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La valiente lucha de las madres rosarinas contra las adicciones y el narcotráfico: la experiencia de Betina Zubeldía, presidenta de Madres Territoriales
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La valiente lucha de las madres rosarinas contra las adicciones y el narcotráfico: la experiencia de Betina Zubeldía, presidenta de Madres Territoriales

«Pertenecer a un lugar es lo que toda persona quiere. Ser visible», afirma Betina Zubeldía, presidenta de Madres Territoriales, una organización de la ciudad de Rosario, Santa Fe, que busca ayudar a las personas que sufren una adicción a salir adelante y, como bien dice Betina, a «encontrar el camino de la felicidad».

Con escucha, esfuerzo, cuidados, esperanza, un mate y mucho amor dejó claro en esta charla con Newsweek Argentina que todo granito de arena suma y es clave para lograr el cambio que Rosario, una ciudad acechada por las drogas y el narcotráfico, necesita.

Rosario: la ciudad de los pibes sin calma

¿Cómo ve usted la situación en Rosario hoy?
– El pasado 26 de junio se llevó a cabo la marcha «Ni un pibe menos por la droga» en Rosario, cuyo lema fue «Rosario, cuna de redes». Ante la problemática tan terrible que estamos viviendo donde los jóvenes comenzaron a consumir crack, a fumar la cocaína, empezamos a ver cómo podíamos intervenir con las escasas herramientas con las que contamos para poder repeler este avance de esta pandemia que nos está azotando hace muchísimos años.

Y que parece que es invisible para muchos sectores. La verdad que este año nuestro objetivo es poder visibilizar y sensibilizar aquellos sectores que aun piensan que la persona adicta es adicta porque quiere.

La situación es grave: la edad de las personas que consumen ha bajado terriblemente, la modalidad de la comercialización de la sustancia también ha cambiado y la verdad que todo esto hace un combo perfecto para empeorar la situación de muchos niños y jóvenes en nuestra sociedad.

Usted dice «la adicción es una pandemia». ¿Hay que abordarla como un problema de salud comunitario, o incluso nacional o internacional?
– Es una pandemia porque no solo es un problema de salud, sino que atañe absolutamente en todos los niveles y a toda la población, a la población mundial. Por eso, es una pandemia y por eso, estamos tratando de buscar (alternativas), por supuesto desde el ámbito de la salud, pero también sabemos que es una enfermedad social. Todos los esfuerzos que se puedan disponer para poder alivianar esta enfermedad, la verdad que son escasos y se tienen que poner a disposición de la sociedad misma. Todos los ámbitos social, económico, educacional, por supuesto el área de salud. Todos los sectores tienen que estar involucrados porque realmente está atravesado por absolutamente todo. No hay una cura, no hay una vacuna que pueda erradicar esta enfermedad porque también invade otros ámbitos y entonces, la intervención que se hace a una persona que tiene un problema de consumo es interdisciplinaria e integral.

¿La pandemia del COVID-19 agravó la situación de las personas con una adicción?
– Claro cuando pasamos por el Covid, las personas se empezaron a aislar, estuvieron sin contacto y también nos mostró lo que se vive realmente con una pandemia. Se agravó porque en un momento la sustancia no circulaba como venía haciéndolo y las personas agudizaron sus formas de consumo, por lo que recurrieron al estiramiento de la sustancia principal para convertirla en algo que les provocaba una sensación que se acercaba a lo que venían consumiendo y por eso, reflotó con mucha fuerza lo que es el paco y el crack. En nuestra ciudad antes de la pandemia, no se consumían estas sustancias en esta forma tan habitual como lo es ahora y además, pasa por los sectores más discriminados, más vulnerables.

La verdad es un problema muy grave que estamos teniendo porque no estamos dando a basto con los hospitales, con los espacios terapéuticos, con los espacios de rehabilitación.

Entonces se nos complica muchísimo poder accionar con estas personas que tienen este consumo, que aparte trae aparejado un cambio de conducta agresiva y delictiva, lo cual es una conducta extra que se suma a lo que es el consumo de estas dos sustancias: el paco y el crack.

¿Cómo ve el rol del Estado? ¿Dónde hay que poner el foco de manera urgente?
– Nosotros como asociación, que somos una asociación donde estamos incluidas madres, que somos la mayoría, que hemos sufrido la situación, la problemática dentro del seno familiar, creemos que todos los esfuerzos que se puedan poner a estas situaciones hay que ponerlos. El Estado también tiene que procurar los recursos, los espacios, las articulaciones para poder hacerle frente a estos consumos tan salvajes, tan destructivos porque cuidando a la persona que consume también estamos cuidando a la familia, estamos cuidando el trabajo que el núcleo familiar viene haciendo, estamos cuidando la economía y estamos cuidando el futuro del país. Por eso, creo fervientemente en el accionar de los distintos espacios, ya sea el Estado, con políticas públicas que puedan envolver y abrazar esta problemática, y también las familias y las organizaciones sociales. Y también el sector empresario que es a los que queremos llegar, que se den cuenta que tenemos que tratar de poner nuestro granito de arena desde nuestro sector para poder solucionar esta problemática y buscarle una alternativa. De lo contrario yo creo que la sociedad toda está en peligro.

