Por Gabriel Michi
Son los “hijos de la generación diezmada”. Estuvieron atravesados y atravesadas por lo peor de la historia argentina: la brutalidad genocida de la dictadura militar. La que utilizando el terrorismo de Estado les arrebató a sus padres y, en muchos casos, les robó su identidad. Con todo lo que eso significa. En sus cuerpos, en su sangre, en sus espíritus, están las huellas imborrables de aquella represión de la que fueron víctimas involuntarias siendo bebés o naciendo en cautiverio.
Sus historias se escribieron desde el dolor. Un dolor que no se irá pero que en muchos casos dio paso a un sentido de lucha, de pertenencia y ¿por qué no? de vida. Transformaron ese dolor en militancia política para honrar la memoria de sus seres queridos, su compromiso y sus ideales. En muchos casos militaron en agrupaciones como HIJOS y tienen un vínculo especial con Abuelas de Plaza de Mayo.
Los “hijos de la generación diezmada”, tal como los definió Cristina Kirchner, hoy ocupan u ocuparon lugares destacados en el escenario político. Muchos creen que este presente es “su momento”. Y allí todas las miradas se situaron en uno de ellos: el ministro de Interior Eduardo Enrique “Wado” De Pedro, quien estuvo a punto de ser el candidato presidencial por el oficialismo.
Hoy es el hijo de esa “generación diezmada” que alcanzó el lugar más alto en el poder político. Incluso llegó a grabar un spot para promocionar su postulación presidencial en las horas en que su nombre se instaló –junto con el de Juan Manzur- en el escenario público. Pero eso duró un suspiro y, en la negociación, Wado terminó como candidato a senador por la provincia de Buenos Aires.
De Pedro asegura no guardar rencores ni deseos de venganza contra quienes asesinaron a sus padres. El 11 de octubre de 1978 un “grupo de tareas” ingresó violentamente a su casa de Floresta cuando el actual ministro de Interior tenía cerca de dos años y estaba en los brazos de su mamá. Lucila Révora –psicóloga e integrante de Montoneros- corrió rápidamente a proteger a “Wado” y lo escondió en la bañadera mientras policías, militares y otros integrantes del Batallón de Inteligencia 601 irrumpían a los tiros en la casa de la calle Belén 335.
“En 1978 asesinan y secuestran o secuestran y asesinan el cuerpo de mi madre embarazada de ocho meses. Se produce un tiroteo en la casa donde vivíamos y me salvé porque ella me coloca en la bañera y se pone con su cuerpo encima, me refugia», recordó con dolor. Antes de eso, en abril de 1977, habían asesinado a su padre Enrique De Pedro.
Hace mucho tiempo que Wado viene lidiando con una disfluencia o tartamudez que también fue el disparador para otra lucha: contra el bullying en todas las expresiones. Militó en HIJOS, fue detenido por defender a víctimas de la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 y es uno de los fundadores de La Cámpora. Y es el hijo de la “generación diezmada” que estuvo a punto por competir por el más importante cargo político: el de la Presidencia.
HORACIO PIETRAGALLA
Horacio Pietragalla es el actual secretario de Derechos Humanos de la Nación. Y también es hijo de la “generación diezmada”. Su padre Horacio era un militante montonero que fue asesinado en Córdoba por la Triple A en 1975, durante el gobierno de Isabel Perón. Y su madre, Liliana Corti, también montonera, fue ultimada en abril de 1976, ya en tiempos de la dictadura.
El actual secretario de Estado fue apropiado a los cinco meses de vida por el coronel Hernán Tetzlaff, quien lo entregó a la mujer que limpiaba su casa. Este siniestro personaje fue también el que se apropió de Victoria Montenegro y que la crió bajo el nombre María Sol Tetzlaff.
Pietragalla está convencido que, más allá de ser hijo de “dos víctimas del terrorismo de Estado y de la apropiación que sufrí durante 26 años de mi vida”, la frase de CFK debe ser interpretada en un sentido más amplio: “Los hijos de la generación diezmada siempre decimos que la dictadura tuvo un factor común y es que toda la sociedad fue perjudicada”.
