Por Marcelo Guiglielmoni (*)
Llega noviembre, y con él, el ultimo feriado histórico del año en nuestro país. No está de más aclarar esto de “histórico: quedan dos más en diciembre, pero son de carácter religioso. Se trata del Día de la Soberanía Nacional.
Ahora bien: ¿siempre fue un feriado nacional o al menos una fecha conmemorativa argentina? No. Se estableció como fecha memorable en 1974, en consonancia con el reclamo de repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas. Y dejó de ser una simple efeméride en 2010, cuando se lo le otorgó el carácter de feriado nacional movible.
Para algunos siempre fue “el feriado de Rosas”, mientras que para otros “el de Vuelta de Obligado”. Como afirmamos, se lo denominó “Día de la Soberanía Nacional”, y este nombre le dio un poco más de complejidad a esta fecha (que de por sí ya la tenía). Porque la palabra “soberanía” no es de esas que se escuchan fácilmente en una charla de café, cuando se está hablando sin sentido con amigos o cuando se está intentando sacar conversación a una persona en la parada del colectivo.
Soberanía es una palabra que sólo oímos en los ámbitos educativos de nuestro país (específicamente en materias como Educación Cívica) y que se refiere a la capacidad que tiene un Estado de gobernarse a si mismo.
Luego de haber leído los dos primeros párrafos, seguro que se encuentra con más preguntas que respuestas. Intentaré responder algunas de ellas, pero primero empezaremos por aclarar qué hecho relevante de nuestra historia sucedió durante esta fecha.
Corría el año 1845 y nuestro país todavía era un incipiente cúmulo de provincias enfrentadas. Aprovechando esta situación, una armada anglofrancesa intentó ingresar por el río Paraná (pasando por Buenos Aires) para poder comerciar con Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos. Esta decisión de las potencias europeas resultó un insulto para los porteños, ya que era una clara demostración de menosprecio a la soberanía del Gobernador sobre su territorio.
El Gobierno sabía que enfrentar a una de las armadas más poderosas del mundo en un combate directo era algo imposible. Por eso, Rosas sabía que tenía que hacer algo ingenioso para sacar una ventaja: decidió “encadenar el río” a la altura de la Vuelta de Obligado (lleva ese nombre porque a esa altura se produce un giro en el Paraná que achica los márgenes de sus costas). La intención era obligar a descender a tripulación y que, de esta manera, la batalla transcurra en tierra. Pero todos estos intentos fueron en vano, ya que (como era de esperar) las fuerzas industrializadas europeas se llevaron la victoria.
Pero, ¿por qué conmemoramos el Día de la Soberanía Nacional en una fecha donde precisamente se perdió soberanía? Y también: ¿por qué la lucha de Buenos Aires tiene que ser tomada por el resto de las provincias? La respuesta es bastante sencilla. Frente a una imposible victoria la decisión más realista hubiera sido negociar, pero Rosas optó por no doblegarse y pelear, aunque ganar resultara imposible. El gobernador entendió que si el motivo era justo y digno, las peleas no se dan para ganarlas, sino simplemente porque eso indica el deber patriótico.
Las noticias de la batalla recorrieron América y Europa. Convirtiendo al general Don José de San Martín en un preciso cronista y crítico del acontecimiento. “Ya sabía la acción de Obligado. ¡Qué inequidad! De todos modos, los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”. El general hizo un llamado a la unión, a la defensa del “Honor Argentino” y a no dudar sobre qué posición tomar, al punto de comparar este suceso con la posibilidad de volver a ser colonia española.
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Muchos gobernadores, opositores políticos, compartieron la opinión del Padre de la Patria. El poderoso enemigo externo corrió por un pequeño período de tiempo los conflictos internos. La posición ganada por los europeos mediante las armas fue perdiéndose en la diplomacia. Frente a la hostilidad argentina, fueron los recientes ganadores los que se vieron en la obligación de negociar. En 1847 se terminó firmando el Tratado Arana-Southern que reconocían a la navegación del río Paraná como interna de la Confederación Argentina.
Con el paso del tiempo esta fecha histórica argentina tuvo un trato dispar. Para algunos fue una simple disputa de terratenientes porteños y no de la Argentina en su totalidad. Para otros terminó siendo una victoria de Buenos Aires por sobre el resto de las provincias, haciendo difícil comprender la magnitud del suceso.
Nuestra intención es que el lector forme su opinión a partir de los datos otorgados. Desde luego, todo escrito carece de plena objetividad y, por ello, elegimos concluir con las palabras que dejó el Libertador de América en su testamento: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como Argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tratan de humillarla».
(*) Profesor de Historia