El futuro de la tecnología es inmediato. Los avances van a pasos agigantados y los escándalos vinculados a la privacidad y a la seguridad obligan a repensarla con una dosis de humanismo. De qué se trata esta paradoja llamada inteligencia artificial.
La inteligencia artificial es una rama de la ciencia informática en la que las máquinas realizan tareas como una mente humana (sí, aprenden y razonan). Conocida como “IA” y concebida por máquinas que pueden pensar y procesar información más rápido que los humanos, es el funcionamientos del futuro.
Y cada año se consolida más en el mercado, generando un mundo más hiperconectado. La inteligencia artificial abre puertas a posibilidades nunca antes imaginadas por los seres humanos como, por ejemplo, la instalación de semáforos inteligentes que observan el tránsito para evitar embotellamientos; la aparición de asistentes virtuales o el descubrimiento de patrones de consumo. Un caso a destacar es el rol que brinda en la medicina, con abundantes herramientas que ayudan a los médicos a agrandar su abanico de posibilidades. Gracias a ella, se han desarrollado máquinas capaces de aprender y analizar información sobre el historial del paciente y ofrecer diagnósticos inmediatos.
Ahora, si bien la IA ofrece ventajas en distintos ámbitos de la vida humana, esta expansión de la tecnología también plantea un enigma. ¿Dónde queda la capacidad del ser humano de desarrollar sus habilidades y capacidades? Si todo está resuelto, nadie tiene que pensar (¿quién suma mentalmente hoy en día en vez de usar la calculadora?). Esta tendencia seguirá creciendo hasta que los trabajos desaparezcan, ya que las máquinas podrán remplazarnos en todas la áreas, lo que generará que la IA supere la inteligencia intelectual. ¿Un ejemplo actual que lo evidencia? Los autos sin conductor.
Por eso, si bien el avance trae consigo muchas ventajas, es imposible no preguntarse hasta dónde conviene. Y entonces, entramos en un debate ético. Las máquinas podrán pensar más rápidamente y razonar a niveles nunca antes vistos, pero no poseen la capacidad humana de reflexionar, ¿o sí? ¿Tendremos un futuro con máquinas más humanas y personas más automatizadas? La respuesta está en curso y en nuestras manos.