Y va más allá: “Los hijos de la ‘generación diezmada’ somos también los hijos de la democracia y de esos procesos económicos que perjudicaron a nuestro pueblo. Cristina está hablando de una generación puntual, que somos nosotros, pero también incluye a miles y miles que no fueron víctimas directas del terrorismo de Estado, sino de todo lo generado por la dictadura. Es decir, casi toda la sociedad”.
Cuando su madre fue asesinada, Horacio tenía apenas cinco meses de vida. Como su padre había sido ultimado un año antes, Eliana Corti estaba escondida. “Ella me tuvo en la clandestinidad”. Es tan dramática su historia que para él es un aliciente que su madre no haya sido torturada: “Por suerte, una de las cosas que alegró cuando entré en mi historia fue que a ella no la habían secuestrado. Que la habían asesinado en un enfrentamiento. Eso sinceramente me dio una alegría porque no tuve que empezar a pensar sobre ese sufrimiento (de la tortura), cosa que sí me pasa con mi papá”, le contó Pietragalla a Newsweek Argentina.
Como en el caso de Wado, a Horacio también su madre lo protegió poniéndolo en la bañera en el momento de la embestida del “grupo de tareas” sobre su hogar. Horacio dudó por mucho tiempo sobre su identidad por las claras diferencias físicas con la familia que lo crió. Y la escuela pública lo ayudó también en esas preguntas. Pero fue después de la crisis de 2001 cuando tomó la iniciativa de buscar su verdad. Algo que se concretó entre abril y mayo del 2003. Y allí comenzó una nueva historia en paralelo con lo que ocurría en el país.
“Fue fácil encontrar mi identidad y recuperar mi historia cuando sentía que toda la Argentina iba recuperando parte de su historia y su identidad a partir de una política clara de contar realmente lo que pasó en esa dictadura militar, y a partir de ahí los juicios, reparar los símbolos, los espacios de memoria, la bajada del cuadro (de Jorge Videla ordenada por Néstor Kirchner). El abrazo a las Madres y las Abuelas, el discurso de Néstor en Naciones Unidas…. Todo eso hizo que uno se acercara naturalmente al kirchnerismo”.
Hasta ese momento, no tenía ninguna militancia política. No era algo bien visto en su ámbito. Pero cuando asumió el kirchnerismo muchos compañeros de lucha de sus padres se suman al gobierno, lo invitaron a formar parte de ese proceso. Pero su decisión no llegó de inmediato. Le llevó su tiempo. “Finalmente lo quise hacer no para que no me pese una mochila por la historia de mis padres, sino porque quería hacerlo. Mis padres son una guía para mí, pero para hacer las cosas bien. El mejor homenaje que les podemos hacer es ser felices y que cada uno elija lo que quiera”
El secretario de DDHH cree que “es el momento de las nuevas generaciones. No atribuyéndonos sólo a nosotros, los hijos de desaparecidos. Es el momento de las nuevas generaciones en general. Hay nuevos desafíos, nuevas inquietudes, nuevos compromisos que asumen las nuevas generaciones y hay mucha juventud militando políticamente. Y creo que ese es el mayor logro de nuestro proyecto político”.
VICTORIA MONTENEGRO
Fue el represor Hernán Tetzlaff el que le robó la identidad a Victoria Montenegro. Se apropió de ella y la bautizó como María Sol. A sus verdaderos padres, Hilda Torres y Roque Orlando Montenegro, los secuestraron y asesinaron ni bien comenzó la dictadura miliar.
La actual legisladora porteña del Frente de Todos describe, con una pluma emocionante y desgarradora, su propia historia en el libro “Hasta ser Victoria” (Ed. Marea). En un párrafo señala: “¿Sabés cuál es la perfección del mal? Decir ‘yo te salvé la vida, te salvé de ser Victoria, sos María Sol’. Que torture a tus padres, los mate, te robe y logre que lo quieras. Que yo me pregunte qué haría si supiera que está preso y no tiene los remedios, y saber que no podría dormir pensando en eso. Ésa es la perfección del mal».
