Por Pandora Dewan, de Newsweek
Las enfermedades infecciosas son uno de los factores de selección más poderosos en la evolución de nuestra especie. Y, ahora, un grupo de investigadores halló evidencias genéticas de que la peste negra o bubónica pudo haber influido en la evolución humana.
El estudio, publicado el 19 de octubre en la revista Nature, halló evidencias de “selección positiva” para variantes específicas de ciertos genes, luego de comparar la frecuencia de dichas variantes en poblaciones precedentes y posteriores a la pandemia del siglo XIV. No obstante, una selección natural así de acelerada pudo conllevar un precio muy alto.
La peste negra fue una de las pandemias más mortíferas de la historia humana. Empezó por extenderse en Europa para luego pasar a Oriente Medio y el norte de África. Alcanzó su punto máximo entre 1347 y 1353, y acabó con entre el 30% y 50% de la población de aquellos tiempos.
La enfermedad se debe a una bacteria llamada Yersinia pestis, microorganismo que transmiten las pulgas infectadas que suelen infestar a los roedores. “Este microbio tiene una capacidad pasmosa para multiplicarse en los órganos que infecta”, dice a Newsweek el Dr. Javier Pizarro Cerdá, uno de los coautores del estudio. “Esa replicación bacteriana masiva resulta en un fallo multiorgánico que, en la mayoría de los casos, conduce a la muerte”.
ADAPTACIONES GENÉTICAS
Durante los siguientes cuatro siglos se registraron nuevas oleadas de peste negra, si bien muchas de ellas cobraron menos víctimas mortales. Una hipótesis que pretende explicar esta diferencia en la tasa de mortalidad es que, para entonces, la humanidad había desarrollado adaptaciones genéticas que permitían resistir la infección bacteriana.
Para su investigación, el equipo analizó 206 muestras de ADN antiguo, obtenidas de los restos de ingleses y daneses que vivieron antes, durante y después de las epidemias de la peste negra. Los científicos detectaron cuatro variantes genéticas específicas en las dos poblaciones y observaron que, aunque esas variantes también aparecían en el ADN posterior a la pandemia, rara vez estaban presentes en las muestras que databan de antes de la enfermedad.
Y no solo eso: una de las variantes demostró la capacidad para controlar a la bacteria Y. pestis en experimentos de laboratorio con cultivos de células blancas de la sangre.
En muchos casos de evolución, la selección natural actúa en una variante genética recién creada, la cual puede tardar generaciones para diseminarse en toda la población. “En el caso descrito en nuestro artículo, la selección no actuó en una variante recién formada”, informa el Dr. Luis Bruno Barreiro, otro de los coautores de la investigación. “Por el contrario, incidió en una variante que, aunque ya estaba presente en la población, se volvió ventajosa con la aparición de Y. pestis”.
Barreiro agrega: “Esa variante genética ‘protectora’ interviene en el corte de pequeños péptidos bacterianos [a fin] de presentarlos a otras células inmunológicas; en específico, las células T CD8 [asesinas]”.
RESISTENCIA CONTRA LA BACTERIA
Debido a la función inmunológica de las variantes, es probable que la selección de esos genes haya conferido a la población cierta resistencia contra la bacteria. “Creemos que esa capacidad para separar los péptidos de Yersinia pestis contribuyó a una respuesta inmunitaria más fuerte frente al patógeno”, afirma Barreiro.
El inconveniente es que esa misma variante también se asocia con una mayor probabilidad de desarrollar padecimientos autoinmunes, como artritis reumatoidea y la enfermedad de Crohn. En otras palabras, puede hacer que el sistema inmunológico responda de manera exagerada.
“Las enfermedades autoinmunes son consecuencia de que el sistema inmunológico actúa contra el organismo del propio individuo”, prosigue Barreiro. “Por ejemplo, en el caso de la enfermedad de Crohn, lo que hace el sistema inmunológico es atacar las bacterias ‘comensales’ del propio intestino. Me refiero a las bacterias benéficas. Y así, cuando las células T CD8 tienen contacto con los péptidos de las bacterias buenas, se desencadena una respuesta exacerbada que resulta en inflamación”.
Los hallazgos del estudio plantean interrogantes sobre los efectos que las pandemias actuales y futuras podrían tener en la evolución humana porque, para que una pandemia impacte de manera perdurable en el genoma, hay que considerar el grupo etario en que la infección tiene los efectos más graves.
“Dudamos de que la selección natural ‘perciba’ la pandemia de covid-19, debido a que la enfermedad mata mayormente a los individuos que ya han rebasado la edad reproductiva”, concluye Barreiro.
Publicado en cooperación con Newsweek