Por Gabriel Michi
En una experiencia inédita, Argentina será gobernada por un outsider de la política que arrasó en las urnas. ¿Cómo será el país del primer presidente libertario de la historia mundial? Un salto a lo desconocido.
Y lo impensado sucedió. Eso que hace un año nadie podía creer como posible, hoy ya es una realidad. Javier Gerardo Milei, el disruptivo candidato anarco-capitalista, un outsider de la política, ganó las elecciones y es el nuevo presidente de la Argentina. El 10 de diciembre comenzará “Mileilandia”, un país imprevisible.
“El primer presidente libertario en el Mundo”, se regodea Milei. Y no es para menos. El estrafalario economista superó todas las expectativas electorales y se convirtió en el presidente más votado desde la vuelta de la democracia con el 56% de las voluntades y sacándole casi 12 puntos al oficialista Sergio Massa en el ballotage. Y se quedó con lo más alto del podio de la Historia en cuanto a cantidad de votos: 14 millones, 3 millones más que su contrincante.
Encima Milei es un recién arribado a la política que en sólo dos años pudo construir un liderazgo que lo llevó a la cima del poder. Algo que nadie hasta el momento había conseguido en la Argentina. Mucho menos sin estructura alguna. Y sin haber ganado ni una Intendencia, ni una Gobernación y con muy poca representación parlamentaria: 7 senadores (de 72, un 10%) y 37 diputados (de 257, un 15%). Con esos datos en la mano, la pregunta que surge es ¿cómo gobernará este personaje que rompió todos los moldes de la política tradicional? ¿Qué proyecto de todos los que gritó en campaña llevará a la realidad? En definitiva, ¿cómo será “Mileilandia”?
Y en esas preguntas se esconden también las chances de su administración de mantenerse en el poder. Porque así como Milei ganó las elecciones montado en la bronca general, esa misma falta de paciencia social puede estallar ante la falta de respuestas urgentes. Es decir, la propia fortaleza que lo encumbró en lo más alto, puede ser su propia sentencia letal. Milei ganó en su Ley. Y puede perder de la misma manera. Eso sin contar que cuando encienda la tan prometida motosierra sobre los gastos del Estado y eso se traduzca en pérdidas de fuentes laborales, el descontento social puede extenderse por las calles.
Este outsider llega de la mano del enojo colectivo por la situación económica con una inflación galopante que carcome los bolsillos de todos y también –concordante con eso- con un discurso “anti-casta”, que le sirvió para capitalizar la bronca y el hartazgo de gran parte de la sociedad hacia la dirigencia. Aunque en los últimos tiempos ha moderado sus propuestas, acomodándose al tan mentado “Teorema Baglini”.
Y quizás también porque pese a su diatriba debió “transar” con referentes de la política tradicional como Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Una alianza que fue clave en el corrimiento de los votos de Juntos Por el Cambio a La Libertad Avanza. Una encuesta previa de la consultora Trespuntocero mostró que el 85% de los votos “huérfanos” de Bullrich (unos 5,3 millones) y un 41% de Juan Schiaretti (más de 730.000) irían hacia el libertario. Y de hecho entre ambas rondas electorales Milei aumentó su caudal en más de 6 millones de votos.
También es interesante analizar el componente socio-económico y laboral que cosechó el líder de LLA: según la consultora Prosumia, que presagió un triunfo por 11 puntos de Milei sobre Massa, al libertario lo elegía el 63,5% de los cuentapropistas (contra el 30,6% de Unión por la Patria), un 50,9% de los trabajadores informales (contra 43,1% de UP), un 50,8% de los asalariados (contra 43,2% de UP) y 47,4% de los jubilados y pensionados (contra el 43,6% de UP). Es decir, LLA ganaba en todos los estamentos pero mucho más en aquellos sin ingresos fijos y, en infinidad de casos, caídos del sistema.
Mientras tanto, un Milei más aplacado empieza a mostrar gestos de civilidad política. Se reúne con el presidente saliente, Alberto Fernández, en la Quinta de Olivos, se “amiga” con el Papa Francisco y empieza a rodearse de personas que en el pasado ya cumplieron funciones y que las ubicarían dentro de tan vapuleada “casta”.
Milei estará rodeado por gente de su “núcleo duro”. Más allá de su hermana Karina, la persona de mayor confianza y que podría ocupar la Secretaría General de la Presidencia y de su armador de siempre, el operador Carlos Kikuchi, también pisa fuerte su vicepresidenta, Victoria Villarruel.