“Yo tengo en realidad más años de María Sol (su nombre cuando estaba apropiada) que de Victoria…”, cuenta. Pero que en el nacimiento de su verdadera vida como Victoria, en ese “cruzar de una vida a la otra, con muchas angustias por la falta de respuestas, cuando soy Victoria efectivamente las encuentro”. Aunque descubrir que el descubrir ese padre que la crió no era un “San Martín”, como lo veía, y “descubrir que no es tu papá, sino que el que creías como tu papá en realidad mató a tus papás, y mató a un montón de gente”, es algo que le impacta aún hoy.
Hace poco tiempo Vicky encontró la casa en la que vivían en la localidad bonaerense de William Morris. Y hubo algo que la sorprendió: lo cerca que estaba de Campo de Mayo, el mismo lugar donde su madre estuvo secuestrada. Hilda Ramona Torres, su mamá, tenía apenas 18 años cuando desapareció. Roque Orlando Montenegro, su papá, 20.
A Vicky le impresiona aún hoy esa “entrega absoluta para transformar la realidad”. Y es ahí donde traza algunas diferencias: “Me resulta a veces muy difícil encontrarme a ese nivel de entrega a dejarlo todo; de hecho así fue que dejaron su vida por una causa”, que fue la de luchar contra “esos poderes permanentes de la derecha”.
“Creo que es el momento de vivir para seguir luchando, para poder transformar la vida de la gente”. Montenegro está convencida que eso la une al legado de sus padres y que va a militar todos los días, ya sea como legisladora o donde le toque estar. “Esa militancia de cada día es donde yo me encuentro con mis viejos”.
Para ella uno de los momentos más duros fue enterarse que a sus padres no sólo los asesinaron sino que también sufrieron torturas y los arrojaron con vida al Río de la Plata. Montenegro aporta un dato que conmueve aún más: cuando encontraron los restos de su padre, la hija mayor de Vicky ya tenía 20 años, es decir, la misma edad que él cuando fue asesinado. Y hoy la legisladora tiene 47 años, es decir, más del doble que sus padres cuando fueron desaparecidos. Hoy ella es madre de tres (todos ellos llegaron cuando aún era “María Sol”) y también abuela de un niño de 4 años (que nació cuando Victoria ya era Victoria). Sin embargo siempre será “hija”. Hija de dos padres que vivieron mucho menos que ella.
Vicky tiene un decir casi poético incluso a la hora de hablar de los hechos más desgarradores. Por ejemplo, cuando habla de los “vuelos de la muerte”: “Una de las cosas que siempre sigo pensando es ¿dónde queda el alma al momento del vuelo? ¿No? En el momento de la caída. ¿Te queda en el fondo del río? ¿Te queda en ese lugar o vino conmigo? Al día de hoy creo que vino conmigo y que me sostuvo durante un montón de tiempo”.
Para Victoria Montenegro la definición de “hijos de la generación diezmada” brindada por CFK está acorde a “los tiempos de nuestro proceso histórico y la memoria de los 30.000 desaparecidos. Primero fue Néstor el que se define como parte de esa ‘generación diezmada’ y comienza a reconstruir una Argentina que pone como base de esa reconstrucción a la memoria, la verdad y la Justicia. Y a partir de eso muchísimos de nosotros nos sumamos a la transformación de esta Argentina. Ya es momento de poner en práctica todo lo que aprendimos de los años de Néstor y de Cristina y principalmente de reconvertir a la Argentina en la que soñaron nuestros padres”.
Vicky está convencida que en su compromiso con su trabajo proyecta mucho del legado de sus padres. “Todos los que luchamos para construir una sociedad distinta, un mundo distinto, tenemos que reconocer a los hijos de esa generación. Y yo intento honrar la lucha de mi padre dejándolo todo, todos los días. No es imposible. Yo intento encontrar la lucha de mis viejos y de los 30.000 en el trabajo de cada día. Y convencida de que, por más chiquito que sea, ese cambio va a impactar en la vida de alguien. Todos los días, todos los días, un poquito”.
