a su marido en cuanto escenario hiciera falta. Los Duhalde son un matrimonio y algo más… Y mucho más…
Ahora bien, es imposible hablar de “matrimonios políticos” sin mencionar a Juan Domingo Perón y su inolvidable vínculo con Eva Duarte. La sociedad de poder que ellos entablaron, con el general manejando todos los resortes políticos y Evita con sus dotes de lideresa social, marcaron a fuego a la historia argentina. Y nutrieron a este país de un amplio movimiento popular -con profundas contradicciones ideológicas- que se vuelve inexplicable para los ojos foráneos.
El “peronismo” construido por Perón y Evita fue tan fuerte que aún hoy, casi 80 años después, sigue siendo un factótum determinante en la política argentina.
Esa sociedad ni siquiera pudo ser empañada por la otra parte de la trayectoria conyugal de Perón: su matrimonio con María Estela Martínez, “Isabelita”, con quien integró la fórmula “Perón-Perón” que ganó las elecciones en 1973 y que le posibilitó al general llegar a la tercera Presidencia. Claro que poco después, el 1° de julio de 1974, Perón moriría y quedaría en el Sillón de Rivadavia su viuda, quien –como quedó demostrado- no tendría ni el más mínimo conocimiento para desempeñarse en ese cargo y tampoco gozaba de la empatía popular que sí supo despertar Evita.
En la vida política argentina hubo otras parejas de referentes que tuvieron protagonismo en su momento y que, en algunos casos, terminaron en escándalo: uno de ellos fue el que integraron los Juárez en Santiago del Estero. Allí el cinco veces gobernador Carlos Juárez tuvo como su “socia” inseparable a Nina Aragonés, una mujer de carácter muy fuerte que también llegó a conducir los destinos de la provincia en 2002, pese a la gran cantidad de casos de corrupción y hasta crímenes a los que se vinculó a esa dinastía y que los llevó a estar detenidos.
Otro matrimonio de políticos que no terminó nada bien fue el que conformaron el actual gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, y Sandra Mendoza. En 2009, siendo ministra de Salud de su marido, estrelló su camioneta 4X4 contra la Gobernación destruyendo una pared y varios vehículos, tras una discusión con su entonces pareja. Luego se divorciarían.
Y, en los últimos tiempos asoma, una “pareja” que no es “pareja” pero que viene arrastrando más de un escándalo. Es la de los Milei, integrado en este caso por dos hermanos, Javier y Karina. El referente libertario ha confesado en más de una ocasión que no toma ninguna decisión sin consultar a su “jefe”, es decir, a ella. Y, por lo que se sabe de su historia familiar, se trataría de un “matrimonio” por supervivencia. (N.deE.: en los últimos días se hizo público un presunto noviazgo entre Javier Milei y la actriz-imitadora Fátima Flores)
Otro caso que merece una mención especial es el del matrimonio entre el actual gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, y su esposa Claudia Ledesma Abdala. Cuando a él la Corte Suprema le impidió un tercer mandato consecutivo, decidió impulsar la postulación de su mujer quien fue gobernadora entre 2013 y 2017, para luego volver a dejarle nuevamente ese lugar.
«Somos un equipo, la cabeza no importa», había dicho Zamora cuando la ungió en su reemplazo. Pero ella tenía ya su propia historia política con una herencia familiar importante. Hoy es la Presidenta Provisional del Senado de la Nación y la segunda persona en la línea sucesoria de la Argentina, detrás de CFK.
Las duplas matrimoniales en la política argentina no son una novedad. Al contrario, este país tiene una larga tradición en la materia. Con nombres resonantes que han marcado a fuego la historia nacional.
Las sociedades conyugales han trascendido sus propios hogares y han unido fuerzas en pos de ambiciones comunes. En algunos casos lo hicieron hasta que la muerte los separó. En otros, hasta finales mucho más mundanos y terrenales. Pero por una cuestión de nepotismo o de confianza –según quien lo mire- esas uniones regalaron toneladas de historias por contar. Y mostraron ser matrimonios y algo más… Y mucho más…