Se supone que ella tendrá un rol protagónico no sólo como titular del Senado sino también como la mandamás en las áreas de Defensa y, quizás, Seguridad (pese a ciertos cortocircuitos con Patricia Bullrich, la nueva “socia” de Milei y que ocupará otra vez esa cartera). Villarruel ha construido su perfil público en defensa de los militares y la “mano dura” y con una postura descarnada contra la política de Derechos Humanos y las condenas a los genocidas de la dictadura.
Además el libertario tiene en su entorno más inmediato a personas que conoce desde sus años como exempleado de la Corporación América, el consorcio empresario de Eduardo Eurnekian y que se ubicarán en lugares estratégicos. Su jefe de gabinete será Nicolás Posse, un ingeniero con el que Milei compartió el proyecto del Corredor Biocéanico que haría esa compañía. También tendrá en sus filas a Sandra Pettovello, una ex productora del canal América (especialista en infancia) y que ocupará el multifuncional Ministerio de Capital Humano que tendrá bajo su ejido Salud, Educación, Desarrollo Social y Trabajo (cuya Secretaría será encabezada por Gustavo Morón, ex funcionario macrista).
Y Guillermo Francos -mano derecha de Domingo Cavallo en los años ’90 y parte de la Corporación América- liderará el estratégico Ministerio del Interior. Aún no se sabe qué lugar ocuparán dos de las principales espadas mediáticas de Milei: la periodista Marcela Pagano, electa diputada nacional, y Ramiro Marra, ex candidato a la Jefatura de Gobierno porteña y quien sonó para la AFIP pero luego lo desmintieron.
Otros nombres que ya se confirmaron son:
• Diana Mondino ocuparía la Cancillería y va a designar en lugares estratégicos a varios diplomáticos vinculados al PRO de Mauricio Macri.
• Guillermo Ferraro estará al frente del Ministerio de Infraestructura (que tendrá una gran cantidad de áreas y secretarías bajo su órbita, como Obras Públicas, Transporte, Minería, Telecomunicaciones y Energía, cuya Secretaría estará a cargo de Eduardo Rodríguez Chirillo). Ferraro fue funcionario del gobierno de Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires y dirigió la sede argentina de la multinacional KPGM. Por su perfil y la estratégica área que manejará se supone que puede ser el hombre clave en las privatizaciones que encararía Milei.
• El abogado Mariano Cúneo Libarona ocupará el sillón principal en el Ministerio de Justicia, un lugar en el que Macri quería colocar a Germán Garavano. Con Cúneo, quien se hizo famoso en los años ’90 por los escándalos vinculados al “Caso Cóppola” y el “Caso AMIA”, Milei entabló un vínculo en los paneles compartidos en “Animales sueltos”, el programa de Alejandro Fantino en el canal América que fue el trampolín a la fama del líder libertario.
• Carolina Píparo se había mencionado para ANSES, una de las principales “cajas” del Estado. Pero luego fue desplazada en favor del cordobés Osvaldo Giordano, quien desempeñó funciones en la Caja de Jubilaciones de Córdoba, con José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti. Se trata de un virtual acuerdo con el denominado “cordobesismo” que le aportó muchos votos al libertario. En esa línea también se inscribiría la posibilidad de que Florencio Randazzo (compañero de fórmula de Schiaretti) se quede con la presidencia de la Cámara de Diputados en lugar de Cristian Ritondo, el nombre de JXC que sonaba hasta ahora.
• Horacio Marín conducirá los destinos de YPF, empresa a la que Milei insinuó que podría privatizar. Marín viene de la compañía Tecpetrol –del Grupo Techint- y su designación dejaría afuera a Javier Iguacel, el ex titular de Vialidad al que Macri quería al frente de la petrolera.
Esos son algunos de los cargos que se van delineando y que van trazando un perfil de la administración que planea el electo presidente. En todos ellos se ve una inclinación a priorizar a personajes propios de su espacio por sobre los que intentaba colocar el ex presidente Macri. Eso puede ser una señal de demostración de autoridad y de limitación de esos avances macristas, aunque la necesidad tiene cara de hereje y el libertario debió (y deberá) ceder algunos lugares estratégicos.
