Por Melina Masnatta*, autora del libro “Educar en Tiempos Sintéticos. Pasión por enseñar. Deseo de aprender” de editorial Galerna
En los noventa, para estar preparado para el futuro y poder aspirar a un buen trabajo, un saber “importante” era aprender computación y un idioma extranjero, preferentemente inglés. ¿Diríamos lo mismo hoy, promediando la segunda década del siglo XXI? Lo pongo, al menos, en duda, sobre todo con plataformas de traducción simultánea o de desarrollo de código que traen las IA.
Desde los inicios, el sistema educativo formal tuvo, cíclicamente, desafíos y contrarespuestas, sin importar la coyuntura sociopolítica o económica. La tensión estuvo siempre entre, por un lado, formar una ciudadanía y un perfil de persona trabajadora, que respondiera a cierto modelo social, económico y productivo y, por el otro, el convencimiento de la importancia de intentar generar algo diferente, que se aparte de lo estándar.
Hoy el mundo laboral tiene definiciones muy amplias y, por momentos, muy cambiantes. Pero sí está claro que en esos espacios las IA van a ocupar un lugar y, en consecuencia, las clases, esos espacios de preparación, tienen que ser concebidas de un modo distinto. También sabemos que deben promover la creatividad, el pensamiento crítico y otro tipo de habilidades que son sumamente necesarias para escenarios cambiantes.
Parece fácil decirlo y difícil hacerlo, pero el desafío de los escenarios que corren implica la necesidad de abordar habilidades que den respuestas en este sentido, habilidades a veces tabú, habilidades para las que no nos formamos, habilidades que quizá no están estandarizadas y/o no son medibles.
Muchas experiencias de aprendizaje que responden a estas características empezaron a surgir incluso desde antes de que el mundo digital irrumpiera. Podemos citar el método Montessori o la pedagogía Waldorf, hasta las escuelas con formación en Arte o las propuestas MindUp que se enfocan en el desarrollo de la autorregulación emocional y la empatía. También, ya incorporando lo digital, están las escuelas que promueven el encuentro con la tecnología para generar soluciones a los problemas del mundo presencial, incentivando la autonomía o propuestas en las que se desarrollan debates éticos frente a situaciones actuales y futuras.
Un informe realizado en 2023 por el Foro Económico Mundial sobre el futuro del empleo concluye que el pensamiento analítico, el pensamiento creativo, la inteligencia artificial y los big data serán las habilidades más demandadas para 2027. Otras habilidades que se espera que experimenten una demanda creciente son el liderazgo, la influencia social, la curiosidad y el aprendizaje permanente. Y agrega que 6 de cada 10 trabajadores necesitarán formación antes de 2027, pero sólo la mitad de los trabajadores tiene acceso a oportunidades de formación adecuadas.
Si me permiten, me gustaría destacar una de las habilidades más desafiadas y es la que tiene que ver con el liderazgo: creo que una de las grandes crisis que estamos viviendo está relacionada con los liderazgos y estoy convencida de que la capacidad de liderar y liderarse tiene que ser al mismo tiempo desarrollada, pero también recrear y enfocar nuevos estilos y modelos. ¿Y qué pasa con el emprendedurismo? También empieza a sonar en el ámbito educativo. Emprender va más allá de iniciar un negocio, se trata de desarrollar una mentalidad y habilidades que son valiosas en cualquier campo. Contempla fomentar la creatividad, la resolución de problemas y la toma de decisiones informadas; y se logra al animar a estudiantes a pensar de manera innovadora, asumir riesgos y aprender de los fracasos, y enseñar a desarrollar habilidades interpersonales, como el trabajo en equipo y la comunicación efectiva.
Por lo tanto, en todos los casos, el aprendizaje es activo y va más allá de la mera transmisión de información y el medio –como puede ser la tecnología– también se pone al servicio de acercar formas interactivas, simulaciones y maneras mucho más amplias de impactar. En este camino, la evaluación debería convertirse en una instancia formativa, que trasciende las calificaciones tradicionales y busque enfatizar en las fortalezas y en las áreas de mejora de quienes estudian.
Es posible que el futuro esté cada vez más impactado por tecnologías, escenarios de cambio, crisis o acción climática, movilidad humana (migraciones) e inestabilidad económica global, entre otras condiciones que ponen en jaque a los modelos tradicionales.
Hace varios años que algunos países entre ellos Australia, Canadá, Países Bajos y Alemania incorporaron en el contrato la formación en STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas), en educación ambiental, multicultural y global, financiera, emprendedurismo y bienestar. Se trata de una formación con foco en las necesidades del mercado laboral y en una proyección de la sociedad. ¿Cómo lo hicieron? Los modelos que implementaron los países pueden variar, pero lo que no se modifica es que en todos los casos existen acuerdos multisectoriales, contratos que se comprometen a cumplir y sostener a largo plazo. Son nuevos contratos didácticos, que se adaptan a contextos emergentes y dialogan con protagonistas que van más allá de quien enseña y quien aprende, cómo las familias, organizaciones, empresas, comunidades, etc.
¿Estamos yendo a donde queremos ir? Estamos en una época en la que ocurren fenómenos tales como el burnout y el poco engagement tensionan el propósito del mundo laboral, donde cada día se publica una nueva profesión que será amenazada por la IA y donde empresas ya cuentan con CEOs que son avatares creados con IA. Definitivamente, el sentido del trabajo –o de las ocupaciones– está en reconfiguración. E, inevitablemente, el de la educación también.
* Melina Masnatta es emprendedora en Tecnología, Educación y Diversidad. Durante los últimos 15 años lideró procesos y programas de innovación social con escala mundial, tanto en el sector público y privado, como en organismos internacionales. Fue Cofundadora de Chicas en Tecnología y Directora Ejecutiva hasta el 2021, cuando fue convocada por Globant como la primera Directora Global de Formación, Diversidad, Equidad e Inclusión.
En la actualidad, es subdirectora en el posgrado de Inteligencia Artificial y Género (UBA), Coordinadora Académica del Master in Business con orientación en negocios tecnológicos y digitales y profesora de MBA (UDESA); y Cofundadora de Enki (organización latinoamericana que trabaja con IA y docencia).