JUAN CABANDIÉ
Juan Cabandié es otro de los hijos de la “generación diezmada” que forma parte del gabinete nacional y está a cargo de una cartera. Es el actual ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible y una pieza clave en 2019 en acercar a Alberto Fernández con CFK, después de una década de distanciamientos y enfrentamientos muy duros.
El caso de Juan alcanzó un impacto muy especial en su momento porque con él Néstor Kirchner tuvo casi el acto inaugural de su política en materia de DDHH, invitándolo al acto del 25 de mayo de 2003 frente a la ESMA cuando se anunció su conversión a Museo de la Memoria. Allí habló Juan y dio un discurso que emocionó a todos los presentes.
El secretario de Medio Ambiente es hijo de los militantes de la Juventud Peronista Damián Cabandié y Alicia Alfonsín, que fueron secuestrados en plena dictadura, en noviembre de 1977. Juan nació en la ESMA y fue apropiado por el exagente de Inteligencia de la Policía Federal Luis Falco, quien fuera condenado a 18 años de prisión.
En diálogo con Newsweek Argentina, Cabandié señaló que claramente se siente hijo de la “generación diezmada”. Y expresa que cuando Néstor Kirchner habló de eso “estaba caracterizando a toda una época”. Sin embargo, Juan –como otros referentes- quiere hacer más extensiva la idea de que este es el tiempo de una nueva generación: “Es un tiempo donde el espacio debería crecer, dando una oportunidad distinta a todos los hijos de esa generación”. Aquellos que militan la causa “tenemos la capacidad suficiente como para asumir diversas responsabilidades y ya lo tenemos asumido hace tiempo”.
Pero Juan quiere que eso sea más abarcativo hacia otros sectores que no necesariamente padecieron en forma personal las atrocidades de la dictadura.
“Entiendo que en nuestro espacio no nos sobra nada. Las categorías tienen que ampliarse. Creo que no hay iluminados ni linajes ni apellidos mágicos ni nada por el estilo, me parece que la sociedad la componemos todos y no debemos acotar los espectros sociales a un determinado tiempo o a una determinada circunstancia, por más trágicas sean esas circunstancias”.
“Nosotros no decimos que somos víctimas. En tal caso, la sociedad en su conjunto fue víctima. No creo que sea bueno ponerse en un lugar de víctima, nunca lo fue. Además el Estado nos reparó, con los juicios, de diversas maneras y la verdad que hoy es un tiempo donde tenemos que pensar en todos aquellos que el Estado -por acciones o por omisiones- se olvidó. Es decir, la generación del 2001, aquellos obligados a los exilios económicos, los que están por debajo de las líneas de pobreza y de indigencia. Tenemos que pensar también en todas las deudas que tiene la democracia y la sociedad”, señala Cabandié.
Como la mayoría de los nietos recuperados –él fue el número 77- Juan mantiene un gran vínculo con sus pares y con las Abuelas de Plata de Mayo, con esa lucha incansable que les devolvió sus identidades a todos esos chicos que hoy son adultos.
“A pesar de las situaciones trágicas de no tener a mis papás, de la sustracción de mi identidad por 25 años, soy agradecido de haber tenido el cobijo de mi familia y de Abuelas”. Y concluye: “todo lo vivido me hizo descubrir un sentido, el sentido de las transformaciones políticas que me ayudó a formarme, a constituirme como persona”.
VICTORIA DONDA
Victoria Donda se desempeña actualmente como subsecretaria bonaerense de Análisis y Seguimiento Político Estratégico, después de dejar la conducción del INADI. Su historia también está marcada por el dolor y el desgarro. Sus padres, José María Donda y María Hilda Pérez (ambos militantes de Montoneros), fueron desaparecidos por la dictadura en 1977.