Uno de ellos es el Ministerio de Economía adonde llegará Luis “Toto” Caputo –ex secretario de Finanzas de Cambiemos- y Demián Reidel -ex vicepresidente del Banco Central en esa época- quien iba a liderar el BCRA, desplazando a una ficha puesta: Emilio Ocampo, primera baja del staff mileista. Pero Reidel también se bajó. Y quien fuera su jefe, Federico Sturzenegger, uno de los economistas más elogiado por Milei, ocuparía el Ministerio de Modernización, mascarón de proa para una profunda reforma del Estado. Con todo lo que eso implica en la lógica del libertario.
En tanto, no se descarta que las segundas líneas terminen en manos de gente del PRO, espacio que le agita la carta de la presunta “gobernabilidad” a Milei, tanto en el Congreso como en otros ámbitos del poder real, el famoso “círculo rojo”. Es más, los febriles movimientos de las últimas horas antes del cierre de esta revista mostraban esa brutal disputa por los cargos. Y el avance del macrismo en varios frentes. “Le están copando el gobierno”, se quejaban algunos fieles al libertario.
“Mileilandia” tendrá una impronta privatizadora (el libertario parafraseó al menemista Roberto Dromi, al decir “todo lo que pueda ser privado, será privado”, esta vez sin furcio), con un fortísimo ajuste del gasto público y la prometida dolarización. En cualquier caso, lo que nadie niega es que se vendrán momentos difíciles. Muy difíciles. Las posibilidades de desguazamiento del Estado (YPF, Aerolíneas Argentinas, Télam, Radio Nacional, la TV Pública, Arsat, entre tantas otras) dejarían a miles de personas en la calle y, con eso, se potenciaría la conflictividad social.
Dentro de esa lógica de achicamiento del gasto público también se inscribe la eliminación de subsidios (al transporte, la energía, entre otros) lo que tendrá un impacto inmediato en el bolsillo de la gente. Y la eliminación de la obra pública -que genera alrededor de 250.000 puestos de trabajos directos o indirectos– que también provocará un verdadero shock. El electo presidente asegura que la obra pública es un foco de corrupción y quiere ir a un sistema donde sean las empresas privadas las impulsoras. Eso en materia económica.
Pero “Mileilandia” busca también forjar posturas de extrema derecha en materia política y social. Dentro de su agenda figuran cuestiones como la derogación de la ley de aborto, la de Alquileres, la ESI en las escuelas, además de la eliminación del BCRA, la coparticipación federal y una gran cantidad de Ministerios (de 18 quedarán sólo 8). Eso sin contar otras cosas que prometió en campaña pero que después se desdijo o relativizó: la liberación de la venta de armas y de órganos; el sistema de vouchers –que significaba en la práctica una privatización del sistema educativo-, el fin de los planes sociales y mucho más.
En definitiva, muchas de las políticas que Milei plantea son una continuidad de las políticas neoliberales de los años ’90 (de los gobiernos de Carlos Menem) y las pretensiones (muchas inconclusas) de la gestión macrista (2015-2019). Aunque potenciadas por el propio perfil disruptivo de un personaje que llega con un discurso antipolítica. “Mileilandia” es una combinación entre las expresiones más radicalizadas del liberalismo económico y las más extremas del conservadurismo en lo social y lo político.
Una encuesta realizada después de las elecciones (entre el 21 y 22 de noviembre) por la consultora CB (2.012 casos) mostró que la mayoría de la gente (53%) quiere que la administración entrante haga “un ajuste moderado, sin tocar la educación, salud pública y partidas sociales”, a lo que habría que sumar un 15,4% que considera que no se debe hacer ningún recorte. Sólo un 28,4% considera que Milei debería encarar “el mayor ajuste posible”. Un número que ni siquiera alcanza a la totalidad de sus propios votantes. Es más, hay muchas personas que eligieron al libertario pero diciendo que no quieren que haga lo que prometió en campaña. Es decir, lo apoyaron sólo por “bronca” ante la situación actual.
Lo concreto es que algo va a cambiar en la Argentina a partir del 10 de diciembre. Un cambio que llega desde los márgenes de la política y que se apropia de la centralidad del poder. Algo que jamás había ocurrido. Una suerte de experimento a cielo abierto. Con 47 millones de personas adentro. Y con todo lo que eso puede significar. Un “salto a lo desconocido”, como tituló el diario El País de España. Un salto a “Mileilandia”.