Por Mauro Fulco
Barbijos, aislamiento, internaciones, muerte. Crisis económica, comercios cerrados y caos. La pandemia de Covid sometió al mundo entero a tiempos oscuros. Para muchos, un trauma que arrebató incluso la vida de seres queridos. Para otros, secuelas físicas y psicológicas que perduran hasta hoy y que duelen al recordarlas. Pero hay un tercer grupo que padeció las mismas penurias y que –a la vez- se vio beneficiada por un aspecto que la cuarentena nos dejó para quedarse: el home office.
Jésica tiene 35 años y trabaja en una empresa automotriz. Enumera ventajas de su nuevo régimen laboral. “Es fundamental el ahorro de tiempo, ya que no tengo que estar viajando. Puedo dormir un poco más y hasta comer más saludable, ya que tengo la oportunidad de cocinarme”. Mariano es bancario, tiene 44 años y también adoptó el trabajo desde su casa tras el encierro.
“El balance del home office es cien por cien positivo, cambió mi forma de vivir: estoy más cerca de la familia, me evito la hora y cuarto de ida y la hora y cuarto de vuelta que tenía de viaje y el trabajo en definitiva se hace más productivo”. Guadalupe, de 39 años, también destaca: “Me permite tener un equilibrio en mi vida, estar más presente en la vida de mis hijos. Ahorro viajar una hora de ida y una de vuelta. Entreno a las 8 AM hasta las 9 y comienzo a trabajar más feliz. Puedo hacer un trámite al medio día, ir a un médico, hacer las compra o tomar un café a la mañana”.
De acuerdo a un informe de la consultora Adecco Argentina, el 70% de las empresas del país implementaron el trabajo remoto durante la pandemia. El 87% de los empleados considera que esta modalidad les permitió mantener su productividad y el 85% afirma que les permitió equilibrar mejor su vida personal y laboral, según un estudio de la consultora Randstad Argentina.
KPMG Argentina hizo lo propio y reveló en una encuesta que el 75% de los empleados argentinos considera que trabajar desde casa o al menos el trabajo híbrido debería ser una opción permanente tras la pandemia.
En ese sentido, la plataforma de empleo ZonaJobs, elaboró un informe de las áreas con mayor demanda de empleos con modalidad «home office» en Argentina, y destacó que son tecnología, marketing y ventas. Asimismo, la consultora PwC Argentina señaló que el 49% de las empresas del país planea invertir en tecnología para mejorar la experiencia de trabajo remoto de los empleados.
DERECHO A DESCANSAR
Pero no todo es color de rosas. Y cuando comienzan los conflictos debe mediar la ley. En junio de 2020, cuatro meses después de dictado el ASPO (Aislamiento Social Preventivo Obligatorio), se dictó la ley 27555, llamada Ley de Teletrabajo, que se sancionó para regular esta nueva modalidad laboral.
En ese sentido, la ley es clara. Y el artículo 5 es explícito: “Derecho a no ser contactada y a desconectarse de los dispositivos fuera de su jornada laboral y durante las licencias. El empleador no puede exigir al trabajador que haga tareas ni enviarle comunicaciones fuera de la jornada laboral”.
Guadalupe puntualiza: “Lo malo del home office es que muchas veces, por no decir todos los días, trabajo más allá de las 18 horas. Después de comer, termino algo pendiente y es difícil cortar realmente. Pero compensa, puedo distribuir las 9 horas de jornada a lo largo del día sin necesidad de tener que pedir permiso. Si necesito cortar de 4 a 6 lo hago y luego termino mis tareas. Por suerte desde la empresa nadie te llama después de las 18 horas”
Pablo Ravalli es abogado, y su opinión conlleva un doble rol, el de un experto en materia jurídica y el de un trabajador al que la pandemia la trastocó su jornada laboral. En el primero de sus análisis dice: “La realidad indica que, en los casos de relación de dependencia muchas veces no se respetan las directivas legales. Son pocos los empleados de empresas que cuentan con un teléfono provisto por el empleador (solamente puestos gerenciales y en empresas de envergadura). En la mayoría de los casos el trabajador usa su propio teléfono celular para trabajar, por lo que, si llegase a ser contactado fuera del horario de trabajo, poco puede hacer para evitar ver esas notificaciones. Y en empresas “chicas”, la situación es aún peor, porque el empleador suele contactar y solicitar tareas al empleado en cualquier momento del día o de la semana. ¿La excusa? Estás en tu casa, tenés la compu a mano, no te cuesta nada, son 5 minutos”.
En su otro rol, el de trabajador independiente, sufre esta situación. “Los clientes escriben o llaman a la hora que les quede cómodo y es muy difícil hacer entender que los fines de semana o a la noche uno no está trabajando. Lo mismo pasa con las notificaciones en los expedientes, que pueden llegar fuera del horario laboral o incluso los fines de semana. Si bien no corren los plazos, al recibir una notificación un sábado, uno ya está pensando en eso por el resto del fin de semana. Tengo ejemplos de abogados que me han enviado whatsapp a las 10 de la noche y se excusan ‘perdoná la hora, me lo contestás mañana” o fines de semana ‘es que fui mamá hace poco y estoy trabajando cuando puedo’. Cuando les pido que al menos lo hagan por mail (trato en lo posible de no revisar la casilla laboral fuera del horario de oficina), casi siempre te contestan ‘por whatsapp es más rápido, no me contestes ya’. Pero la interrupción ya está hecha”.