Usted en otras entrevistas contaba que había entendido que el foco de ustedes, las madres, no era luchar contra los narcos sino tratar de reducir la demanda, hacer mucha prevención.
– En mis primeras épocas, debido a la desesperación de ver como muy cerca mío estaban pasando situaciones con mi hijo, a quien amo profundamente, y que no podía creer cómo se me estaba yendo de las manos y no podía hacer nada, mi reacción fue enfrentar a los narcos con toda la fuerza de una madre.

Yo digo que las madres en algún momento nos transformamos en águilas para sacarles los ojos a quienes les hacen mal a nuestros hijos. Fueron muy terribles las consecuencias, no logré nada y después el vuelto que me dieron fue bastante terrible.

Me di cuenta que no era el camino, que podía no estar más esa persona a la que yo le había reclamado, pero que mi hijo con su enfermedad, con su mochila al hombro de esa enfermedad, iba a ir a otro lugar para poder conseguir la sustancia. Entonces ahí me di cuenta por medio de las Madres contra el Paco que me esperaban en Buenos Aires cuando la rosarina se iba y viajaba a Sedronar a poder ver cómo podíamos hacer, cómo podía hacer un tratamiento, que ese era el camino para poder ayudarlo y tratar de que él pudiera encontrar el camino para ser feliz y no quedar atrapado en esta forma de vida que es el consumo, que es muy dañina. A partir de esa enseñanza que viví en carne propia pude entender que la vía era esa: poder ayudar a las personas a que se den cuenta que son hermosas y que puedan entender por medio de un tratamiento, por medio de un espacio terapéutico, lo que es la vida sana, encontrar realmente una alternativa para hallar la felicidad.

Betina Zubeldia, El Padre Fabián, Silvia Alcantara de Madres contra el Paco, en el Consejo de Madres Territoriales Nacional.

Usted eligió seguir adelante a pesar de las amenazas, del miedo ¿Qué les diría a las madres que hoy están luchando para sacar a sus hijos de la adicción?
– Me encuentro muchas madres, muchas familias muy tristes, muy destrozadas y les digo a las mamás sobre todo, que son las que vienen con sus hijos, muchos de ellos menores de edad, muchos otros mayores, otros hombres que vienen con sus madres grandes pero con esa esperanza de poder hacer que entiendan que tienen que cambiar de vida. Les decimos siempre a las madres que no podemos vivir la vida de nuestros hijos, ellos tienen que poder encontrar su camino. También les decimos que tienen que conocer lo que es la enfermedad para poder afrontarla, para poder tratar a nuestros hijos de una forma no codependiente, para que podamos ayudarlos de alguna manera y para darles todas las herramientas necesarias sin invadir, pero sí marcando un camino y buscando también la forma de poder nosotras mismas salir de esa vida que también nos atrapa y nos hace infelices. Por eso, nosotros tenemos nuestro espacio para madres un día de la semana y otro día para mujeres porque somos mujeres y tenemos otra forma de poder resolver. Se nos mezclan mucho los sentimientos, pero tenemos que saber cómo enfrentar estas situaciones que envuelven a nuestra familia y que sino actuamos a tiempo sino actuamos de una forma yo digo quirúrgica.

Si tratamos de hacerlo solas no vamos a poder. Pero siempre dije que el día que las madres nos unamos, entonces sí vamos a estar haciendo lo que tenemos que hacer para darle ese mensaje a nuestros jóvenes, que se puede salir de esta vida dentro de las drogas y de los consumos y que se pueden buscar alternativas para ser feliz, porque qué más queremos las madres que que nuestros hijos sean felices.

Usted tiene una frase que es «ningún pibe que se droga es feliz».
– Yo creo que tenemos que saber escuchar, escuchar es un arte y escuchar en forma activa que no es fácil. Todos los pibes que vinieron a nuestro espacio vinieron muy rotos. Pero los escuchamos y todos tienen una esperanza y todos tienen un dolor. Por eso, tenemos que empezar a afinar el oído para poder escuchar cosas muy dolientes, pero así poder darles una alternativa para que puedan salir de esa vida en la que están atrapados. Cada uno de los chicos y cada una de las chicas que vienen a nuestro espacio con mucho dolor, tienen la fortaleza y ese impulso de vida para poder seguir peleando, pero necesitan un espacio en donde lo traten como una persona que puede con posibilidades. Un abrazo, un mate y mucho amor.

