Antigua y misteriosa, es sin dudas una ciudad que atrapa. La medina es una de las principales ciudades de Marruecos, de arquitectura medieval amurallada y con muchos pasajes que rodean a los zocos (mercados). Es muy fácil trasladarse en el tiempo, y se llega a un espacio en el que las costumbres y la cultura están intactas desde hace siglos.
Cada vista o rincón, de esta urbe marroquí es una verdadera postal antigua. Esto se debe a sus colores, casas de barro, pasajes muy estrechos, calles laberínticas, azulejos árabes que adornan y embellecen todo. Y, por supuesto, por sus personajes. Durante un paseo por una calle cualquiera, es posible cruzarse con mujeres totalmente cubiertas, hombres utilizando túnicas, y con bereberes (así se llaman los habitantes del desierto).
Se destacan los mercados, en el que se ofrecen desde cientos de especias que dan al aire un aroma muy particular, cerámicas, joyas artesanales, zapatos árabes, tejidos y hasta sofisticados trajes de odaliscas. Estos recorridos, pueden llevar horas y uno se entretiene comprando y regateando precios. En la Plaza Central, conviven los encantadores de serpientes, con pintorescos aguateros y mujeres que pintan manos, brazos y piernas con dibujos florales antiguos muy femeninos (una suerte de make up marroquí). En esa misma plaza enclavada en el pasado, por unas pocas monedas entregadas a los adivinos, se puede saber qué nos deparará el futuro. Las excursiones a los templos y al desierto del Sahara son imperdibles, desde el paisaje, los camellos y los lugareños; la sensación es la de estar dentro de una película que transcurre en el mundo árabe. Estas aventuras pueden llevar de uno a varios días, siendo única la experiencia de dormir en el desierto y contemplar las estrellas.
Un lugar recomendable que quedará en el recuerdo por siempre de quienes lo visiten.
Tanto los palacios,, la cultura y las civilizaciones antiguas que viven aún hoy, como hace miles de años, pretenden permanecer así por mucho tiempo…