Por Aristos Georgiou, de Newsweek Internacional
El final de la vida no debe ser necesariamente un apagón abrupto y definitivo de las actividades y funciones del cerebro, sino una serie de cambios que, en algunos casos, pueden incluso revertirse. Las últimas investigaciones realizadas por neurocientíficos informan sobre el proceso de muerte y los cambios que ocurren en el cerebro.
Clínica y legalmente, la muerte se considera –generalmente– como un estado bien definido, caracterizado, al menos, por un cese completo e irreversible de las actividades y funciones cerebrales. Según esta perspectiva, el momento de la muerte está representado por un evento discreto en el que todos los procesos cerebrales cesan abruptamente.
Pero desde un punto de vista neurológico, la muerte es un concepto difícil de definir. Cada vez hay más pruebas de que el fenómeno no se caracteriza por un cambio brusco entre la vida y la muerte, sino que implica un proceso que puede durar varios minutos y que va acompañado de un conjunto complejo de cambios en la actividad cerebral y, en algunos casos, es reversible.
Los últimos hallazgos, publicados en la revista “Neurobiology of Disease”, son el resultado de un estudio en ratas. Pero los autores creen que la investigación podría ayudar a los científicos a entender qué grupos de neuronas, o células nerviosas, en el cerebro son más vulnerables en caso de paro cardiorrespiratorio. En última instancia, esto podría reducir el riesgo de complicaciones neurológicas, afirman.
Investigaciones anteriores han demostrado que después de un largo período de privación de oxígeno, conocido como anoxia, la actividad del cerebro experimenta una serie de cambios sucesivos.Cuando el cerebro deja de recibir oxígeno, sus reservas de ATP (molécula esencial que sirve como fuente de energía primaria para todas las actividades celulares) se agotan rápidamente. Esto provoca una alteración en las neuronas del cerebro y una liberación masiva de un compuesto conocido como glutamato, un neurotransmisor esencial que envía señales al cerebro y a los nervios del cuerpo.
“Al principio, los circuitos neuronales parecen apagarse… luego vemos un aumento en la actividad cerebral, específicamente un incremento en las ondas gamma y beta”, dijo la neurocientífica SéverineMahon, del Instituto del Cerebro de París (PBI) y una de las autoras del estudio.
“Estas ondas suelen estar asociadas a una experiencia consciente. En este contexto, pueden estar implicadas en experiencias cercanas a la muerte relatadas por personas que han sobrevivido a un paro cardiorrespiratorio”, agregó Mahon.
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Después de esto, la actividad de las neuronas disminuye gradualmente hasta alcanzar un estado de silencio eléctrico perfecto en el cerebro, que corresponde a las líneas planas en un electroencefalograma (EEG), una prueba que mide la actividad eléctrica del cerebro mediante pequeños electrodos adheridos al cuero cabelludo.
Pero este silencio se ve interrumpido rápidamente por una onda de muerte que aparece en el EEG plano, que refleja un fenómeno repentino que los científicos llaman “despolarización anóxica”. Este fenómeno parece iniciar la muerte celular en una región del cerebro conocida como corteza.
“Este evento crítico, llamado despolarización anóxica, induce la muerte neuronal en toda la corteza. Como un canto de cisne, es el verdadero marcador de transición hacia el cese de toda actividad cerebral”, afirmó Antoine Carton-Leclercq, uno de los autores del estudio y miembro del PBI.
La onda lenta de la muerte, caracterizada por flujos eléctricos masivos dentro del cerebro, se propaga por toda la corteza hasta que la conciencia finalmente se extingue. “Recuperarse de un cataclismo de tal magnitud requiere tanta energía que las neuronas suelen morir en los minutos y horas posteriores a la onda de muerte. Por eso, antes de nuestro trabajo, se pensaba que la onda de muerte era irreversible”, dijeron a Newsweek Mahon y Stéphane Charpier, otro autor del estudio que trabaja en la Universidad de la Sorbona de París .
Pero la onda de muerte no siempre marca la pérdida definitiva de las funciones cerebrales. Si el cerebro se reoxigena rápidamente, los efectos de la despolarización anóxica pueden revertirse. Este proceso, descubierto previamente por el equipo en 2020, está marcado por una “ola de reanimación”, que anuncia una recuperación lenta de las funciones cerebrales.
Hasta ahora, los investigadores no sabían dónde se iniciaba la onda de muerte en la corteza ni si se extendía uniformemente por todas las capas de esta región, que constituye la capa exterior de la superficie del cerebro.
Pero el último estudio, que midió la actividad cerebral de ratas antes, durante y después de la despolarización anóxica inducida por un paro respiratorio, logró identificar grupos específicos de neuronas en una capa de una parte de la corteza, llamada neocorteza, donde apareció la onda. También descubrieron que la onda se propagaba en dos direcciones, hacia arriba y hacia abajo, desde ese lugar a una velocidad de unos pocos milímetros por minuto.
“Hemos observado esta misma dinámica en diferentes condiciones experimentales y creemos que podría existir en los humanos”, dijo Mahon.
Estos hallazgos también sugieren que las capas más profundas de la corteza, donde se inicia la onda de muerte, son las más vulnerables a la falta de oxígeno. “Este nuevo estudio nos permite comprender mejor los mecanismos neuronales que subyacen a los cambios en la actividad cerebral a medida que se acerca la muerte”, afirmó Charpier. “Ahora necesitamos establecer las condiciones exactas en las que se pueden restaurar estas funciones y desarrollar fármacos neuroprotectores para ayudar a la reanimación en caso de insuficiencia cardíaca o pulmonar”.
Los últimos resultados, que proporcionan una descripción detallada de lo que sucede en las neuronas en el momento de la muerte, podrían proporcionar un camino para el desarrollo de nuevas terapias, según los investigadores, plantando una semilla de esperanza.