Hoy con la situación de la droga más grave en Rosario, ¿ustedes, las madres, pueden seguir entrando a los barrios más vulnerables y rescatar jóvenes que tienen el problema de la adicción?
– Sí, eso sigue siendo así. Creo que se empezó a ver que a las madres no nos van a parar con absolutamente nada. A nosotras no nos importa el narco, no es nuestro trabajo sacar a los narcos de ningún lugar, nosotras no nos metemos con los narcotraficantes. Creo que ese es el deber de otra área del Estado que no nos pertenece y en la cual no nos queremos meter. Al narco las personas que están sumamente castigadas, sumamente rotas, no les interesan porque ni siquiera pueden estar al servicio de ellos. Nosotros tratamos de recuperar a esas personas y plantearles otra posibilidad. También para que puedan desplegar sus habilidades en otra área de la sociedad.

Pertenecer a un lugar es lo que toda persona y todo ser humano quiere. Ser visible, poder empatizar con otras personas y eso es a lo que nosotros apuntamos.

Después los narcotraficantes, yo particularmente creo que no se los puede erradicar, sabemos que son poderosos y que no estamos al alcance. Pero no queremos generar una guerra con ellos porque no es nuestro objetivo. Siempre hemos entrado a los barrios que son muy vulnerables y saben que nosotros no vamos a interferir absolutamente con nada, simplemente queremos ayudar a las personas que están muy mal y que realmente necesitan que alguien los pueda salvar de la muerte porque lo único que les queda a los chicos es la locura, la muerte o la cárcel. En eso estamos tranquilas porque nuestro objetivo no es apuntar a los narcotraficantes.

¿Como sociedad cómo estamos parados frente al problema de las adicciones? ¿Nos falta aprender mucho, ignoramos muchas cosas?
– Creo que si nos dejamos envolver por esta vorágine que es el capitalismo, que es el consumo no de sustancias solamente sino de todo, si solamente nos miramos nuestro ombligo, no vemos el afuera. No tener esa necesidad de sentirse vivo todos los días y poder mirar al cielo, que parece algo muy trillado, pero con el tema de la computadora, la tecnología, los niños con los celulares. Digo los niños porque estamos viendo que las nuevas generaciones para que los chicos puedan quedarse tranquilos, para que puedan ‘entretenerse’ se les da cada vez más tiempo el celular. Después terminamos el día dándonos cuenta que una criatura de dos años está con el celular cinco horas y esto va en crecimiento.

No nos damos cuenta que cuando ellos eligen una pantalla y la pantalla aparece es como un shock de la sensación que produce cualquier sustancia, por supuesto, en menor escala.

Tenemos que pensar en lo que se viene, tenemos que empezar a tener una introspección cada uno de nosotros para darnos cuenta que somos seres humanos, que tenemos sentimientos y los tenemos que poner en funcionamiento. Tenemos nuestros cinco sentidos que también los tenemos que poner en funcionamiento y creo que si nos vamos a lo más básico, vamos a entender el significado de la vida. Pero si nos dejamos atrapar por el capitalismo, por esta carrera tan veloz de llegar no sé a dónde, vamos a ir perdiendo y vamos a ocupar esos vacíos que se nos hacen con mucha sustancia.

Debe ser muy lindo cuando los chicos que recurrieron a ustedes, pudieron cambiar sus vidas y salir adelante.
– Vinieron chicos mayores de edad con desnutrición, chicos con traumatismo de cráneo porque quisieron robar algún cable para poder venderlo, se cayeron y eso les ocasionó el traumatismo de cráneo. Tuvimos chicos que dormían en la puerta de nuestro centro terapéutico porque ellos decían que era el único lugar que los iba a recibir. Hemos tenido chicos que ha venido toda su familia, sus hermanos llorando porque decían que no sabían qué hacer, cómo hacer  porque ya habían ido a un montón de espacios. Tenemos chicos que ya han ido a diez centros terapéuticos distintos sin ninguna respuesta a esas terapias. Y después de esos chicos que te nombré, hoy hay quienes están estudiando, terminando la primaria o la secundaria. O están trabajando o empezando a revincularse con sus hijos, con su familia, con sus padres.

De a poco -es de a poco- van aprendiendo todo. Hay chicos que hace que tienen 15 o 17 años de consumo. Entonces es como enseñarles nuevamente a caminar, es todo un aprendizaje y todo nuevo.

A veces sale bien, a veces sale mal, a veces vuelven con su consumo, pero nunca jamás de los jamases va a ser igual que al principio, un consumo salvaje porque todo deja huella. Nos dicen que al que consume le deja una huella de la cual no puede salir y no puede olvidar nunca más, pero ojo, lo bueno también deja huellas. Ellos aprenden de eso y empiezan a darse cuenta que es mejor, más lindo, más satisfactorio y más gratificante vivir la vida, como nosotros les decimos, de cara.

 

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