Pero su historia reviste matices realmente dramáticos: fue su tío, el teniente Adolfo Donda Tigel, jefe de un “grupo de tareas” de la ESMA, quien participó activamente de ese proceso. O por lo menos supo lo que había ocurrido con su hermano y su cuñada. De hecho, él entregó a una Vicky recién nacida al exprefecto Juan Antonio Azic. Desde el año 2011 su apropiador está en prisión luego de ser condenado a 18 años de cárcel. En tanto, Adolfo Donda Tigel fue condenado a prisión perpetua el 26 de octubre de 2011, junto a Alfredo Astiz y Jorge “El Tigre” Acosta, tres de los más sádicos genocidas de la dictadura.
Sobre la definición de CFK acerca de los “hijos de la generación diezmada”, Victoria Donda le dijo a Newsweek Argentina: “Me siento ‘hija’ de esa generación que luchó por un país mejor. Nuestras madres y padres lo intentaron y evidentemente no lo lograron. Llegó la hora de que nosotras y nosotros tomemos la posta e intentemos trasformar para siempre esta democracia, para que sea garantía del cumplimiento de derechos que ya a esta altura deberían ser incuestionables”.
Donda cuenta que hubo elementos de su historia que la marcaron para volcarse a la política: “Principalmente la injusticia. Luego la mentira. A ambas traté de convertirlas en motores para intentar construir algo mejor. Primero ser yo protagonista y artífice de mi propia historia. Y luego intentar poner mi militancia al servicio de un objetivo colectivo. Me resulta imposible definirme escindida de la política. Todo es político, es verdad. Pero en mi caso, desde mi nacimiento eso se puso muy en evidencia”.
“Cristina, en su rol de conductora y estratega, es quien marca la ‘letra y la música’ de cada etapa. En ese sentido, creo que llegó el momento de que los que venimos detrás de ella, generacionalmente, tomemos aún mayor protagonismo. Estoy convencida de que le va a hacer mucho bien a la democracia ese relevo generacional”, reflexiona Donda, quien comparte espacios de militancia y reparación con otros hijos.
Para Vicky Donda, “vivir situaciones traumáticas en la vida te marcan para siempre y te hacen desarrollar cierta sensibilidad. Pero en nuestros casos, creo que la clave pasa por tener la capacidad, la decisión y la humildad para transformar los propios dolores en enseñanzas y fortalezas. Pero eso no es algo especial de nuestra generación, es una capacidad de los seres humanos, que a veces no la valoramos lo suficiente pero es indispensable para construir una sociedad más justa”.
EZEQUIEL ROCHISTEIN
Uno de los hijos de la “generación diezmada” que se vinculó a la política pero que es menos conocido es Ezequiel Rochistein Tauro, el nieto restituido 102. Es hijo de Jorge Rochistein y María Graciela Tauro, secuestrados en julio de 1977. Ezequiel se desempeñó como asesor del Ministerio de Seguridad y de Defensa.
“Mi viejos, con 24 años, eran militantes políticos que lucharon por sus ideales y por eso lo secuestraron, los torturaron y los desaparecieron. Yo soy parte de una generación que volvió a creer en la política. Por ende, todo lo que fue la ‘década ganada’ durante los gobiernos de Néstor y de Cristina, hicieron que uno vuelva a enamorarse de la política”, señala Rochistein a Newsweek Argentina.
Fueron Victoria Montenegro y Leo Fosatti, grandes amigos, los que lo convencieron a Ezequiel de dejar de ser un “kirchnerista silvestre” y que “me convierta en un militante activo”. Y así fue cómo se volcó a la política.
“Somos hijos de una generación que estamos en los 45, 46, 47 años, donde la mayoría alcanzó una madurez profesional y de la vida. No sé si estamos a la altura de las circunstancias, pero si en algún momento esta generación tiene que tomar la posta, no tengo dudas que la vamos a tomar. Obviamente, siempre con Cristina como dirigente y líder indiscutible de este movimiento”, confiesa.
“Yo estoy agradecido, además de por la búsqueda y la recuperación de mi identidad, por la contención que siempre se brindó a través de Abuelas”. En eso coinciden todos y todas: cómo Abuelas de Plaza de Mayo fue un espacio que los hizo sentirse “hermanados”.
