Como quedó claro con los resultados de las últimas pruebas PISA, la educación argentina atraviesa una severa crisis, que se agudizó por los efectos de la pandemia. Pero no sólo desde el punto de vista del aprendizaje en sí, sino también en relación al acceso.
Según datos de la Cepal, la tasa bruta de matrícula en educación pre-primaria de la Argentina fue del 77,8% en 2020 (último año analizado en su totalidad), lo que ubica al país en el puesto número 12, sobre las 30 naciones de Latinoamérica y el Caribe. La media de la región es de 77,5%.
Esto significa que dos de cada diez chicos en la Argentina, de entre 3 y 5 años, no acceden a la educación inicial, a pesar de los avances en la última década.
En efecto, una investigación del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano sostiene que la matrícula de los jardines de infantes y maternales pasó de 1.553.418 a 1.807.986 niños entre 2010 y 2020, lo que se traduce en un alza del 16,4% (dato basado en los Anuarios Estadísticos del Ministerio de Educación).
¿Cómo está Argentina en relación al mundo en este aspecto? Un índice posible de comparación es la lista de los 42 países de la OCDE, cuyo promedio de matriculación en educación inicial es del 83%. En ese ranking, el país ocupa el puesto 30°, con un 77%, cifra muy similar a la marcada por la Cepal.
Al frente de esa nómina global están Francia e Israel, con tasas del 100% y el 99%, respectivamente, mientras que otros 17 países también se encuentran por encima del 90%.
En comparación con América Latina, Argentina está a mitad de tabla. Por encima hay países como Costa Rica, Cuba, Uruguay y Brasil (por encima del 95%; o Chile, por sobre el 80%). En tanto, en el otro extremo se encuentran Guatemala, Honduras y Panamá, por debajo del 50%.
Al respecto, Alieto Guadagni, director del CEA, afirmó: “Hay una tendencia positiva hacia una mayor inclusión de los niños en el nivel educativo inicial en la Argentina. Según la UNESCO, se trata de una de las mejores inversiones que un país puede emprender para el desarrollo de sus recursos humanos, la igualdad entre los sexos y la cohesión social, y también para reducir el costo de los posteriores programas de recuperación”.
Sin embargo, señaló que hoy no parece ser suficiente. “Este hecho no debe eliminar el compromiso de que dicha evolución sea sostenida en el tiempo, para alcanzar a países vecinos como Brasil y Uruguay, y posicionarnos en un mejor lugar frente al resto del mundo. Al mismo tiempo, debemos avanzar hacia una reducción en las diferencias de crecimiento observadas entre nuestras provincias, para que los beneficios de una mayor inclusión en la educación infantil se expandan por todo el territorio”, opinó.
Y, finalmente, subrayó que es clave hacer respetar la obligatoriedad. “Nuestras leyes apoyan dicho crecimiento e inclusión. Por ello, es muy importante cumplir no sólo con la Ley N°27.045, que estableció la obligatoriedad de la educación a partir de los cuatro años de edad, sino con todas las leyes educativas, ya que nos indican el camino hacia la posibilidad de forjar ciudadanos abiertos, capaces y responsables en el futuro”, concluyó.