Por Romina Andreani
El médico argentino Andrés Missair, radicado en Miami, es experto en tratamiento del dolor agudo. Su experiencia con veteranos de guerra le dio ideas para implementar contra la adicción a opioides que ya se aplica en el sistema federal de salud estadounidense. Los norteamericanos consumen el 80% de los opioides del planeta. Las sobredosis son responsables de estadísticas mortales que alarman al gobierno.
Andrés Missair es argentino y norteamericano, graduado en la Johns Hopkins School of Medicine y especializado en anestesiología y dolor agudo. Comenzó trabajando en el hospital Jackson Memorial de la Universidad de Miami y ahora dirige la división de dolor agudo en Miami VA Hospital y es Chairman of the VA National Acute Pain Medicine Committee at U.S. Department of Veterans Affairs. Newsweek Argentina conversó con el Dr. Missair sobre la crisis de los opioides y su rol en la estrategia para combatirla.
N- ¿Cómo se convirtió el Fentanilo en el nuevo fantasma de la adicción y la sobredosis en EEUU?
-Los opioides son un problema grave. Estados Unidos consume aproximadamente un 80% de los opioides del mundo. Y se ven las repercusiones del uso tan frecuente. Los fármacos sintéticos, como la oxicodona y la hidrocodona, fueron diseñados principalmente para el dolor crónico. El Fentanilo en cambio es utilizado, normalmente, para el dolor agudo operatorio o como sedante para pacientes intubados: no se usa tan comúnmente para dolor crónico. En los 90, estos fármacos sintéticos (sumando al famoso OxyContin) comenzaron a ser impulsados por la industria farmacéutica bajo el concepto del tratamiento del dolor como estrategia de marketing y los médicos lo recetaban en grandes cantidades, siguiendo sus recomendaciones.
¿Cómo se manifestó este problema en tu área de trabajo?
-Nos dimos cuenta de que éramos los únicos tratando el tema del dolor agudo y del uso correcto de opioides en el hospital; el resto recetaba sin realmente entender las dosis o los fármacos más convenientes para cada paciente. Usábamos técnicas para aliviar el dolor que no requieren uso de opioides: los bloqueos de nervios, regímenes multianalgésicos sin opioides, uso de anestesia local, etc. No somos especialistas en adicción, esto es un enfoque de los psiquiatras en este país, pero trabajamos con ellos para entender y prevenir la adicción. Luego me fui de la Universidad de Miami y pasé al Hospital General para Veteranos, para ex combatientes. Me contrataron para crear un servicio de dolor agudo. Entonces realmente pudimos crear un servicio donde podíamos enfocarnos en estos pacientes, muchos de ellos con PTSD (“Post Traumatic Stress Disorder”). Son excombatientes que tienen altos niveles de ansiedad y de reincidencia en opioides.
Nos dimos cuenta de que dentro del sistema federal (que tiene 141 hospitales quirúrgicos) no existían servicios de tratamiento del dolor agudo como el nuestro y nos preguntamos por qué no se creaban otros centros como el nuestro. Ahí hicimos una propuesta a un grupo que existe dentro de este sistema hospitalario federal y que se enfoca en cómo los opioides fueron utilizados dentro del sistema hospitalario.
Tienen un presupuesto muy grande, ya que fue creado a raíz de la epidemia de uso de opioides, y son quienes hoy nos brindan apoyo económico para crear nuestros servicios en otros hospitales a nivel federal. Arrancaremos con 10 hospitales más y seguiremos creciendo, luego, a otros 40 en todo el sistema federal.
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¿Qué es lo novedoso de tu trabajo?
-Hablamos con el paciente y le explicamos el proceso natural de la experiencia perioperatoria. Ante la incertidumbre se produce ansiedad y esto se manifiesta en más dolor. Si el paciente sabe del dolor, pero conoce que tendrá un equipo que estará enfocado en tratarlo, esa ansiedad se controla mejor, no se experimenta tanto dolor y, entonces, no se usa tanto opioide. Así abordamos el aspecto psicológico del dolor. La otra parte es el aspecto biológico y se encara con bloqueo de nervios, por ejemplo. Mucho del problema también viene del dolor postoperatorio no tratado que culmina, frecuentemente, en el uso ilícito de fármacos, entre ellos los opioides, y se inicia el círculo vicioso de dependencia y adicción.
¿El modelo es exportable a otros países?
-El concepto del dolor agudo comenzó en Seattle, Washington, con el Dr. Ready en 1988, y luego en Inglaterra en los ’90. Mi entrenamiento fue en Europa, y vi que este fenómeno es del “primer mundo” más que de Latinoamérica. Según las estadísticas, los narcóticos que se abusan en Argentina son el Tramadol (sintético) y la Morfina. El consumo ilícito de Fentanilo en Argentina suele ser por empleados hospitalarios dado su acceso.
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¿Cuál es tu reflexión con respecto a la baja tolerancia al dolor?
-Nos hemos vuelto todos algo intolerantes, no sé si es producto de los medios sociales, de la pandemia o de la aislación social. Todos somos mas introvertidos. Por eso utilizo siempre el ejemplo de Japón, no sufren el dolor igual que un latino o un norteamericano, lo interpretan y lo internalizan de una forma que reduce mucho la necesidad de medicarlo. Es un aspecto cultural. Lo que sí sabemos es que hay variaciones genéticas entre los pacientes sobre cómo metabolizan los medicamentos, entre ellos los opioides, y por qué algunos opioides funcionan bien en unos y no en otros. Pero el dolor tiene un gran componente psicológico, además de biológico, y diferentes culturas tienen distinta capacidad para encararlo psicológicamente.