MARTÍN FRESNEDA
Martín Fresneda es el actual titular del Observatorio de Derechos Humanos del Senado. En la última Presidencia de Cristina Fernández de Kirchner se desempeñó como secretario de DDHH de la Nación. Martín es hijo de Tomás José Fresneda y de María de las Mercedes Argañarás, ambos desaparecidos el 7 de julio de 1977 en Mar del Plata, en una terrible jornada conocida como “La noche de las corbatas”.
Como muchos de los herederos de la “generación diezmada” también se volcó a la militancia política. El 14 de abril de 1995, con 20 años recién cumplidos, Fresneda fundó –junto a 70 otros jóvenes víctimas del terrorismo de Estado- la organización HIJOS (Hijos por la Identidad, la Justicia, contra el Olvido y el Silencio).
En aquel encuentro fundacional de HIJOS: “Empezamos a compartir cada uno nuestras historias de vida. En ese encuentro supimos que éramos hijos de una generación que había sido exterminada por causas políticas, que no había sido un problema de cada uno de nosotros individualmente, sino había sido una tragedia nacional”, recuerda ante Newsweek Argentina.
Aquel campamento en Córdoba fue revelador. “Nosotros nos posicionamos como una nueva generación que emergía con la necesidad de ser parte de la lucha por memoria, verdad y justicia que ya las Madres, las Abuelas, los Familiares, venían llevando adelante.
“Mi madre estaba embarazada de seis meses cuando la arrojaron al Río de la Plata. Tengo un hermano que fue apropiado. Ahí comprendí que esa tragedia individual y colectiva era irremediable y que lo único que nos quedaba para adelante era luchar por justicia. No vivir una vida atravesada por la impunidad y el dolor al desamparo del Estado que encima nos estigmatizaba como ‘hijos de subversivos’”.
Y continúa Fresneda: “Nosotros nos fuimos reparando, recuperando, fuimos creciendo juntos y fuimos luchando por ese país que soñaron nuestros padres”. Y, como si fuera un sino familiar, Martín se recibió de abogado como su padre y fue querellante en muchos juicios de lesa humanidad en Córdoba, algo que le dio otro sentido a su lucha.
Así conoció a Néstor Kirchner y sintió que algo estaba cambiando. “Cuando Néstor decide entregar la ESMA fue algo muy importante porque él ahí se define como parte de una ‘generación diezmada’ y ese es un posicionamiento político. Nos permitiría pensar, soñar que íbamos a lograr ese sueño que ya no era nuestro, sino que debía ser del pueblo argentino: vivir en un país sin impunidad con memoria verdad y justicia”. Y en eso inscribe también la frase de CFK sobre que es el momento de los hijos de la “generación diezmada” como “una bisagra generacional, en donde también construye la síntesis de lo que fue la lucha de su generación”.
Fresneda relata: “Cuando nació HIJOS solíamos decir una frase: nuestros padres lucharon por un país para muchos y se lo llevaron para un país para pocos. Bueno, nosotros los hijos de esa ‘generación diezmada’ tenemos que volver a luchar por un país para muchos”. Se conjugan, según su mirada, una combinación de “continuidad y ruptura”: “Nuestra generación tiene el mandato de defender la democracia, una democracia en la que se respete la vida, las libertades, pero también en la que se garanticen las igualdades y la inclusión, que era el sueño de nuestros padres”.
Más allá de los matices y las diferencias que pueda haber entre estos hombres y mujeres que hoy se acercan a los 50 años y que duplican ampliamente la edad de sus padres cuando fueron asesinados, hay valores en común: la idea de continuar con aquellos sueños pero en un nuevo escenario y con otros instrumentos. Y, también, la idea de reconstruirse desde el dolor y la injusticia para luchar por una sociedad distinta.
Los “hijos de la generación diezmada” sienten que llegó su momento. El momento de volcar todo lo aprendido y lo aprehendido en pos de aquellos sueños de sus padres.