El psicólogo Diego Quindimil se dedicó a investigar el vínculo entre humanos-trabajo-pandemia. El fruto de su investigación es un libro que se llama “Mundo Post Covid: La Psicología del trabajo tras la pandemia”.
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Y reflexiona: “Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard, las personas trabajan 48 minutos más por día. Me encontré con un montón de personas que, al revés de lo que pensaban, (que iban a trabajar menos tiempo), terminaron trabajando mucho más y a cualquier hora. El hecho de tenerte a mano hace que un jefe con ganas de trabajar un domingo te escriba y vos con tu smartphone estás mirando ese mensaje. Poder establecer reglas de desconexión es saludable porque no todas las empresas tienen una mirada saludable sobre las personas y corremos el riesgo de una demande excesiva de trabajo a cualquier hora y en cualquier lugar cuando las personas están buscando organizaciones que le devuelvan el equilibrio entre el trabajo y la vida personal y que prevengan el stress laboral y el burn out, que son dos patologías que conjuntamente con la ansiedad son lo que queda como parte del atravesamiento de la pandemia”.
En Colombia, no respetar la desconexión puede considerarse acoso laboral; en Perú se plantearon multas a las empresas que no respetan este derecho de los teletrabajadores. México y Chile también legislaron esta cuestión.
AHORRO PRESENCIAL
Otro factor señalado por los trabajadores es el económico. Viáticos, almuerzos, vestimenta: el dinero les rinde más, dicen.
“Económicamente es bueno: no gasto en el transporte, en comer afuera o pensar llevar algo. Como algo en casa breve y fácil y sigo. Siempre busco un rato para desconectar y comer tranquila. No siempre lo logro, pero lo intento”, asegura Guadalupe. Jésica coincide y aporta: “Me influyó positivamente en lo económico debido a que no gasto en viático ni en comida. A su vez dejé de verme obligada a mantener actualizada la vestimenta laboral ya que puedo estar con la ropa de entrecasa”. Aunque la empleada de la automotriz tiene un reclamo: “La empresa debe tener la responsabilidad de pagar los servicios de internet de cada casa”.
El economista Damián Di Pace analiza desde los números la conveniencia del teletrabajo. “A los prestadores de servicio les permitió combinar presencial y virtual, pero a veces lo que termina sucediendo es que no se termina diferenciando bien entre el espacio hogareño y el de trabajo. Efectivamente, se ahorró mucho tiempo de traslado. Hay gente que vive en zona norte y capaz tiene dos horas de ida y dos horas de vuelta. Son 4 horas de viaje. En ese sentido fue muy eficiente. La presencialidad no determinó una caída en la productividad del trabajo. Por el contrario, se pudieron mantener el tiempo y la eficiencia con relación a los objetivos. Nació una nueva cultura del trabajo».
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Su colega Juan Enrique hace foto en el fenómeno ahorrativo del home office que -según él- “llegó para quedarse”. Y explica: “El trabajador ahorra. Estando en la casa el trabajador gana tiempo con los hijos, con la familia. Hay un montón de cuestiones que en el trabajo hacían perder tiempo. Y lo digo desde los dos lados, porque tengo una consultora en la que la mitad de mi equipo quedó con teletrabajo y resulta que son más productivos”. Y como empleador también le encuentra virtudes a la modalidad hogareña: “Evita muchos roces entre personalidades. Me ahorro mucho en términos de discordia. No hay roces en la oficina y es más productivo. En síntesis: hay un ahorro para toda la economía”.
Oscar Puebla es arquitecto y corredor inmobiliario. Por ese motivo echa luz a la parte edilicia y lo que sucedió con los espacios físicos con esta nueva forma de trabajo. “La mayoría de las empresas eligen espacios más reducidos y solo se reúnen en casos excepcionales, a lo mejor una o dos veces por semana para tratar temas puntuales. Hay que tomar en cuenta que existen muchos edificios con oficinas de 500 o 600 metros que son muy difíciles de alquilar. De hecho, hay grandes proyectos de oficina que se han parado que no se continúan justamente porque el mercado laboral cambió. Sigue funcionando y funciona bien. Ahora, por ejemplo, estamos reubicando a una empresa internacional que en su momento usaba más de 1500 metros y ahora con 500 metros se arregla. No hubo reducción de plantel. Es la misma gente con menos metros. Esa es la realidad. Las oficinas ya no son como eran. Los grandes edificios se vuelcan al coworking”.
Existe un consenso entre todos los entrevistados que abrazaron el home office: quieren volver a la oficina sólo cuando es necesario. No a cumplir horario, no por las dudas. Consideran que de esa forma optimizan su tiempo y el de la empresa que los contrata.
Quindimil, que estudió este fenómeno, tiene algunas certezas. “Hay muchas personas que ya no quieren regresar a la presencialidad. Y en el caso de volver quieren que tenga algún sentido. Esto no siempre se condice con lo que necesitan las empresas, entonces por ahí la discusión es si se pone la empresa al servicio de la persona o la persona al servicio de la empresa. Es interesante para dar. Creo que hay encontrar consensos y construir puentes. Cuando investigué el tema la gente prefiere la flexibilidad: poder decidir responsablemente qué es lo que conviene en determinado momento para el trabajo que tengo que hacer. Que valga la pena ir a la oficina”.